Pedro Castillo probó ser un caso más de la larga serie de farsantes que han disfrazado su codicia y su ineptitud con declaraciones huecas de identificación con los intereses del pueblo.
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Una semana después de los hechos, la tentativa de golpe de Estado de Pedro Castillo sigue generando violencia, muerte y sufrimiento en nuestro país. ¿Qué razón puede haber para incendiar una empresa agroexportadora, bloquear carreteras, inhabilitar aeropuertos, destruir comisarías, un canal de televisión y sedes del Poder Judicial y del Ministerio Público? Es cierto que nuestro país ha vivido de manera particularmente mortífera la pandemia y que los sectores más vulnerables sufren de graves privaciones y de una pésima calidad de servicios públicos esenciales. Pero, ¿por qué asociar esos reclamos legítimos con la defensa de un hombre que traicionó el encargo que recibió en las urnas y actuó con descaro en beneficio de sus intereses personales y los de sus allegados? Pedro Castillo probó ser un caso más de la larga serie de farsantes que han disfrazado su codicia y su ineptitud con declaraciones huecas de identificación con los intereses del pueblo. La vacancia que el Congreso aprobó horas después del golpe, ha dado lugar a su detención y desde anoche a la formalización de una investigación preparatoria por “rebelión, conspiración, abuso de autoridad y grave perturbación de la tranquilidad pública”. Si Castillo pretendió concentrar todos los poderes para garantizar su impunidad, lo que ha conseguido es todo lo contrario: permitir que la democracia se defienda. Anoche sesionó el Consejo de Estado, con la presencia añadida de los principales jefes militares. La Fiscalía ha solicitado una prisión preventiva de 18 meses que le permita investigar a Castillo, así como a sus principales cómplices, Betssy Chávez y Aníbal Torres. El vandalismo en las calles resultó ser el último recurso para defender a quien se aprovechó de la democracia para destruirla por dentro. Solo nos queda aprender una lección de un capítulo negro de nuestra historia: necesitamos desarrollo, no demagogia.
Las cosas como son