La mayoría de animales domésticos que se encontraban en Chernobyl durante el desastre nuclear fueron sacrificados, pero, ¿qué sucedió con aquellos que sobrevivieron?
“Chernobyl”, la nueva miniserie de HBO, narra la historia de una los peores accidentes nucleares -ocurrido en Ucrania, en 1986- y de los hombres y mujeres que se sacrificaron para salvar al continente europeo de un desastre mayor.
La serie de cinco episodios, puntuada en el ránking de IMDb como una de las mejores, se centra en el alcance del desastre de la planta nuclear, revelando el cómo y el por qué ocurrió y revelando las heroicas historias de quienes lucharon -y aun luchan- por revertir el desastre.
La serie también retrata a los tres “liquidadores”, personas que deben recorrer las calles de Pripyat en busca de animales domésticos para sacrificar y enterrar bajo un hormigón, con el propósito de evitar que se esparza la radiación.
A pesar de que no todos los eventos narrados por la producción de HBO son reales, uno de sus creadores, Craig Mazin, ha aclarado en su cuenta de Twitter que todo lo relacionado a los canes es real, y que ellos representaron las difíciles situaciones “suavizándolas”.
La realidad es que no todos los animales fueron sacrificados; algunos lograron escapar y sus descendientes aun deambulan por las cercanías del lugar con un singular propósito: cartografiar los niveles de radiación.
CIUDAD FANTASMA
Cuando los habitantes de Chernobyl fueron obligados a evacuar sus hogares, también se vieron forzados a abandonar a sus mascotas, a quienes pensaron volverían a ver, sin embargo, esto no se les permitió, por lo que muchos perros y gatos quedaron libres en la ciudad fantasma.
Y sí, muchos de ellos fueron sacrificados por los liquidadores, pero otros consiguieron esconderse y sobrevivir, por lo que se calcula que actualmente unos 900 perros callejeros pululan por las calles de Chernoybyl.
Esta situación ha movilizado a veterinarios, voluntarios y expertos en radiación de un grupo llamado The Clean Futures Fund, que han puesto en marcha un protocolo que consiste en capturar a los canes, vacunarlos, catalogarlos y liberarlos nuevamente, llevando un collar con sensores de radiación.
Estos artefactos sirven para medir los niveles de la misma en las zonas aledañas a la central nuclear, lo que permite que los científicos puedan conocer el estado de la zona sin tener que acercarse.
Entonces, los perros que aun habitan el lugar son radioactivos, por lo que no pueden ser acariciados por los visitantes de los recorridos turísticos, no obstante, aun queda esperanza para los más jóvenes.
Estos perros poseen bajos niveles de radiación, por lo que pueden ser llevados a otros países para ser adoptados y que crezcan libres de peligro. Los que permanecen en el lugar son alimentados por voluntarios.
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