Los retos de una ciudad como Lima se multiplican en función de las actividades comerciales, sociales, educativas y de entretenimiento que desarrolla, pero no puede estar aislada de socios estratégicos y la evangelización de soluciones digitales.
Vivimos en una ciudad con múltiples problemas, en donde las prioridades parecen superponerse en capas interminables y generan esta sensación de desasosiego tan constante en las calles. El tráfico, el recojo de basura, el control de funcionarios, el cuidado del ambiente, los conflictos por terrenos; todas ellas se presentan todos como un cúmulo de escenarios inagotables que se refuerzan cada cuatro años, cuando un candidato refuerza estos panoramas caóticos como parte de su campaña. Si hay una variable poco insertada en las fórmulas de solución aplicadas, ésta ha sido la tecnología.
Por si alguno ya empieza a perder la fe y diluir la atención en autos voladores, robots policía o drones que disparan electricidad, el asunto no va por ahí. De hecho, muchas de las “ciudades inteligentes” actuales utilizan a la tecnología como engranaje para articular las diferentes áreas de un gobierno local.
Pero ¿Qué es una Smart City?
Partamos por un cuadro general. Una de cada dos personas en el mundo vive en una ciudad, y las dos terceras partes de la humanidad estará urbanizada en 30 años. Estos espacios concentran el 80% del PBI global, y esta aglomeración los lleva a tomar decisiones que produzcan una evolución sostenible, segura y rentable en beneficio de la humanidad. Es, en estas condiciones, que surge el concepto de “Ciudad Inteligente” o “Smart City”.
Sin embargo, muchos prejuicios saltan debido al uso de “Smart”, pues nos sugiere implementaciones tecnológicas omnipresentes y la idea de una “sociedad digitalizada” basada en la automatización de procesos. No necesariamente. Para Claudio Querol, Managing director de Innovus Consulting, el concepto de Smart City varía “dependiendo a quién le preguntes”.
“Una Smart City es aquella ciudad innovadora que utiliza las soluciones basadas en tecnología para resolver problemas reales y tangibles del ciudadano, con miras a mejorar la calidad de vida y generar desarrollo socio económico, pero de manera integrada. No implementar soluciones tecnológicas en silos: en educación, en salud, en transporte sin que hablen unas con otras. La idea es integrarla a una red de comunicaciones”, señala la especialista. Es, desde este punto, desde donde podemos construir un concepto más claro y cercano de lo que una “ciudad inteligente” puede ser.
Si observamos la lista de las ciudades inteligentes más destacadas de los últimos años, notaremos algunos factores constantes para el éxito de este proyecto. Para Gina Medrano, cofundadora de Perú D, es importante conocer lo que el ciudadano necesita. “Una Smart City está por y para los ciudadanos. Entonces ¿Qué quiere el ciudadano, qué problema quiere que se atienda? Mas de la mitad de los peruanos cree que el problema principal en la ciudad es la falta de seguridad, seguida de desorden en el tránsito vehicular y corrupción dentro del municipio. Pero, además, los ciudadanos creen que las TIC – Tecnologías de la Información y la Comunicación – sí pueden ayudar a resolver estos problemas. De hecho, es el 85% que considera esto muy importante. Incluso, 7 de cada 10 limeños te dice que el postulante a la alcaldía debe incluir propuestas digitales en su plan de gobierno”.
Para la especialista, “una Smart City es un espacio en donde se desarrolla la vida de los ciudadanos, en donde hay tecnología usada de manera sostenible y está al servicio del ciudadano, para mejorar su calidad de vida. La tecnología es un medio para que la gente pueda ver sus problemas satisfechos”.
¿Qué modelos de “Smart City” existen en el mundo?
Si uno observa la lista de ciudades inteligentes que lideran el cambio este 2018, notaremos que no son entornos futuristas, sino administraciones responsables que ponen al ciudadano en el centro de su implementación. Para Mauricio Novoa, presidente de Goberna Perú, “el concepto de Smart City se vuelve fundamental, no hay otra opción. Sin embargo, no se puede hacer nada sin un concepto integral. La utilización de tecnologías en la resolución de problemas de una ciudad tiene que ser parte de un plan integral que en el fondo pasa por la pregunta ¿Cómo queremos vivir? ¿En qué ciudad queremos vivir?”.
Gran parte de las soluciones que debemos buscar pasan por crear accesos a todos y brindar seguridad a las personas más vulnerables: “Hay quienes dicen que la prueba ácida para entender una ciudad vivible es que un niño pueda ir de un sitio a otro caminando sin ningún problema, sin riesgos de seguridad o que lo vaya a atropellar un auto. Y el paseo, encima, debe ser una experiencia agradable. Más que la construcción de ciertas estaciones de buses, o un parque específico, un bypass o lo que sea, es la reflexión que deberíamos tener. Las ciudades, en el fondo, son sistemas integrados. Y la experiencia en el mundo señala que la sobre extensión de estas ciudades, ha creado espacios excluidos y sin acceso a la naturaleza o a servicios básicos”.
La organización Eden Strategy publicó en 2018 un ranking con los 50 principales gobiernos en el mundo, basados en “Smart City”. Esta lista se ordena en base al rol que los gobiernos desempeñan en liderar una estrategia de ciudad inteligente, más allá de celebrar sus propios logros tecnológicos. En palabras de Calvin Chu Yee Ming, socio de Eden Strategy, “las ciudades inteligentes están ocupando el centro del escenario para garantizar un futuro adaptable, inclusivo, productivo, sostenible y resiliente para la humanidad. Liderar el desarrollo y la revitalización de ciudades atractivas y de alto rendimiento es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo”.
Los 10 gobiernos más importantes basados en ciudades inteligentes, de acuerdo con la lista de Eden Strategy, son: Londres, Singapur, Seul, Nueva York, Helsinki, Montreal, Boston, Melbourne, Barcelona y Shanghai. Las otras diez posiciones son ocupadas por ciudades en franco crecimiento, como Shenzhen, Taipei, Amsterdam y Hong Kong.
Estas sociedades son medidas en base a 10 vectores transversales, como: claridad de visión, liderazgo, presupuesto, provisión en incentivos financieros, programas de soporte y asistencia, fomento del talento, aproximación al ciudadano, desarrollo de un ecosistema de innovaciones, implementación de políticas “Smart” y monitoreo de iniciativas y proyectos.
Como se puede ver, este conjunto de condiciones no se basa netamente en tecnología, pero encuentra en ella una aliada para la implementación.
Entonces ¿Qué no es una Smart City?
Para Claudio Querol, “una Smart City no es aquella ciudad que usa soluciones tecnológicas de manera salpicada. Existen muchos ejemplos en el mundo, de soluciones que han sido implementadas de manera aislada, pensando que eso iba a generar una ciudad inteligente conectada. Estas soluciones deben seguir una estrategia que empieza por entender cuál es el problema que quiero resolver para beneficio del ciudadano. Lo que se busca es mejorar su nivel socioeconómico, su calidad de vida. Si yo, como autoridad, no sé qué problema tiene, entonces no sabré qué debo implementar. Si la implemento por implementar, o porque funcionó en otra ciudad y lo vi en un viaje que hice, lo más probable es que estas cosas fallen”.
El nivel de articulación de esta estratega debe ser tan eficiente, que no debe dejar ningún recoveco al azar. Para Gina Medrano, esta secuencia es importante, pues permite ver la capacidad de reacción y gestión de una autoridad. “Unos alumnos me comentaron en clase que hay una aplicación para denunciar cuando te roban. Hay que tener un poco de cuidado con esas apps. Me roban, se va el ratero, agarro mi teléfono, abro la app, pongo que me robaron la cartera en la esquina de tal calle. Y ¿me quedo ahí parada esperando que venga la policía, o que me llegue un correo diciendo que recibió mi mensaje de la denuncia? O sea, hasta qué punto este tipo de aplicaciones pueden ser realmente útiles, o cuál es la maquinaria que está detrás de esta app. ¿Realmente la respuesta de la policía va a ser inmediata, o efectiva? Hay que tener mucho cuidado con las expectativas de los ciudadanos”.
Es, sin duda, una de las cuestiones a resolver para dirigir nuestros esfuerzos a construir una estrategia de “Smart City”. Si bien el alcalde no está obligado a conocer de cerca la tecnología, debe ser sí una figura convocante en este tema, bajo un proyecto claro y que no se interrumpa. Esto, sin duda, es uno de los nudos a destrabar para el logro de una ciudad inteligente.
Para Mauricio Novoa, “esto pasa por dos cosas. La primera, que a veces es la más difícil en los políticos, es reconocer lo que han hecho los anteriores alcaldes. Esta idea del borrón y cuenta nueva, o la de no continuar las obras del alcalde predecesor porque no fueron buenas, es una lógica nefasta. Lo segundo es entender que los fracasos implican un aprendizaje. Y, gracias a las tecnologías, hay fracasos que se pueden revertir rápidamente. Esta penalización de las obras anteriores y la poca tolerancia hacia el fracaso, son dos elementos que no nos permiten construir hacia adelante”.
Son los técnicos en el gobierno local los encargados de identificar los procesos que pueden ser optimizados con tecnología. Sistemas de pago por app en el transporte, reciclaje eficiente y claro en el mensaje, trámite en línea, interconexión en beneficio de la seguridad ciudadana entre actores privados y la administración pública, reacción eficiente ante el delito y recolección de evidencia. Lo importante, en función de lo mencionado por los especialistas convocados en esta nota, es mantener un modelo que sea apoyado por la ciudadanía y que no venda ilusiones. Solo soluciones.
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