Los parientes de una autoridad del centro poblado Casa Grande, en La Arena, denunciaron que el personal de salud le dio información contradictoria sobre José Fernández, de 78 años. "Quiero saber si mi padre está vivo o muerto", dijo su hijo Juan.
"Yo quiero saber si mi padre está vivo o muerto". Julio Fernández ha llegado al extremo de envolverse en esa duda, una que nadie imaginaría hacerse. Aunque el nuevo coronavirus, ayudado de las falencias del sistema de salud peruano, parece ser el complemento perfecto para hundir en la desesperación a los familiares de cualquiera que ingrese a un hospital, infectado con la COVID-19.
Como el caso José Fernández Inga, padre de Julio. Don José, de 78 años y alcalde delegado del centro poblado de Casagrande, La Arena, Piura, entró al hospital Santa Rosa el viernes 24 de abril. Y desde ese entonces, sus parientes no tienen información de su estado de salud y lo que es peor, de su existencia. Un día les dijeron que había sido dado de alta, luego que había fallecido. Y después, que estaba vivo. Un combo inexplicable de situaciones.
Inicio del calvario
La desgracia de los Fernández comenzó aquel viernes, cuando don José sufrió un derrame cerebral en su vivienda de Casagrande. Lo trasladaron a la posta. No lo atendieron por temor a que se tratara de un paciente COVID-19. Luego lo llevaron al centro de salud de La Arena, donde, tras aplicársele la prueba, dio positivo al nuevo coronavirus.
Fue entonces que lo llevaron a un establecimiento de salud de Catacaos y, dos horas después, al Hospital Santa Rosa de Piura. El mismo día, quedó hospitalizado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) para pacientes con la COVID-19.
Confusión y desesperación
Hasta que empezaron las contradicciones. A las 2:30 p.m. del sábado 25, el alcalde fue trasladado de una sala de UCI a otra, en el mismo hospital. Julio consultó con los médicos. Le dijeron que su papá se estaba recuperando. Y a las cinco de la tarde, una doctora se lo corroboró.
A las 5 a.m. del día siguiente, Julio le pidió al vigilante del establecimiento que le ayude a averiguar. La respuesta fue de optmismo: el señor José había salido de UCI y se encontraba hospitalizado en Medicina.
Pero nada era más que un paseo, según Julio. Pues a las 5 de la tarde, le informaron que su padre ya no estaba en la cama. "Esperé al doctor de turno para que me diga. Estuve preguntando por mucho tiempo y luego me dijeron que ya le habían dado de alta", relató.
Llegó el lunes 27 de abril. La familia Fernández insistió por datos hasta que llegó una llamada. "Me llama una doctora y me dice que mi papá está muerto, que se habían olvidado, pero que ya nos iban a dar el certificado de defunción", recordó Juio.
Ante tantas idas y vueltas y una información desconcertante, el hijo se fundió en la duda "¿Yo cómo sé si es mi padre sino me dan ninguna evidencia, ni ropa, ni documentos? Aquí hay una negligencia, ¿cómo puede ser posible que a mi papá, siendo una autoridad, lo hayan abandonado? Lo han perdido. Yo quiero saber si mi padre está vivo o muerto", dijo.
Han pedido que se revisen las cámaras del Santa Rosa. E incluso, solicitaron la intervención del ministro de Salud, Víctor Zamora. "Queremos que nos digan la verdad, que nos digan cómo ha ido evolucionando mi papá, desde que ingresó", manifestó.
Entrar a un hospital y perder el rastro de un familiar: los Fernández nunca lo imaginaron.
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