En tiempos de crisis o de normalidad, la prioridad deben ser los niños, que no tienen por qué pagar las consecuencias de la imprevisión, la corrupción y las malas gestiones.
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La irrupción del coronavirus es quizás el fenómeno más rápido y global que se haya producido desde el cataclismo que terminó con los dinosaurios y permitió la aparición de la especie humana. A diferencia de guerras y catástrofes, la pandemia actual nos unifica en la vulnerabilidad, la sensación de impotencia y el dolor. El planeta se ha reducido y no ofrece lugares para escapar al riesgo del contagio: ni islas remotas, ni desiertos aislados, ni siquiera cruceros transatlánticos o portaviones nucleares. No todos los países se hallan sin embargo en la misma etapa. Algunos aprovecharon para prepararse mientras comenzaba la crisis en China. Poco a poco casi todos los gobiernos se han resignado a aplicar la más tradicional de las respuestas: el confinamiento, matar al virus impidiéndole reproducirse. Los que más tardaron en hacerlo, como Estados Unidos, Reino Unido y Brasil figuran ahora entre los que más aumentan su tasa de contagios y de muertes. El primer ministro británico, Boris Johnson, ofreció ayer su primera conferencia de prensa después de recuperarse de una forma grave de coronavirus. Johnson, inicialmente reticente a la cuarentena y favorable a la tesis del “contagio de rebaño”, ha silenciado los matices en su gabinete para adherir claramente a la opción del confinamiento.
Mientras tanto la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, ha podido decir: “Hemos ganado la batalla”. Su tarea es ahora liderar el retorno gradual y ordenado a la plena actividad. Alemania es también un ejemplo de previsión, aunque solo desde ayer rige la obligatoriedad de las mascarillas, en particular en el transporte público. Si algo positivo sacaremos de tanta muerte y tanta destrucción será una reforma de la manera como unos Estados colaboran con otros. En el plano sanitario, corresponde a la Organización Mundial de la Salud, agencia de la ONU, integrar las experiencias del terreno y la multitud de investigaciones en curso. Lo ha dicho el más importante filántropo del mundo, el multimillonario norteamericano Bill Gates: “Pese a sus eventuales errores, la OMS es la única institución capaz de coordinar los centros de investigación de todo el mundo… No es el momento de culpabilizar ni escudriñar. Es el tiempo de colaborar, en particular con China, que ha contribuido de manera decisiva a lo que ahora conocemos sobre el virus y la manera de defendernos de él. Por eso es lamentable que Estados Unidos haya suspendido su contribución”.
La crisis sanitaria y sus devastadoras consecuencias económicas no deben ocultar otros aspectos de nuestra vida pública. La situación en las prisiones, por ejemplo. El motín en el penal Castro Castro es una nueva señal de alarma sobre el malestar creado por el hacinamiento, la inseguridad sanitaria y la falta de claridad para definir una política de indultos. No menos de ocho internos fallecieron en circunstancias que deben ser explicadas. También la escandalosa corrupción en el seno de la Policía Nacional lesiona los valores fundamentales de nuestra República. Esperemos que el nuevo ministro pueda gestionar, reformar y sancionar.
La ministra de Economía ha hecho saber que el gobierno ha emitido un Decreto de Urgencia para “fortalecer el financiamiento de las micro y pequeñas empresas”. La ministra desmiente rumores, probablemente malintencionados, sobre su supuesta renuncia.
En tiempos de crisis o de normalidad, la prioridad deben ser los niños, que no tienen por qué pagar las consecuencias de la imprevisión, la corrupción y las malas gestiones. Por eso, pocas cosas más conmovedoras que el bello video hecho por la Autoridad del Transporte Urbano, ATU, que le da la palabra a niños para que digan a su manera lo que quieren y lo que no pueden: Pequeños luchadores, grandes enseñanzas. Los niños exhortan a los adultos a no romper la cuarentena. Una pregunta queda inevitablemente resonando: “Si nosotros los niños comprendemos lo malo que es el virus, ¿por qué no lo entienden tantos adultos que salen de sus casas?”.
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