Hasta el momento no se aplican vacunas contra la COVID-19 a niños y adolescentes menores de 16 años. Sin embargo, hay distintos ensayos clínicos en marcha que buscan verificar si las vacunas son efectivas y seguras en esa población.
Hasta el momento, más de 507 millones de dosis de vacunas contra la COVID-19 han sido administradas en el mundo. Sin embargo, en ningún país se ha puesto en la mesa el tema de iniciar la vacunación a menores de edad.
La razón: no hay ensayos clínicos en esta población que determinen la seguridad y eficacia de las vacunas contra el nuevo coronavirus por lo que las que han sido aprobadas para su uso de emergencia están diseñadas para su administración a personas mayores de 18 años.
Ante esta situación, algunos laboratorios como Moderna, Pfizer, Sinopharm y Oxford/AstraZeneca han informado sobre el comienzo de ensayos clínicos en niños y adolescentes hasta los 16 años para obtener información sobre la acción de la vacuna contra la COVID-19 en este grupo.
El desafío de vacunar contra la COVID-19 a niños y adolescentes (el grupo que no ha sido contemplado hasta el momento en los planes de vacunación del mundo) responde a garantizar la llamada inmunidad de rebaño, que menciona que se necesita superar la inmunización del 80% de una población para que sea inmune.
El doctor Luis Figueroa, patólogo clínico, afirma que es importante buscar una vacuna contra la COVID-19 dirigida a los niños. “Todos deberíamos ser vacunados, para garantizar algún nivel de protección contra este virus que es muy infeccioso, pero por fortuna poco letal”, menciona.
El doctor Abel Salinas, jefe de Pediatría de Clínica Internacional, sostiene que es importante que los laboratorios ya inicien los estudios en niños por dos razones: evitar que contagien a otras personas y que ellos mismos se infecten y agraven por la enfermedad.
“Si bien es cierto que la mayoría de niños tiene síntomas leves o son asintomáticos, son una fuente de contagio muy alta. Es muy fácil que los niños contagien a los adultos o a otras poblaciones que pueden ser de riesgo. Pero, además, lo que estamos viendo es que los niños también pueden ir afectándose y, aunque no sean la mayoría, pueden desarrollar cuadros graves, enfermedades inflamatorias sistémicas o alguna enfermedad tipo Kawasaki, por lo tanto también es importante protegerlos”, menciona.
Por su parte, el doctor Carlos Vidurrizaga, investigador del centro de Bioingeniería de la UTEC, resalta que no se trata de “buscar una nueva vacuna, pero sí tienen que ver algunas consideraciones más especiales, en su mayoría éticas”.
“Hay que tener en cuenta cualquier condición que puedan tener los niños y que de alguna manera puedan verse agudizadas con el uso de vacunas. No se trata de buscar vacunas especiales en este caso, o diferentes, sino buscar las dosis adecuadas para que los niños pueden utilizar estas vacunas”, afirma.
ENSAYOS CLÍNICOS EN NIÑOS
El doctor Vidurrizaga menciona que los ensayos clínicos de vacunas contra la COVID-19 en niños “van a demorar un poco más”, ya que reclutar a los pacientes es un proceso un poco más complejo.
“Los niños pueden llegar a representar cerca del 20% de la población que no requeriría vacunar. Esto hace que demore un poco más, no necesariamente que sean más difíciles, pero no hace posible que podamos tener esto en un tiempo récord. Los mejores estimados establecen que para fines de año o inicios de 2022 podamos tener la disponibilidad de vacunas y vacunación para menores de edad, primero para menores entre 12 y 16 años y luego en menores de 12 años”, afirma.
Añade que laboratorios como Pfizer ya iniciaron algunos estudios y ensayos clínicos de su vacuna contra la COVID-19 en pacientes entre los 12 y los 16 años de edad.
“El 25 marzo, el laboratorio anunció que iniciaría los estudios clínicos en pacientes entre 6 meses y 11 años de edad, con lo cual ya está ampliando el rango de pacientes que en este momento se están evaluando para poder ser tributarios del uso de la vacuna de Pfizer”, resalta.
El doctor Figueroa comenta que es importante estudiar nuevas intervenciones de salud para los niños, ya que tienen diferentes necesidades y enfermedades en comparación con los adultos.
“Cuando se realizan investigaciones como los ensayos clínicos donde los seres humanos participan, un criterio muy importante es que los participantes tengan autonomía para decidir su participación, en este caso eso no sucede en los niños. Por lo tanto, la valoración de riesgo-beneficio es crucial. Los padres tendrán que orientar y explicar a los niños sobre esta participación y los comités de ética deben evaluar todos estos temas para la validez del estudio y su viabilidad”, sostiene.
En el caso de los niños, menciona Figueroa, “los pasos son mismos que los ensayos para los adultos, quizás con algunas variaciones en relación a las dosis y temas de vigilancia en las fases para valorar la seguridad y eficacia".
“Según lo avanzado para las vacunas en adultos, para los niños es posible tener una vacuna. […] Dependerá de cómo las empresas que fabrican los ensayos impulsen su difusión y permitan que los participantes rápidamente completen los números de participación. Con suerte podríamos tener una vacuna para los niños en el 2022”, finaliza.
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