No se le puede negar el derecho a guardar silencio, como han hecho otros dirigentes políticos antes que él. Pero Oscorima debería saber que al mantener la incertidumbre en torno a la presidenta no hace sino prolongar un clima político que no le conviene a nadie.
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Wilfredo Oscorima es un hombre fogueado en los avatares de la vida política puesto que está ejerciendo el gobierno regional de Ayacucho por tercera vez. Lo es también en el mundo de los negocios privados porque ha amasado una fortuna en actividades de diversa índole, sobre las que tendremos más precisiones cuando acaben las investigaciones en curso.
Ha demostrado también saber manejarse con habilidad en el mundo judicial porque después de haber sido condenado y darse a la fuga, la Corte Suprema anuló la condena que lo había llevado a la cárcel. Ese es el hombre al que acudió la presidenta Dina Boluarte para, según ella, representar mejor al Perú mostrando relojes suizos de lujo y otras joyas.
Quienes querían escuchar la versión de Oscorima sobre los supuestos préstamos hechos a la señora Boluarte quedaron decepcionados, porque ayer repitió decenas de veces que en vez de contestar a las preguntas ejercería su derecho al silencio. Las preguntas le fueron formuladas por los congresistas de la Comisión de Fiscalización, que lo invitaron en calidad de testigo.
El día de hoy le toca una diligencia en la Fiscalía, aunque al parecer no se le harán preguntas y su abogado se limitará a mostrar las joyas prestadas a la presidenta Boluarte. No se le puede negar el derecho a guardar silencio, como han hecho otros dirigentes políticos antes que él.
Pero Oscorima debería saber que al mantener la incertidumbre en torno a la presidenta no hace sino prolongar un clima político que no le conviene a nadie. Nada quisiéramos más que no tener que ocuparnos de joyas y frivolidades, sino de las exigencias de la población de Ayacucho y de las otras regiones de nuestro país. Pero del punto al que hemos llegado solo se sale diciendo la verdad. Es decir, acabando con el juego perverso de agotar a una opinión pública que espera de sus autoridades algo más que silencios y complicidades.
Las cosas como son
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