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Lambayecanas con alma de guerreras mochicas

Juan Cabrejos
Juan Cabrejos

A pesar de que la sociedad lambayecana aún tiene pinceladas de machismo, la mujer lambayecana ha sabido capear la adversidad y se muestra con todo su potencial.

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Hace unos 400 años, cuando los señoríos nativos de Lambayeque estaban moribundos y el gobierno de los españoles se acentuaba, las mujeres gobernaron muchos pueblos del norte. En la historia se les conoce como Las Capullanas y el historiador Juan José Vega les dedicó varios libros.

Hoy, a pesar de que la sociedad lambayecana aún tiene pinceladas de machismo -en especial en los distritos del interior, en la zona rural y andina- la mujer lambayecana, heredera del carácter indómito de las capullanas como Susi Cunti, quien gobernaba estos lares cuando Pizarro y sus soldados pasaron hacia Cajamarca, ha sabido capear la adversidad y se muestra con todo su potencial.

La mujer lambayecana con ingenio, esfuerzo, dedicación, empeño y sacrificio rompe esquemas y esteriotipos machistas existentes, que a lo largo de los años pasados, las encasillaron como un ser inferior al hombre e incluso llegaron a ser consideras como ciudadanas de segundo nivel.

Recorriendo temprano por la ciudad de Chiclayo, pude ver el rostro de la nueva mujer, trabajadora, optimista, desafiante, luchadora, triunfadora como ella misma. Ejemplos son millares pero solo expongo dos.

Vi a la joven Janina, risueña, alegre y con la esperanza como bandera, que a sus 26 años, sigue trabajando como cobradora de una combi en la línea 5, que cubre la ruta La Pradera-Mercado Modelo.

“Yo soy madre soltera de dos menores. Mi Giancarlo tiene 10 y Jorely 8 años, y tengo que ver por ellos pues su papá no les pasa nada”, confiesa esta luchadora del día a día, que muchas veces tiene que soportar a pasajeros atrevidos.

Ejemplos de mujeres luchadoras como Janina abundan, y si hay que sacarse el sombrero, hagámoslo ante doña Isabel Sánchez, madre de 12 hijos, quien para verlos crecer, compartió sus roles de madre, esposa, ama de casa y ‘llantera’ para ganarle a la vida.

“Yo también puedo”, dijo doña Isabel Sánchez, quien hace 30 años se convirtió en la primera llantera de la Capital de la Amistad y hoy junto a su esposo, trabaja hombro a hombro y se encarga de parchar y llenar con aire todas las llantas que lleguen al negocio familiar.

Hoy la sociedad lambayecana está llena de estas valerosas mujeres con almas de guerreras mochicas.

Por: Juan Cabrejos

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