Desconocen el fuego, no cultivan la tierra y rechazan cualquier contacto exterior. Su extrema vulnerabilidad a enfermedades y la hostilidad hacia forasteros han mantenido su existencia envuelta en misterio y aislamiento, convirtiéndolos en una de las sociedades más enigmáticas y frágiles del planeta.
En pleno siglo XXI, Sentinel del Norte sigue siendo un enigma en el mar de Andamán. Sus habitantes, conocidos como sentineleses, viven en un aislamiento casi completo, desconociendo conceptos básicos para el resto del mundo como el fuego o la agricultura. Esta tribu de cazadores-recolectores, que podría tener entre 15 y 500 miembros, mantiene un estilo de vida que parece sacado de la Prehistoria. Sin censos oficiales ni contactos regulares, el misterio sobre su existencia perdura.
Arcos y flechas
Los primeros registros de los sentineleses datan de finales del siglo XIX, cuando el archipiélago de Andamán y Nicobar era una colonia penitenciaria británica. En 1867, Jeremiah Homfray avistó a unos diez hombres en la playa, armados con arcos y flechas, lo que asustó a su tripulación y los hizo retirarse sin tocar tierra.
Tres años más tarde, Maurice Vidal Portman intentó establecer contacto y describió la isla como un terreno fértil para el cultivo de palmas de coco, aunque sus incursiones probablemente trajeron enfermedades que diezmaron a la población nativa.
La vulnerabilidad de los sentineleses es extrema debido a su falta de inmunidad frente a enfermedades comunes. Survival International los describe como "la sociedad más vulnerable del planeta". Su total aislamiento aumenta el riesgo de que una epidemia pueda aniquilarlos. Esta preocupación llevó a las autoridades indias a prohibir cualquier aproximación a la isla en un radio de cinco kilómetros en 2005, aunque el peligro no ha disuadido a todos los curiosos.
Evolucionan como sociedad
En 1991, antropólogos indios lograron el primer y último contacto pacífico, ofreciendo cocos a los sentineleses sin pisar tierra firme. Los investigadores observaron que la tribu había comenzado a utilizar herramientas de metal, posiblemente recuperadas de naufragios cercanos, mostrando una evolución de la Edad de Piedra a la del Hierro.
Sin embargo, los peligros del contacto, tanto para los forasteros como para los propios sentineleses, han mantenido la isla en un aislamiento forzoso.
A pesar de su rica ecología, Sentinel del Norte no está exenta de amenazas ambientales. El tsunami de 2004 afectó gravemente los arrecifes de coral que rodean la isla, esenciales para la pesca y la supervivencia de la tribu. Con vuelos de reconocimiento limitados y sin acceso directo, el futuro de los sentineleses sigue siendo incierto.
La isla permanece como un último bastión de la prehistoria, cuya tribu lucha por sobrevivir en un mundo que avanza sin detenerse.
Isla peligrosa
En noviembre de 2018, John Chau, un joven estadounidense de 27 años, fue asesinado por la tribu de Sentinel del Norte tras intentar establecer contacto con ellos, lo que destacó nuevamente la peligrosa reputación de esta aislada comunidad. Chau, que había pagado a pescadores para llevarlo a la isla, fue recibido con una lluvia de flechas al desembarcar y su cuerpo fue encontrado en la playa al día siguiente. Este trágico incidente resalta la hostilidad de la tribu hacia los forasteros, un comportamiento documentado desde hace años.
La tribu de Sentinel del Norte, considerada la más aislada del planeta, ha rechazado sistemáticamente todo tipo de contacto exterior. Las imágenes aéreas muestran una isla aparentemente idílica, pero su temible reputación ha mantenido a la mayoría de los curiosos a distancia. La tribu ha atacado a pescadores ilegales y ha disparado flechas a aviones y helicópteros, protegiendo ferozmente su territorio de cualquier intrusión.
Habitada desde hace 60 000 años, Sentinel del Norte es un enclave enigmático con un pasado profundamente conectado a sus habitantes. La tribu, a menudo referida como "la tribu de la Edad de Piedra", sigue siendo un misterio para el mundo exterior, ya que se desconoce su idioma, sus rituales y su número exacto de miembros. Los intentos del gobierno indio de establecer contacto en las décadas de 1970 y 1980 fracasaron, llevando a las autoridades a decidir no interferir más.
La ONG Survival International ha alertado sobre los peligros que los forasteros representan para esta comunidad, no solo por la violencia que pueden enfrentar, sino también por la posible introducción de enfermedades a las cuales los sentineleses no tienen inmunidad. Este riesgo se hizo evidente tras el asesinato de Chau, quien pudo haber introducido agentes infecciosos mortales a la tribu.
La historia de Sentinel del Norte sigue siendo un recordatorio de los límites de la curiosidad humana y la necesidad de respetar las fronteras culturales y biológicas de las comunidades aisladas. La muerte de Chau, junto con los incidentes anteriores, subraya la importancia de la protección y el respeto hacia estos habitantes antiguos y sus formas de vida.
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