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Lecciones del 2020, inspiración para el 2021 [COLUMNA]

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No sabemos si el viento de la renovación será encarnado por la llamada generación del bicentenario. Pero sí que tenemos funcionarios de la salud, de la policía, del magisterio y de otros servicios públicos que han cumplido su deber a costa de su propia vida.

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En la vida de las personas, como en la de las sociedades, las desgracias pueden servir para aprender lecciones y lograr alguna forma de progreso, y en el mejor de los casos, de sabiduría. La mal llamada “gripe española” que estalló en 1918, en plena guerra mundial, tuvo al menos cuatro consecuencias positivas: 1) La mayoría de los países desarrolló sistemas de salud pública, que hasta entonces solía ser considerada tarea de organizaciones religiosas o filantrópicas. 2) Las principales potencias respaldaron una forma de organización de la comunidad internacional que se materializó en la Sociedad de las Naciones, ancestro de la vigente ONU. 3) La prevalencia de la mortalidad masculina dio un impulso irreversible al trabajo de las mujeres y a la exigencia de igualdad, pese a que en la gran mayoría de países las mujeres no tenían derecho a votar. 4) La ciencia médica se orientó a temas epidémicos, consciente de que una pandemia semejante o peor podía repetirse.

¿Cómo cambiará el mundo cuando la pandemia actual haya pasado y podamos adoptar una nueva normalidad? Cada uno alentará sus sueños y esperanzas, pero podemos ponernos de acuerdo sobre dos principios básicos: 1) El valor de la vida prima sobre toda otra consideración. Esa primacía debe expresarse en los presupuestos nacionales pero también en los programas multilaterales y en el esfuerzo de la cooperación. Al fin y al cabo, debemos la primera vacuna (la Pfizer) a una científica húngara que huyó de su país totalitario y a dos emigrantes turcos que fueron acogidos en Alemania. 2) La supervivencia de la especie humana se halla cada vez más amenazada porque nuestra manera de vivir y de producir afecta el equilibrio del medio ambiente. Aunque todavía no sabemos con precisión cuál es el origen del coronavirus, todo indica que proviene de alguna especie animal, cuyo hábitat fue destruido obligándola a entrar en contacto con animales que le eran ajenos. La hipótesis del murciélago y el pangolín parece una referencia cruel a una fábula de Esopo en la que el hombre termina pagando las consecuencias de su incomprensión de la naturaleza.

¿Qué diremos sobre el 2020 a los peruanos que vengan después de nosotros? Ciertamente que gestionamos mal la pandemia, que sufrimos un colapso económico sin precedentes, que tuvimos tres presidentes en un solo año, que no logramos resultados contundentes contra la corrupción y que las elecciones del año del bicentenario evidenciaron la precariedad de nuestras instituciones.

Hasta el final del 2020 habremos tenido protestas legítimas, pero también carreteras bloqueadas y muertes que hubieran podido ser evitadas. Tres días el día de ayer. No sabemos si el viento de la renovación será encarnado por la llamada generación del bicentenario. Pero sí que tenemos funcionarios de la salud, de la policía, del magisterio y de otros servicios públicos que han cumplido su deber a costa de su propia vida.

Para terminar el año con una decisión inspiradora, el Banco Central de Reserva ha emitido una serie de tres monedas consagradas a heroínas de nuestra Independencia. La moneda es el objeto que más circula de mano en mano. Pero, ¿quién sabe qué hicieron por nuestro país en Junín Cleofé Ramos y sus hijas Teresa y Rosa Toledo, a las que San Martín condecoró personalmente? ¿Quién sabe los riesgos que corrió Brígida Silva de Ochoa para ayudar insurgentes encarcelados y desplegar talentos insospechados a fin de burlar los controles del poder colonial? María Parado de Bellido prefirió ser fusilada antes que delatar a patriotas en Ayacucho. ¡Que su ejemplo aliente a tantas mujeres anónimas que en ollas comunes, comedores populares o salas de cuidados intensivos han afirmado el amor al Perú!

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