Las madres adolescentes y los niños de San Juan de Lurigancho encuentran protección, servicios sanitarios y educación gracias al proyecto creado por la suiza Christiane Ramseyer hace 40 años.
Por: Verónica Ramírez Muro
Fotos: Morgana Vargas Llosa
Cuando ella llegó, en 1978, nada de esto estaba aquí. San Juan de Lurigancho –hoy el distrito más poblado del Perú con un millón de habitantes- fue tierra de conquistadores, libertadores, hacendados, esclavos y, en el siglo XVI, de los Ruricancho, de quienes el futuro distrito tomaría el nombre con una ligera variación.
De las montañas suizas de cuento, Christiane Ramseyer (63) llegó a este distrito –que había sido creado hacía 10 años por Fernando Belaúnde Terry-, donde había un puñado de manzanas de viviendas y unos cerros habitados únicamente por restos arqueológicos.
“Yo quería un lugar donde no hubiera nada”, dice Christiane, creadora y gestora de la Asociación Taller de los Niños (TANI), sin saber que al poco tiempo de su llegada empezaría una imparable migración del interior del país hacia la capital.
Christiane llegó al Perú para hacer un voluntariado cuando tenía 21 años y decidió construir, en principio, una guardería. Fue 172 veces al Ministerio de Vivienda y Construcción y, finalmente, pudo adquirir por 100 dólares un terreno de 2,500 metros cuadrados en la zona.
“Esto era un cerro y nada más. En el Perú se acostumbra a dar un adelanto por el trabajo a realizar, pero ella fue clara: no tengo plata”, recuerda Pepe Cifuentes, el arquitecto chileno que trazó los planos del proyecto sin saber que luego se convertiría en marido y padre de las dos hijas de Christiane. Desde entonces, Pepe ha estado presente todos los días en cada detalle. No se movió ni cuando Sendero Luminoso tomó el distrito.
El sueño de Christiane era construir una guardería infantil bajo el compromiso de que “ningún niño o niña bajo el cuidado institucional moriría por motivos fácilmente controlables con una vacuna”. En Perú había visto morir a un niño en un incendio y a una madre entregar a sus hijos gemelos en adopción porque no podía hacerse cargo de ellos.
La guardería soñada sería un lugar donde los niños pasarían el día y recibirían alimentos, educación y cuidados mientras los padres trabajaban. Pero la realidad se salió del rectángulo que enmarcaba el sueño original. Una necesidad condujo a la otra: primero se propuso remozar el vecindario y sembró árboles, también se involucró en la construcción de viviendas y letrinas. Y luego…
“Abrí el centro médico para vacunar y atender a los niños, y aparecieron niños desnutridos. Ahí entendí que teníamos que formar a las mamás para que ganaran algo de dinero. Crecimos en momentos de gran crisis económica, donde la pobreza y la desnutrición crónica y la muerte de niños por cosas imposibles de aceptar ocurría”, recuerda.
Christiane no tardó en darse cuenta que los niños desnutridos o enfermos eran la inmediata e infeliz consecuencia de problemas mayores en el hogar, en el distrito, en el país.
Hoy, TANI está formado por un equipo de 100 personas y atiende a 30,000 familias al año. Donde no había nada ahora existe un centro médico pediátrico, una guardería, una escuela infantil, un centro de formación para jóvenes, un colegio para madres adolescentes y espacios educativos en distintos puntos del asentamiento humano Arriba Perú.
Niñas y madres
Sara Cifuentes, de 30 años, es la hija menor de Christiane y Pepe. Ella es la Gerente de Gestión y Desarrollo de TANI, pero sus funciones se amplifican de acuerdo a las necesidades que surgen. Ella ha crecido aquí, ha visto trabajar a su madre (“Una mujer con una capacidad admirable para superar la adversidad”, dice de ella) y es la encargada de supervisar que todas las piezas del engranaje funcionen en el día a día.
Hoy, madre e hija viajan en el bus de TANI en compañía de las promotoras de salud de Red Mami, que tiene entre sus objetivos asegurar el buen retorno a casa de las adolescentes que acaban de dar a luz y brindarles un acompañamiento. Para llegar a su destino siguen un mapa improvisado dibujado en un papel. No hay número ni lotes ni manzana. La vivienda se ubica al pasar la última bodega, al final del primero cerro, en el siguiente cerro a la izquierda, hacia donde se expande, inevitablemente, el asentamiento humano Nueva Imagen.
En una casa de madera recién instalada viven Lis (16 años), Wilson (20) y Mateo (2 meses). Wilson trabaja como mototaxista en el distrito y ha pagado 10,000 soles por la vivienda.
“La mayoría de chicas se embarazan de sus enamorados del colegio o de chicos que conocen en la calle. La familia trabaja hasta tarde. No hay mucho que hacer en San Juan, es difícil salir del cerro, y hay una gran necesidad de afecto. Cuando se embarazan son culpadas. Pero, ¿dónde estuvieron los padres?, ¿dónde estuvo el colegio?”, explica Sara.
Para Lis, su embarazo fue “una sorpresa” y fue muy difícil contárselo a sus padres. “Un tiempo estuvieron molestos”, dice. Ahora pasa la mayor parte del día sola con Mateo y recibe a la Red Mami con entusiasmo porque siente miedo cuando el niño llora y cuando se hace tarde y Wilson no llega. Tienen una cama con un reloj de pared en la cabecera, un sofá, algunas sillas, una radio, una pequeña cocina y una letrina en la parte exterior de la vivienda.
Las promotoras de salud intentan construir un vínculo afectivo fuerte entre Lis, Wilson y Mateo. Les enseñan a masajear al bebe, les explican sobre horarios de lactancia y eventuales malestares. Conversan con ellos e indagan sobre posibles situaciones de violencia familiar y expectativas de vida. “Lis, ¿te gustaría finalizar tus estudios en algún momento?”. “Sí”, contesta. “En mis notas siempre estaba bien, me sacaba diplomas”.
En el Perú, según datos del INEI, el 13,4% de las adolescentes entre los 15 y los 19 años queda embarazada. En las áreas rurales el porcentaje es mucho mayor (23,2%) que en las zonas urbanas (10,7%).
“Los directores del colegio a veces dicen que es mejor que no vuelvan (a clases) porque van a dar mala imagen. Ya quedaste embarazada, tienes un bebé, las demás chicas van a hacer lo mismo. Esa es la lógica”, explica Sara.
“Deberíamos soñar con que las mujeres tengan sus hijos cuando quieren y no cuando les pasa”, dice Christiane, quien hace dos años se propuso crear un colegio con horarios flexibles para que las madres adolescentes puedan concluir sus estudios. Ahora mismo cuentan con 68 alumnas, madres y menores de edad en 4º y 5º de secundaria.
Según la Organización Mundial de Salud (OMS), 3 millones de jóvenes en todo el mundo se someten a abortos peligrosos. Las adolescentes que deciden continuar con su embarazo se enfrentan a complicaciones durante la gestación y el parto, que son la segunda causa de muerte en adolescentes de todo el mundo.
Todas las chicas que asisten a la escuela inclusiva para madres adolescentes en TANI, creada en 2015 gracias a la Embajada Suiza, se han librado de esas cifras. A fin de año se graduarán con birrete y, si así lo deciden, podrán continuar en alguno de los programas cortos de formación técnica que ofrece TANI.
El futuro es volver a empezar.
Lunes en TANI
Como cada día, Christiane recorre las instalaciones del TANI. Hoy es lunes y el tópico es una competencia de llantos. “Los lunes está llenísimo porque las familias se descuidan los fines de semana. Regresan tarde con los niños, traspiran en el bus y se enfrían de camino a la casa en los cerros”, explica Christiane.
La mayoría de veces los bebés vienen a nebulizarse y por fiebres altas porque son muy frecuentes los problemas respiratorios “por la contaminación y la humedad. La gente que construye casas en los cerros rompe la piedra con neumáticos quemados. Eso es muy tóxico y los niños se enferman rápido”. Según el Ministerio de Salud, en lo que va del año se han reportado casi 1,500 hospitalizaciones por infecciones respiratorias en Lima.
TANI se ha convertido en el altavoz de la infancia de San Juan de Lurigancho. “La situación de la madre impacta en la de sus hijos. La salud emocional cambia la dinámica de la casa”, sostiene Christiane. A través de una crisis de asma infantil, intentan detectar problemas familiares, como unas condiciones de vida muy precarias o una posible depresión de la madre. En la salud del bebé, explica Christiane, se puede leer la situación de la familia (violencia, abusos, depresión o pobreza extrema) y buscar una intervención cuando es necesario.
“Los niños y las niñas son invisibles. No importan. No se consideran ciudadanos y ciudadanas de igual categoría que los otros peruanos: no votan, no te paran la carretera. Todavía estamos en el trance de entender que los niños y niñas son personas y que a las personas se les respeta y se tiene que invertir recursos para desarrollar su potencial”, dice Magaby Villalobos, coordinadora de programas de Save The Children, que trabaja a favor de la niñez y adolescencia en el Perú desde hace casi 30 años.
Hay 7 madres en la sala de lactancia, donde pasan dos horas al día de acompañamiento y asesoría. Ellas han elegido una estación de radio salsera. Una canción de Oscar de León acompaña sus preguntas y dudas del día: ¿cómo hago para que mi niño succione bien?, ¿y si no toma la leche?, ¿no es mejor darle leche en polvo?, ¿qué hago para que no me duela?, ¿por qué me muerde?
“El hospital más cercano fue construido para atender 2,500 partos al año, pero atienden 6,000. Una mamá que empieza el trabajo de parto por la mañana se tiene que ir al día siguiente antes de las 7 porque llegan otras mujeres embarazadas. ¿Quién les va a enseñar a dar de lactar?”, cuenta Christiane.
Como en el caso de Lis y su bebé Mateo, TANI ofrece un seguimiento completo desde el nacimiento. Una vez inscritos, madres e hijos pueden acceder a una serie de programas como los talleres de nutrición o estimulación temprana. Piel a piel es un taller de 3 horas semanales que busca reconstruir el vínculo afectivo entre la madre y el bebé.
“El 60% de las madres no ha planificado su embarazo. ¿Qué pasa cuando nace el bebé si durante el embarazo la mamá no los quería y se introducían plantas, se lanzaban de las escaleras o de los buses para provocarse un aborto?”, dice Christiane.
En este taller también detectan si hay depresión post-parto, que en algunos casos puede derivar en acompañamientos o en intervenciones de emergencia. “De repente no pueden más. Entonces visitamos sus casas, llevamos a la madre al psiquiatra y no la soltamos hasta que reciba la medicación. Son 2 casos sobre 100, pero son 2 casos que podrían terminar de manera dramática”, explica Christiane, mientras se dirige hacia la escuela infantil, dondelos niños y niñas de la zona estudian, reciben cuidados, controles médicos y psicológicos y se alimentan de forma balanceada.
Mirar hacia adelante
TANI es una isla de protección y desarrollo en el centro de la adversidad que ha sido posible gracias a las donaciones de familias suizas. No hay empresas peruanas ni instituciones estatales que subvencionen el proyecto.
“El aporte de la sociedad civil es enorme. El estado es responsable de las políticas públicas porque tiene que llegar hasta los 5 mil metros y al río más lejano de la selva. Lo que hace la sociedad civil es validar innovaciones, contribuir en espacios acotados para transformar vidas y elevar esa propuesta para que Estado la amplifique. Pero el Estado no lo hace”, dice Magaby Villalobos.
El reto de financiamiento para las ONG´s ahora es mucho mayor. En el caso de TANI, las familias suizas que han estado unidas al proyecto desde su fundación son ahora personas jubiladas y cada vez es más complicado lograr un compromiso a largo plazo con las nuevas generaciones. Por otra parte, las cifras macroeconómicas dibujan un Perú próspero que enmascara sus profundas necesidades sociales.
“La proyección de mejoría en la economía del Perú ha bajado el interés en donar”, dice Christiane, con su pelo alborotado y ojos color cielo. Es una mujer alta y fuerte a la que su discreción y transparencia no le permitiría jamás ocupar más espacio del necesario. “Tenemos que encontrar gente más joven con interés en financiar proyectos. La mayoría de empresas o instituciones dan por poco tiempo”.
Pepe atraviesa el patio y se acerca a su esposa con un cuadro entre las manos. Es una fotografía en blanco y negro de San Juan de Lurigancho en 1978. En el lugar donde ahora se ubica TANI se ven unas piedras colocadas para delimitar el terreno. En los cerros, solo arena.
-“Enséñales la foto”, dice Pepe orgulloso. “De verdad que aquí no había nada”, recalca.
Christiane, que hasta hace unos segundos hablaba de temas diversos, como la vez que sufrieron una plaga de termitas o de la importancia de la filosofía educativa Reggio Emilia, busca la mirada de su compañero de vida y batallas.
-“Siempre hace lo mismo”, dice al aire. Y camina hacia el comedor para revisar el menú del día. Christiane camina decidida, ignorando la estela que deja una verdadera fuerza de la naturaleza al atravesar el patio de un colegio.
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