Un hecho traumático durante la infancia que marque la memoria de una persona puede originar depresión, ansiedad, frustración, sentimiento de culpa, entre otras sueclas en la vida adulta.
Las personas no son conscientes de la influencia de las heridas emocionales en la vida diaria. Más aún si dichas heridas son producto de algún suceso traumático en la infancia, en algunos casos contribuyendo en decisiones extremas, según las investigaciones de la Universidad de Princeton.
Los impactos negativos en la adultez se pueden dar en su comportamiento y su perspectiva de vida. Las reacciones biológicas que se pueden producir son la depresión, la ansiedad, la frustración, el aislamiento, el sentimiento de culpa, el odio y la desconfianza.
SECUELAS EMOCIONALES
Las heridas emocionales en la vida adulta son el miedo al rechazo, generalmente a causa del rechazo de los padres en la infancia. Este tipo de secuela se puden observar cuando las propuestas de las personas no son aceptadas y se siente fracasada.
Cuando los padres no protegen a los menores de sus miedos, al convertise en adultos manifiestan un miedo al abandono que se traduce en inseguridad y dependencia emocional. La humillación también es otra sensación que se arrastra hasta la adultez. La burla escolar y en redes sociales, sumado al maltrato paternal, producen en el adulto una tendencia a la depresión, autoestima baja y una carga emocional de negativa.
Una situación que parecería común como la promesa incumplida de un juguete o un viaje no realizado con los padres podría originar en los menores una sensación de traición que en la adultez se traduce como una personalidad insegura, miedosa y celópata.
Un entorno familiar violento para los niños también repercute en la personalidad actual del adulto. Existe una alta probabilidad de que esos hijos también sean padres violentos en su futura familia.
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