En este informe de RPP Noticias, presentamos las reflexiones de especialistas sobre el papel de las emociones en el voto.
Los procesos electorales en Perú se caracterizan por su alto grado de incertidumbre y el actual no es la excepción al tener nada menos que veinte candidatos presidenciales. En un escenario de precarización de partidos políticos y muy alta personalización de los políticos, cabe preguntarse cuál es el rol de las emociones al momento de la decisión del voto de los peruanos.
¿En qué medida el voto es un acto racional o emocional? ¿De qué manera influye la emocionalidad en nuestro voto? En este informe de RPP Noticias, presentamos las reflexiones de especialistas sobre el papel de las emociones en el voto.
Mario Riorda, politólogo y presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE), sostuvo que el votante tiene tanto un componente racional como emotivo. En esa línea, afirmó que estudios, como el realizado por Drew Westen (The Political Brain), han establecido que “si hubiese una colisión, es decir, puntos contradictorios del pensamiento racional versus el pensamiento emotivo, el pensamiento emotivo tiende a primar”.
Agustín Espinosa Pezzia, doctor en Psicología Social e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), sostiene que el comportamiento del voto tiene una fuerte influencia emocional o componente afectivo.
“La idea del comportamiento político como un comportamiento racional no está avalada por la investigación. Difícilmente nos comprometemos con el plan de gobierno, con ideas. Más bien nos comprometemos afectivamente y de ahí racionalizamos un poco nuestras elecciones”, manifestó.
Espinosa Pezzia indica, por ejemplo, que un candidato puede suscitar un tipo de simpatía, entusiasmo o actitudes positivas. “También puedes tener un candidato que es profundamente antipático, que te molesta”, señaló.
Para el politólogo Arturo Maldonado Nicho, los desafectos de los peruanos son más firmes que sus afectos. “Los ciudadanos sabemos o intuimos por quien no votar- y mucho de ese ‘por quien no votar’ tiene un componente emocional- desde mucho antes del día de la votación. Hay una gran proporción de gente que ya descarta de los veintitantos candidatos por quien no votar”, señala.
Maldonado Nicho señala que la decisión de a quien sí apoyar sin duda tiene un fuerte componente emocional y que “de alguna manera se define por hechos que marcan la campaña de último momento”. Comentó, por ejemplo, el caso del excandidato presidencial Alfredo Barnechea que a finales de marzo del 2016 fue captado negándose a comer un chicharrón durante un recorrido proselitista en Cañete. “Se originó una distancia emocional con los votantes”, manifestó el politólogo sobre este hecho.
El entorno de la emocionalidad en el voto en el Perú
Bajo la premisa de que en el Perú el sistema partidos políticos es prácticamente inexistente, ¿los candidatos apelan aún más al factor emocional? Maldonado señala que, en países con un sistema de partidos políticos más fuerte, con tradición y bases, el componente racional en la toma de decisiones puede ser mayor. “En países como el nuestro donde los partidos son marcas, aparecen y desaparecen, no generas vínculos con esos partidos, y donde la información lamentablemente en lugar de hablar de ideas se habla lamentablemente de chismes, ocurrencias y discutiendo hechos minúsculos, pues ahí efectivamente los ciudadanos y candidatos apelan a las emociones como mecanismo de toma de decisión más seguro”, dijo.
Espinosa agrega que, además de ese diagnóstico en lo político, el Perú tiene una estructura social caracterizada por la desigualdad en el acceso al poder. Estas diferencias en las clases sociales “generan un caldo de cultivo importante para narrativas populistas”, explica el investigador.
“Es una estructura del discurso: ‘ellos los que nos quitan el pan o la estabilidad a nosotros, los buenos’. Te das cuenta cómo se configura este tipo de prácticas políticas que además siempre incitan una respuesta afectiva o emocional”, señaló.
Mario Riorda, por su parte, señala además que vivimos en un siglo donde la política dejó de ser institucionalista con liderazgos: “Pasó a ser de personalista a hiperpersonalista”. “En esta hiperpersonalización, la dimensión emotiva que transmiten las figuras, sean deliberadas o no, siempre cobra un valor inestimable en la percepción de la ciudadanía y en los factores del voto”, explicó.
El especialista en comunicación política encontró en uno de sus estudios sobre campañas presidenciales en América Latina que menos del 20% del contenido está destinado al planteamiento de propuestas electorales. “Y esa parte minoritaria compite contra una enorme mayoría de contenido que está centrado en la personalización o en la hiperpersonalización que en definitiva termina orientando gran parte del voto. Insisto, esto puede ser deliberado o no, pero sucede y ni qué hablar de países con institucionalidad partidaria endeble como es el caso de Perú”, indicó Riorda.
La construcción del antagonista
Maldonado dijo que los candidatos buscan a apelar a las emociones de entusiasmo o alegría. También sostuvo que, en esta campaña, el miedo estará presente. “Creo que el miedo será la emoción a la que van a apelar los candidatos. Miedo con respecto a la crisis sanitaria, económica. También se buscará apelar a qué otros candidatos puedan representar un caos económico”, sostuvo.
Según Espinosa, los candidatos van a tratar de relacionar las emociones positivas a sí mismos, mientras que las emociones negativas buscarán vincularlas a sus competidores. En esa línea, el psicólogo señala que las emociones también se gestionan por los discursos, las estrategias de comunicación y las ideas de los políticos.
“Se construyen muchos discursos políticos sobre la amenaza de un antagonista. Esa amenaza genera una sensación de miedo en un sector del electorado que, de alguna manera, opta por el candidato que puede resolver dicha amenaza”, manifestó. Un ejemplo concreto en el Perú -señala el psicólogo social- es el discurso del fujimorismo con relación al terrorismo. “Se vincula la imagen del líder histórico del fujimorismo, Alberto Fujimori, a un conjunto de principios de derrota del terrorismo, de la violencia”, dijo.
En esa línea, Espinosa sostiene que esa práctica frecuente de la construcción de un antagonista en una campaña explica en cierta medida nuestro voto por el ‘mal menor’. “No votamos por el que más nos gusta o el que más entusiasmo genera, sino que votamos por el que de alguna manera nos parece menos malo o nos genera menos vergüenza o menos indignación”, señala.
En esa línea, Riorda añade que a nivel internacional se ha evidenciado que gran parte de los discursos son denominados “contra identitarios”. “Los candidatos no dicen formalmente lo que son o lo que quieren. Son discursos que se manifiestan contrario a algo o a alguien, a la persona que quieren contraponerse. Hay una negatividad en la sentimentalidad que es predominante”, manifestó.
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