Al término de doce horas de debate, el Congreso decidió postergar para hoy el voto de la cuestión de confianza.
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Lo más pernicioso de una sesión como la vivida este en el Congreso es que favorece la notoriedad de las posiciones más simplistas, más maniqueas y más apocalípticas. El aplauso fácil favorece al que sea capaz de augurar los peores males y de atribuir a sus adversarios las más oscuras intenciones.
Incluso en el plano jurídico, los argumentos ceden rápidamente lugar a la conjetura de la voluntad golpista, propia de un tirano y de un destructor de instituciones que llegó al poder “apuñalando por la espalda a Pedro Pablo Kuzcynski”. Y claro, las 46 investigaciones que existirían en la fiscalía de Moquegua se usan alegremente para desacreditar la propuesta básica de reforma.
“Yo me pregunto porqué el presidente nos amenaza con cerrar el Congreso. ¿Qué es lo que quiere evitar que se sepa?”, cuestionó una congresista fujimorista que procedió a elaborar una larga lista de males que incluía los textos escolares, el abandono de los cocaleros, la contaminación de las mineras, la inseguridad ciudadana, las mafias, la corrupción, la penetración comunista, los venezolanos, la anemia, los peajes y hasta el desagüe invadiendo hospitales y centros escolares.
Rara vez se habrá oído citar tantas veces los artículos de la Constitución y a la vez hacer tan poco por desbrozar el camino para fortalecer nuestras instituciones y merecer la confianza de los ciudadanos.
La jornada había comenzado con una cuestión previa presentada por el congresista Jorge del Castillo para rechazar la carta firmada por el primer ministro por “impertinente e inconstitucional”. Daniel Salaverry no acogió la demanda y más bien, intentó usar lo que le queda de poder para recomponer las comisiones de acuerdo a la nueva repartición de fuerzas.
Bancadas divididas
Aunque nadie votó en contra, ganó la abstención con 66 votos, es decir los 53 congresistas fujimoristas, cinco apristas y algunos no agrupados. Y mientras se discutía el tema genérico de las nuevas bancadas, una de ellas, Concertación Parlamentaria, estallaba pocos días después de haber sido proclamada por Juan Sheput, Gilbert Violeta, Salvador Heresi, Pedro Olaechea y el pastor Rosas.
No está claro si la razón fue crear una nueva bancada con agenda claramente ultraconservadora o para impedir que Sheput relance el tema Chávarry. El fujimorismo lucha por mantener su hegemonía en el Congreso y cita cada vez más a Santiago Abascal, el líder del partido español VOX.
La izquierda, obsesionada por los horrores del neoliberalismo no tiene más propuesta que la mágica Asamblea Constituyente. El APRA no logra dar señales de una estrategia que la vuelva a entroncar con su larga historia y le permita sobrevivir a su alianza con el fujimorismo. Frente a esas tres fuerzas políticas (el fujimorismo, el APRA, la izquierda), las aisladas voces que defendían la propuesta del gobierno resonaban sin fuerza, incapaces de apoyarse en logros y sobre todo de proponer un camino real de cambios y esperanza.
Y por supuesto, pulularon las quejas amargas sobre los cuentos con los que se quiere distraer al pueblo, la manipulación de los fiscales y los silencios de “la prensa vendida”, que solo se interesaría en “lo que conviene a sus intereses”. Esta vez, uno de los campeones de la demagogia sobre este tema fue el congresista Jorge Castro, expulsado del Frente Amplio y decidido a deleitar al público con expresiones machistas y soeces sobre lo que le falta al Jefe de Estado.
Al término de doce horas de sesión, los congresistas decidieron postergar hasta hoy el voto sobre la confianza solicitado por el gobierno. La noche puede servir para que la serenidad inspire una decisión que ahorre inestabilidad y más polarización. Es probable que haya pocos congresistas dispuestos a citar a Churchill, el más grande parlamentario del siglo XX: “Si Hitler invadiera el infierno, yo buscaría argumentos para defender al mismísimo diablo”.
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