El anuncio de la llegada de la vacuna constituye sin duda una luz al final del túnel, pero antes tenemos que atravesarlo con nuestras propias fuerzas y eso significa sobre todo respetar la cuarentena y garantizar la comida a quienes viven de lo que ganan cada día y que ahora se ven impedidos de salir de sus domicilios.
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“La gente está totalmente desconcertada. Debe haber de una vez por todas un plan de suministro fiable para las próximas semanas y meses”. ¿Quién es el que formula de manera tan clara el sentimiento de millones de personas ante el espectáculo de imprecisiones, retrocesos y contradicciones en el proceso de compra y aplicación de vacunas? Pues no se trata de ningún político de nuestra región, asolada por el temor de vernos postergados en las negociaciones entre gobiernos y empresas productoras de vacunas. El malestar lo ha expresado el gobernador de la poderosa región de Baviera, la más rica de Alemania, en vísperas de una reunión que debe sostener hoy con la canciller Angela Merkel y los dirigentes de Pfizer, Moderna y AstraZeneca.
Países como Alemania tienen la suerte de haber entrado a una fase descendente de la pandemia, pero junto a las restricciones y los, todavía, cientos de muertos diarios, los alemanes tienen que soportar la incertidumbre a que los someten empresas que no cumplen con sus compromisos. El desconcierto y la indignacion es tanto mayor que los laboratorios han recibido dinero público para financiar sus investigaciones. Esta situación la estamos padeciendo también en el Perú, con el agravante que estamos en un período ascendente de la pandemia, como lo evidencia el aumento de contagios y muertes por día. El presidente Sagasti afirmó ayer que el Perú recibiría en el trimestre en curso un primer lote de vacunas gestionado por el mecanismo multilateral COVAX FACILITY. Este mecanismo adquiera más importancia por el anuncio del retorno de Estados Unidos, después de la brusca salida impuesta por Donald Trump.
El anuncio de la llegada de la vacuna constituye sin duda una luz al final del túnel, pero antes tenemos que atravesarlo con nuestras propias fuerzas y eso significa sobre todo respetar la cuarentena y garantizar la comida a quienes viven de lo que ganan cada día y que ahora se ven impedidos de salir de sus domicilios. En espera del bono, el gobierno y los ciudadanos debemos canalizar ayuda a las organizaciones surgidas de la sociedad. Entre ellas destacan los comedores populares, financiados por las municipalidades y las ollas comunes, financiadas por sus propios usuarios. Es el momento de aportar dinero y víveres no perecibles. No solo es un deber, es también una necesidad realista, porque el virus seguirá amenazándonos a todos mientras pueda seguir amenazando a algunos.
La lucha contra la pandemia no debe subordinarse a facciones políticas, y menos aún dar lugar a la expresión de resentimientos y misantropía. Pocas personas han celebrado con tanto cinismo su satisfacción de ver la acción devastadora del COVID-19 como la célebre actriz francesa, Brigitte Bardot. En su momento, Bardot fue un símbolo mundial de la modernidad y la sensualidad de los años sesenta, pero hoy es una militante de extrema derecha que acumula condenas por racismo y calumnia contra algunas comunidades étnicas y religiosas. Bardot ha dicho que el COVID-19 cumplirá la función benéfica de eliminar cientos de millones de seres humanos, para que la naturaleza retome su equilibrio y su país se libere de personas que nunca debieron entrar a él. No sabemos si Bardot tiene presentes los casos de Isabel Adjani de origen argelino, o de Ives Montand y Lino Ventura de origen italiano, Charles Aznavour de origen armenio o de Luis de Funes, de origen español, para hablar solo de actores. Ferviente defensora de derechos de los animales, Bardot declara a la revista Oggi que no teme ser contagiada porque solo frecuenta cabras.
Las cosas como son
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