Las despidieron intempestivamente de los lugares donde prestaban servicios sin beneficio laboral alguno. En algunos casos fueron discriminadas, aisladas o maltratadas sin atención médica oportuna. Tras la llegada de la pandemia a nuestro país y las medidas de aislamiento social obligatorio que se instauraron, las trabajadoras del hogar se vieron realmente afectadas.
Quienes prestaban servicio en la modalidad “cama adentro” fueron inducidas a trabajar con sueldos reducidos y hasta prohibidas de volver a sus hogares, por miedo al contagio. A quienes trabajaban “cama afuera” les pidieron que tomen vacaciones sin pago alguno y hasta hoy no retornan.
Las trabajadoras del hogar son mujeres dedicadas a brindar servicios de limpieza, cocina, lavado, entre otros. Además, otra de sus labores es la asistencia y cuidado de adultos mayores, niñas, niños, adolescentes, personas con discapacidad o en situación de vulnerabilidad.
Una nueva ley aprobada recientemente señala que ahora las trabajadoras del hogar cumplirán ocho horas diarias de trabajo, recibirán un sueldo mínimo no menor a 930 soles y tendrán derecho a vacaciones de 30 días por año trabajado. Además, se les otorgará facilidades para acceder a la educación y gratificaciones de Fiestas Patrias y Navidad equivalentes a su mensualidad. Pero ¿qué pasó durante la cuarentena?
Las trabajadoras del hogar que se han quedado sin trabajo se han visto en la necesidad de superar el estrés postraumático que origina toda pérdida y ahora están a la búsqueda de nuevas oportunidades.
“Para mucha gente la pandemia trajo incertidumbre frente al futuro próximo. Y en el caso de las trabajadoras del hogar, necesitarán de mucha fuerza interior, que es la capacidad que tenemos para protegernos ante la adversidad”, señala la psicoterapeuta Ada Montenegro Villegas.
Además, la situación de vulnerabilidad de este sector, la baja calidad del trabajo y la discriminación impactan directamente en la autoestima de las trabajadoras. Esto ocasiona que sus recursos y mecanismos de recuperación frente a las crisis no sean tan fuertes, agrega la experta.
A continuación, trabajadoras del hogar nos cuentan sus historias de resiliencia y fortaleza frente al impacto de la pandemia en su trabajo y familias.
Historias de resiliencia
María tiene 45 años y ha sido trabajadora del hogar desde muy joven. Dejó Tongorrape, un centro poblado de Motupe en Lambayeque, para venir a Lima con la ilusión de ser confeccionista, pero tuvo que dedicarse al trabajo doméstico para ganar un mejor salario.
Tres días ante que se declare la cuarentena en nuestro país presentó un cuadro febril que la obligó a dejar de trabajar. Cuando se recuperó una semana después, intentó volver al trabajo, pero ya no la recibieron.
“Esos días fueron horribles, en el hospital no me atendieron. Tenía Covid-19 y nadie lo sabía; perdí el olfato y me dolía la cabeza. Las que me ayudaron fueron mis compañeras del sindicato de trabajadoras del hogar, pero yo pensé que moría”, recuerda.
Durante los últimos ocho años su trabajo siempre había sido bajo la modalidad de “cama adentro”, pero sólo la vinculaba un contrato verbal. Ante la circunstancia actual, ha tenido que sacar a relucir su fortaleza y personalidad resistente, y ha comenzado a dar muestras de su capacidad de adaptación ante la adversidad.
“No será fácil volver al servicio de casa. Así que gracias a que aprendí a coser, hoy he vuelto a hacerlo. Y con eso me ayudo”, afirma.
Meche es una trabajadora de 71 años que perdió el trabajo porque la despidieron cuando se enfermó. Luego, al decretarse la cuarentena, se le cerraron todas las puertas. En la actualidad sufre de dolores en el hombro que le impide seguir como trabajadora del hogar.
La última casa donde trabajó le trae malos recuerdos porque los empleadores eran demasiado exigentes. “Dormía en un cuarto que era un depósito lleno de cosas. En esa casa había 15 gatos, tres perros, cuatro loros, un conejo y una tortuga. Los perros se ensuciaban en la cocina, así que limpiaba todo el día y nunca terminaba. Terminé durmiendo con los loros y cuando me enfermé no me dieron ni para una pastilla. Era de locos”, refiere.
El estado de ansiedad, estrés o depresión que afecta a muchas personas en situaciones de crisis no ha logrado anular su fortaleza como mujer aguerrida y luchadora. Su esposo acaba de ser operado y debe reposar mínimo un mes, por lo que ella ahora se vuelve a abrir camino.
“Ahora voy a vender menestra sancochada, eso me dará buenos ingresos. A la gente le gusta lo práctico y no tiene mucho tiempo como antes”, señala.
Durante dos años, Enriqueta trabajó en una casa “cama adentro”. A sus 55 años, en febrero de este año le pidió vacaciones a su empleadora, pero la respuesta que le dio fue dura. “La dueña de casa me dijo que no me había contratado con vacaciones así que tuve que retirarme”, cuenta. Y renunció.
Comenzó a buscar un nuevo empleo, pero la pandemia llegó en marzo y en abril se contagió. Hasta hoy tiene secuelas respiratorias. “Fue terrible. Cuando llegué al hospital, pregunté qué podía tomar y la enfermera me dijo que yo tenía una enfermedad que ya no se cura y que es para morir. No se lo deseo a nadie”, comenta.
Actualmente sus hijas la apoyan y sigue buscando un nuevo empleo con “cama adentro”, pero le está resultando difícil. El miedo al contagio es su peor enemigo.
Benedicta tiene 43 años y recuerda que cuando sus hijos fueron creciendo, aparecieron los problemas económicos, pues sus ingresos no alcanzaban para los estudios. Fue ahí cuando tomó la iniciativa de buscar trabajo y comenzó a limpiar las casas y a lavar ropa por horas. A la semana de iniciar la búsqueda, fue contratada en cuatro casas debido a su responsabilidad y predisposición, con lo que mejoró la economía de su familia.
Sin embargo, todo cambió cuando llegó la Covid-19. Se le cerraron todas las puertas y su esposo se contagió del virus. “Fue una situación muy dura. Felizmente mi esposo se recuperó, pero lo que no puedo es regresar a las casas donde trabajaba. Llamo y me dicen que me van a llamar después de que pase todo esto”, refiere.
En cada historia, las trabajadoras del hogar coinciden en manifestar su desconformidad con el trato recibido. Señalan que no todas las familias son iguales, pero quienes las han empleado demuestran con sus acciones que no valoran su trabajo. La cuarentena las ha afectado de manera similar, por lo que hoy tratan de reinventarse con la esperanza de que pronto pasará el mal momento.
Que esta pandemia, que ha impactado a los sectores más vulnerables, nos sirva para visibilizar y reconocer el trabajo del cuidado y del hogar. Pero, sobre todo, que sirva para valorar la labor que realizan las trabajadoras del hogar, sin discriminación y con el total cumplimiento de sus derechos laborales.
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