Hace más de 150 años, la compra de funcionarios del Estado por parte de empresas extranjeras se hacía a través de intermediarios. Así se concretaron las principales obras públicas entre 1865 y 1875.
A fines de 1868 el Perú era gobernado por el presidente Balta. Eran tiempos de inestabilidad económica a causa de la corrupción heredada de gobiernos como el de Rufino Echenique y Ramón Castilla. Entonces, el joven y recientemente nombrado ministro de Hacienda, Nicolás de Piérola, decidió impulsar el déficit fiscal mediante el endeudamiento externo y así agilizar la economía. Para este propósito pidió al Congreso negociar la venta de guano al extranjero sin intermediarios. Este es el inicio de una historia que tiene una similitud con el escándalo de megacorrupción de Odebrecht.
Desde el mes de mayo de ese año, representantes la casa francesa Dreyfus habían tenido reuniones con miembros del Estado para que tomaran la administración de los yacimientos y salitre que iban a avalar estos empréstitos. La propuesta, aprobada por el Congreso de ese entonces, era que esta iniciativa sea licitada. Sin embargo, desde aquel mes, Dreyfus ya le pagaba dinero al gobierno en un contrato prácticamente aprobado e impulsado por Piérola, pese a que hubo otros tres postores en carrera que no fueron tomados en cuenta. La ganadora había sido elegida de antemano por las altas esferas del poder.
Los primeros negocios. El libro Historia de la Corrupción en el Perú, de Alfonso W. Quiroz, explica este proceso. "Juan Martín Echenique (hijo del expresidente Rufino Echenique) fue enviado a París como comisionado oficial con instrucciones precisas para firmar, junto a Toribio Sanz, un contrato formal con Dreyfus. El acuerdo secreto estipulaba que Thomson, Bonar & Co, el agente financiero del gobierno en Londres sería reemplazado por una casa comercial que debía ser escogida posteriormente por Dreyfus".
La empresa elegida fue Henry Schroder & Co, esta finalmente sería la encargada de cerrar los negocios entre el presidente Balta y la casa Dreyfus, que ejercería un control monopólico del guano.
Encuentros por el contrato. Con esta operación, muchos personajes vinculados al gobierno lograron "adquirir" acciones por más de 40,000 francos en todos los casos: Francisco de Rivero, Luis Benjamín Cisneros, Nicanor González, el parlamentario Fernando Casós, entre otros.
La oposición protestó y denunció estos hechos, sin embargo, fueron reprimidos y en algunos casos arrestados. Ellos pedían la resolución del contrato. Los encontronazos crearon desavenencias entre Piérola y Balta y el ministro logró imponerse y hacer una campaña política y legal a favor de la casa francesa que iba a administrar las islas guaneras.
Sistema avalado. El Congreso aprobó el contrato por 63 votos a favor y 33 en contra en la Cámara de Diputados. El sistema de corrupción de la transnacional había funcionado a la perfección y se haría de los dominios guaneros por los siguientes años. El contrato final se firmó el 17 de agosto de 1869 y estipulaba un "adelanto al gobierno de 700,000 soles cada mes por 2,4 millones de soles y cubrir el servicio del empréstito externo de 1865", según el libro de Quiroz. La deuda externa sería asumida por la firma francesa.
Este sistema de conversaciones y acuerdos previos también fue utilizado por la empresa brasileña Odebrecht para ganar licitaciones bajo la modalidad de sobornos, a través del Departamento de Operaciones Estructuradas. Pero entre 1865 y 1875 también hubo una red de corrupción a través de megaobras cuyos precios fueron sobrevalorados y cuyo costo tuvo que asumir el Estado a costa de beneficiar al enriquecimiento de unos cuántos.
Las obras fraudulentas. El empresario norteamericano Enrique Meiggs se alió con Dreyfus e impulsaron la construcción de un sistema de ferrocarriles y obras públicas que les permitirían ingentes ganancias mediante actividades ilícitas. La deuda externa aumentó avalada por un Congreso que en 1869 aprobó que el gobierno de Balta dé contratos de obras para hacer las vías férreas mediante bonos que rendían un interés del 6%
El sistema era el mismo. Por ejemplo, para las vías trasandinas de Lima-La Oroya, Arequipa-Puno y Arequipa-Mollendo, Meiggs enviaba emisarios para sobornar a las altas autoridades en el poder y que pueda ganar las licitaciones. "Se calcula que Meiggs repartió más de once millones de soles en coimas a autoridades (...) esta suma gastada representa alrededor del 8 y 10 por ciento del costo total de sus ferrocarriles, que costó entre 120 y 140 millones de soles", reseña el historiador Quiroz. El símil con el sistema utilizado por la brasileña Odebrecht es evidente.
A través de socios de Dreyfus, como Benito Vadeavellano y Donisio Dearteano, obras como el ferrocarril Chimbote-Huaraz obtuvieron sobrecostos gracias a pagos de sobornos. Al final el Estado pagó 24 millones de soles por esta obra, una cifra superior a la pactada inicialmente.
Ganancias líquidas. "Entre abril de 1868 y diciembre de 1871, se le concedieron (A Meiggs) o asumió contratos para la construcción de siete líneas que sumaban un total de 700 millas y 120 millones de soles. Meiggs fue pagado mayormente con bonos del gobierno emitidos desde 1869 a un interés de 6%", como se evidencia en el libro de Quiroz, el negocio era redondo mientras que el Estado se ahogaba en el pantano de las deudas y con obras que no representaron soluciones inmediatas.
Dentro de estas obras oscuras también están las del Palacio de la Exposición, un parque y un zoológico colindante y las instalaciones del puerto y la aduana del Callao. La situación, en poco más de 150 años, parece no haber cambiado tanto.
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