El país ha experimentado más de 120 fenómenos de El Niño en los últimos cinco siglos. Sin embargo, la capacidad de respuesta y prevención frente a los daños por precipitaciones y deslizamientos no se ha consolidado. Especialistas comentaron sus puntos de vista a RPP Noticias.
Las intensas lluvias y subsecuente caída de huaicos al centro y sur del país han dejado doce fallecidos en la última semana. Las zonas más afectadas hasta el momento son Suchimán (Áncash), Aplao y Condesuyo (Arequipa), Mirave (Tacna) y Ubinas (Moquegua). Según comunicó este lunes el presidente Martín Vizcarra, el Gobierno calcula en 1800 el número de personas damnificadas y en ocho mil el de aquellas afectadas por los desastres.
Como medidas reactivas, el Ejecutivo declaró hasta 40 distritos arequipeños en emergencia y delegó funciones de coordinación a cada ministro en las regiones con mayores daños.
En un comunicado del pasado 8 de febrero, la Comisión Multisectorial de la Marina de Guerra del Perú a cargo del Estudio del Fenómeno de El Niño (Enfen), informó a la ciudadanía que las condiciones climatológicas y la temperatura del mar mantienen al Perú en alerta frente a un nuevo episodio de El Niño.
RPP Noticias consultó con cuatro especialistas a fin de analizar el problema. Todos coincidieron en estos tres puntos:
1. El riesgo siempre es estimable
De acuerdo con el informe “El fenómeno El Niño en el Perú”, publicado el 2014 por el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), el país ha pasado más de 30 veranos con episodios de El Niño en los últimos dos siglos. Si se suman los otros tres siglos anteriores, el registro histórico se engrosa en más de 120 incidencias. La última de mayor intensidad se produjo el 2017.
Nelson Quispe Gutiérrez, meteorólogo del Senamhi, señala que “por evidencia de años anteriores siempre se puede pensar en algunos lugares” donde las lluvias serán más intensas. “Ahora, como lo ha informado el Enfen, prácticamente estamos en un entorno de El Niño. Solo en caso que, de manera milagrosa, la temperatura del mar baje dos grados, saldremos de esa categoría para solo llamarlo ‘evento cálido’. Pero las lluvias siempre son habituales en esta temporada del año”.
El investigador sobre desastres naturales y doctor en Ciencias de la Tierra, Patricio Valderrama Murillo, precisa que la principal causante de los desastres no es la naturaleza. “Una lluvia o un huaico no son desastres en sí mismos, sino procesos naturales y completamente comunes. Los desastres ocurren cuando las poblaciones están en el camino de los huaicos y de los puntos de acumulación de agua de las lluvias. Y eso pasa porque estamos ubicados en zonas de emergencia. No podemos detener la temporada de precipitaciones ni tampoco la reactivación de las quebradas porque eso siempre ha ocurrido”.
2. Se cuenta con información científica
Las principales instituciones peruanas de medición de riesgos o daños sobre el suelo son el Instituto Geofísico del Perú (IGP), el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet) y el Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred). Todas emiten estudios e investigaciones de largo plazo que, unidos a los pronósticos climatológicos del Senamhi, generan para el Estado un panorama sobre las afectaciones que puede experimentar o que ha experimentado el territorio nacional frente a lluvias y deslizamientos.
Yamina Silva Vidal, doctora en Ciencias Físico-Matemáticas y directora de Ciencias de la Atmósfera e Hidrósfera del Instituto Geofísico del Perú (IGP), refiere que la información siempre está disponible. “El fenómeno y sus características ya los identificamos y conocemos. Siempre faltan muchas más investigaciones, pero sabemos de zonas donde ya ha pasado y donde el riesgo de que pase nuevamente es altísimo. El clima puede ser muy dinámico y sus manifestaciones no siempre tienen la misma intensidad, pero se tiene la evidencia de que los eventos que ocurrieron en un punto se pueden repetir”.
En el caso del IGP, Silva señala que los estudios de la institución -que suelen trabajarse en periodos de uno a dos años- se centran en las causas y los periodos de recurrencia de los fenómenos. El Ingemmet, por su parte, analiza los cambios y huellas en el suelo tras el paso de estos eventos y presenta conclusiones sobre los peligros geológicos y susceptibilidad que existen. Las zonas críticas identificadas por el Ingemmet pueden visualizarse en este mapa interactivo.
“Cuando terminamos el trabajo de campo, emitimos un informe de zonas críticas y este se alcanza a los gobiernos locales y regionales, además de exponerse digitalmente en nuestra página web. También se lo enviamos al Cenepred y elaboramos boletines con sus respectivos mapas y gráficos. Estas zonas críticas son las que deberían atenderse con mayor prioridad para revertir el mayor peligro”, detalla Manuel Vilchez Mata, geólogo del Ingemmet.
Hasta el 2018, el Cenepred había informado sobre las zonas más susceptibles a daños por la caída de huaicos. Estas son: Áncash, Arequipa, Ayacucho, Cusco, Huánuco, Junín, La Libertad, Huancavelica, Moquegua, Piura, Puno, Tacna, San Martín y Tumbes. De diez mil a 20 mil personas en cada una de estas regiones se encuentra en riesgo muy alto.
3. Pero la obligación del Estado no se concreta
Medidas de prevención, como la reubicación de personas que viven en zonas críticas, no llegan a consolidarse. Así lo reconoce la especialista del IGP, Yamina Silva. “Es difícil actuar frente a una población que ya está asentada en los espacios de riesgo. El reordenamiento territorial es costoso, complicado y toma tiempo porque se trata de revertir no solo un problema de organización, sino también de cultura. Muchas personas llegaron a esos espacios porque no tenían otro lugar y se acostumbraron a vivir en peligro. Debemos definir bien que los territorios tienen diferentes aptitudes: mientras unos se adaptan para la zona agraria y otros para la zona urbana y de construcción de viviendas, algunos simplemente no pueden adaptarse para ninguna actividad o asentamiento”.
Para el geólogo Patricio Valderrama, los esfuerzos por reforzar la prevención son insuficientes. “La cosa se va haciendo bien, pero son esfuerzos aislados. Vemos cómo el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) emite información, volantes, organiza simulacros. Esa labor se agradece, pero es pequeña. Lo que debería haber es un verdadero rebote de los estudios de riesgo [del Ingemmet y del IGP] a la ciudadanía para comprometer a las autoridades locales a ejecutar planes eficientes, tomando en cuenta las recomendaciones”.
Tanto Silva como el funcionario del Ingemmet expresaron, además, que no existe un canal que garantice la retención y el aprovechamiento de los informes que elaboran sus entidades.
"Se debería mejorar la comunicación e interacción [con las autoridades locales y regionales tras la entrega de informes]. Me parece bastante frío entregar un documento de investigación de 80 o 100 páginas, con tablas y figuras y no recibir ninguna comunicación. No sabemos si han entendido los informes o si precisan de más detalle. Creo que debería haber un pedido de asesoría en ese proceso", afirma la experta en geofísica.
"[Como Ingemmet], tenemos una relativa presencia y aceptación almomento de presentar informes a alcaldes y gobernadores. Lo que dificulta muchas veces el proceso de información son los cambios de gestión. Tenemos gobiernos locales o regionales que duran cuatro años. Suele suceder que entregamos el informe al alcalde saliente y el nuevo ya no lo conoce o no le da la prioridad que el otro sí le daba porque recién empieza a empaparse del problema y de la administración", dice Vilchez Mata.
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