Los cazadores y agricultores de Tingana dejaron de matar animales y talar arboles. Su intención fue conservarlo todo para atraer turistas. Hoy, diez años después, Tingana es un paraíso ecológico imperdible en medio de la amazonía peruana.
"Yo soy Juan Isuiza, un salvador de este pequeño bosque que tenemos en el Altomayo, llamado Tingana. También soy un promotor del eco turismo. Es más rentable porque ver un animal vivo vale más que cien animales muertos. Me llena de alegría poder invitar a la gente acá a nuestro pequeño pulmón del mundo."
Tingana: de cazadores a guardianes del bosque
Solo el 11% de peruanos reconoce que el modo de ser de la gente es una razón de orgullo de ser peruanos, según la última encuesta del Instituto Integración. Otros elementos resaltan más en esta lista de orgullos, como la gastronomía.
Para Juan Isuiza, un agricultor y cazador que fundó en su propia casa la reserva turística de Tingana, esta negativa percepción es algo que los peruanos deben cambiar. “Por ejemplo, lo que más le impresiona a todo visitante es nuestra amabilidad, cordialidad y buena atención”, señala.
Juan es el líder y socio principal de Tingana, un humedal o bosque en la selva que durante casi un siglo ha sido propiedad de su familia, pasando entre generaciones. La experiencia aquí es única por la calidad del servicio ofrecido al turista. Parece como si todos los tinganeses llevaron cursos intensivos de hotelería y turismo, cuando en realidad es parte de su cultura. Su trato es auténtico. En cinco minutos, el visitante está en casa, como si nunca se hubiera ido.
“Nosotros siempre usamos palabras regionales y nuestros chistes para contarles anécdotas al turista. Somos psicólogos e identificamos bien a la gente para tratarlos como mejor se sientan”, señala Juan. El carisma es natural para los tinganeses, pero el buen trato lo han aprendido con la experiencia. “Han recibido capacitación en oratoria y empatía. Dejaron de ver a los turistas como seres superiores; ahora entienden que son personas de igual a igual y eso mejora el servicio”, afirma Milovan Savic, promotor del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo.
Junto con las capacitaciones, algunas costumbres de la zona han mejorado para potenciar el ecoturismo. Las actividades principales que ofrecen a los turistas son el avistamiento de flora y fauna, expediciones por los pantanos en canoa y realizar la siembra sostenible. Son días de completa inmersión en la selva. Para ello es indispensable la protección de los recursos naturales.
Sin embargo, antes de ser una reserva turística, la población de Tingana se dedicaba solo a la caza y la agricultura, lo que ocasionaba la destrucción progresiva de la naturaleza. “Durante años hemos matado y comido todo lo que se movía para subsistir. Desde monos hasta insectos. Talamos los árboles, contaminamos los ríos. Pero ahora lo conservamos todo para el turista”, señala Juan.
La sostenibilidad a partir de la conservación y el turismo
Tingana hoy es un área de conservación natural en Perú. La tierra está en concesión a la propia comunidad, de al menos siete familias. Tras años de trabajo en equipo, hoy todos los pobladores han elegido preservar el bosque, en lugar de destruirlo.
Por ejemplo, su alimentación ahora consiste en granjas y zonas agrícolas determinadas, no en cualquier parte de la reserva. También los protege de invasores externos y migrantes que buscan apropiarse del territorio. Además, los servicios higiénicos son ecológicos; sería imposible que existiera alcantarillado porque en época de crecida de ríos y lluvias intensas, se desbordarían las tuberías.
La comunidad de Tingana considera al lugar como un resort ecológico y su naturaleza se adapta a ello. Les ha tomado más de diez años en tener un muelle que conecte las instalaciones con el río. Cuentan con un amplio comedor, una explanada para el descanso y cabañas típicas de la zona para albergar a los huespedes.
Montar el resort natural Tingana ha tomado más de diez años. Con más apoyo de la cooperativa internacional y las autoridades locales que lo ganado por el propio turismo. El aumento de visitantes ha sido progresivo y lento. Hoy, con más de dos mil turistas cada año, es dificil encontrar un día de la semana donde no caiga un grupo al menos de cuatro persona, para vivir la experiencia completa.
No obstante, el turismo todavía no es una actividad que se sostiene por sí sola en Tingana. Para crecer, la comunidad ha empezado a educar a sus nuevas generaciones en formación académica. Así lo cuenta Bercelia Mestanza, jefe de cocina, que cuenta como sus hijos ahora estudian ecología, turismo o administración, que les brindan herramientas para poder sacar adelante el lugar en el largo plazo.
Esto hoy ha resuelto varios problemas de Tingana, como menciona Milovan Savic. El registro de visitantes era complejo por la poca conectividad (no hay Internet ni luz eléctrica en la noche). Hoy, la oficina operativa está ubicada en Moyobamba y es administrada por la hija de Juan Isuiza. A su vez esto les permite llevar seguimiento de otras asociaciones turísticas que utilicen el nombre de Tingana para ofrecer servicios
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