La legislación establece que refrescos con elevados niveles de azúcar no podrán ser comercializados en envases que superen las 16 onzas ó 0,464 litros en la Gran Manzana.
La Federación Hispana y la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP) se unieron a la lucha contra la polémica prohibición de los refrescos azucarados gigantes en Nueva York, que aseguran afectará de forma desproporcionada a los pequeños comercios de grupos minoritarios.
"Nos parece que la ley no tiene sentido y que va a afectar de una manera muy negativa a nuestros pequeños negocios", dijo hoy a Efe José Calderón, el presidente de la Federación Hispana, que se ha aliado con la NAACP de Nueva York para tratar de evitar que esta legislación entre en vigor el 12 de marzo.
Esos dos grupos sin ánimo de lucro presentaron de forma conjunta ante los tribunales neoyorquinos un escrito de "amicus curiae" en el que respaldan la demanda liderada por la Asociación Americana de Bebidas contra esta medida, que fue aprobada por las autoridades sanitarias neoyorquinas en septiembre pasado.
La legislación, pionera en Estados Unidos y que busca luchar contra la obesidad, establece que los refrescos con elevados niveles de azúcar (más de 25 calorías por cada 8 onzas o 0,236 litros) no podrán ser comercializados en envases que superen las 16 onzas ó 0,464 litros en la Gran Manzana.
Los establecimientos afectados son aquellos regulados por la ciudad, es decir, restaurantes, cadenas de comida rápida, carritos callejeros, bodegas y tiendas de ultramarinos, cines, estadios y salas de conciertos, pero quedan excluidos supermercados y cadenas regulados por las autoridades estatales.
"Hay algunos negocios que pueden tener ese producto y otros que no lo pueden tener. Entonces a nuestros negocios, que están sufriendo económicamente, esto les puede hacer mucho daño", añadió Calderón.
A su juicio, la legislación "no trata de manera seria el problema de la obesidad", puesto que para ello harían falta medidas como aumentar las horas de educación física en las escuelas o mejorar la educación en salud, así como "involucrar a todos los sectores implicados".
Cuando la legislación fue aprobada por la Junta de Salud de la ciudad de Nueva York, el alcalde Michael Bloomberg, denominado por muchos la "niñera Bloomberg" por sus múltiples regulaciones para mejorar la salud de sus conciudadanos, la calificó como el "mayor paso que cualquier ciudad haya tomado jamás para poner fin a la obesidad".
Según una encuesta realizada por el diario The New York Times el año pasado, seis de cada diez neoyorquinos se oponen a esta medida, que encuentra particular rechazo entre los residentes de los barrios del Bronx y Queens.
EFE
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