Las detenciones migratorias, los aranceles y el temor infundido en redes han desplomado las ventas en uno de los mercados más tradicionales de Los Ángeles.
Los Callejones del centro de Los Ángeles, conocidos por su dinamismo y su vibrante comercio latino, atraviesan una de sus peores crisis. A pesar del feriado largo y el aumento del tráfico peatonal, las ventas han colapsado, y lo que antes era un bullicioso epicentro de moda y sabor se ha convertido en una zona desierta. Las causas están claras para quienes viven del día a día: el miedo a las redadas del ICE, los nuevos aranceles y una economía que no da tregua.
Comerciantes como Olivia Sánchez y Rosario Estrada ven con angustia cómo los ingresos se desvanecen. Olivia, que antes vendía hasta U$D 200 diarios en frutas, ahora apenas alcanza los U$D 40. Rosario, con 17 años en la venta de ropa, asegura que nunca había enfrentado un panorama tan desolador. Las redes sociales, al alimentar rumores de operativos migratorios, han contribuido a sembrar un temor que aleja a los clientes sin que medie una sola patrulla.
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El miedo a ICE paraliza el corazón comercial de la ciudad
Desde que Donald Trump asumió la presidencia, la política migratoria se endureció y los operativos del ICE se intensificaron. Aunque oficialmente se asegura que las detenciones se enfocan en personas con antecedentes criminales, más de la mitad de los arrestados no tiene cargos penales. Esta realidad ha hecho que cualquier operativo administrativo en Los Callejones sea interpretado como una redada. Rosario lo explica con claridad: "Una publicación en TikTok basta para que la gente ya no venga".
Las ventas caen y la tradición familiar peligra
Empresarios como Jesús Contreras o Jesenia Calderón han visto desplomarse sus ingresos hasta en un 70%. Contreras, que empezó a vender mariscos tras perder horas laborales, nota la ausencia de clientes y se mantiene solo gracias al apoyo entre comerciantes. Jesenia, al frente de una juguetería familiar con 30 años de historia, resiste mientras los peluches de moda logran pocas, pero valiosas ventas. “No hemos visto redadas, pero la gente cree lo que ve en redes”, afirma.
Las rentas altas y el cierre inminente de negocios
Para Sara Tee, propietaria de Five Star Hip Hop Inc., el fin parece inevitable. Sus ingresos no superan los U$D 50 diarios y el alquiler mensual de U$D 10 000 es una carga imposible de sostener sin ventas significativas. “Si la temporada navideña no mejora esto, cerraremos”, afirma con franqueza. Su llamado a la comunidad es claro: apoyar o ver morir una tradición.
A pesar del declive, aún hay quienes eligen Los Callejones como destino. Jazlyn García y Rosie Pérez lo visitan por nostalgia, por identidad, por el deseo de tocar, ver y apoyar lo suyo. Para ellas, no se trata solo de comercio: “La mayoría de quienes trabajan aquí son latinos. Es nuestra gente”, dice Rosie. Esa fidelidad puede ser la chispa que mantenga viva la historia de este lugar.
El futuro de Los Callejones es incierto. Pero entre carritos de fruta, prendas colgadas y juguetes que despiertan memorias, los comerciantes siguen firmes. La esperanza, aunque menguada, sigue latiendo entre quienes creen en el valor de lo local, en la cercanía humana y en la tradición que resiste incluso bajo amenaza.
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