En la vigorexia, las personas tienen obsesión por aumentar la masa muscular porque ven su cuerpo siempre como débil, delgado o enclenque.
Obsesión por un cuerpo musculoso, baja autoestima, entrenamiento físico casi obsesivo y compulsivo, dietas altas en proteínas, utilización de esteroides anabólicos, son algunos de los síntomas del trastorno denominado vigorexia, dijo el doctor Rolando Pomalima, médico psiquiatra del Ministerio de Salud (Minsa).
Pomalima señaló que en la vigorexia las personas tienen obsesión por aumentar la masa muscular porque ven su cuerpo siempre como débil, delgado o enclenque, situación que los lleva a consumir dietas de alto contenido proteico y baja en grasas y tienden a la automedicación de esteroides anabólicos, creatinina y hormona del crecimiento.
Este trastorno también se denomina complejo de Adonis, anorexia invertida o dismorfia muscular, afectando mayormente a hombres jóvenes en edades comprendidas entre los 18 y los 35 años y suelen caracterizarse por pesarse y medirse varias veces al día, mirarse constantemente al espejo para comprobar sus progresos de su masa y definición de sus músculos, realizar actividades físicas extremas llegando incluso a abandonar sus relaciones sociales.
El exceso de ejercicios y sobre todo por el abuso de anabólicos, creatinina y hormona del crecimiento producen serios efectos adversos, que en el hombre pueden resumirse, en la disminución del tamaño y atrofia testicular, infertilidad, ginecomastia (desarrollo de las mamas), osteoporosis, debilidad de los tendones, hipertensión arterial, hipoglucemia, retención de líquidos, daño hepático, anomalías cardiacas, edema y daño renal, cáncer de hígado y de próstata, etc.
En las mujeres aparecen alteraciones en el ciclo menstrual, crecimiento del vello facial, redistribución de la grasa corporal hacia formas masculinas, reducción de las mamas, pérdida del cabello, cambios en la voz etc.
A nivel de su salud mental, sufren de cambios en su humor, pasando de estados de euforia y pensamientos positivos a la angustia, el mal humor, la irritabilidad y agresividad; insomnio, dependencia a los anabólicos, depresión mayor, tendencias suicidas, etc.
El médico psiquiatra Rolando Pomalima recomienda ante esta enfermedad que la persona que lo padece reconozca que sufre este trastorno y esté dispuesto a seguir un tratamiento; que estará centrado en modificar la conducta y la percepción distorsionadas que tiene de su propio cuerpo, siendo muy importante apoyarlos en la búsqueda creativa de nuevos sentidos de vida, donde puedan ampliar sus intereses y superar el temor a la frustración.
Las personas que lo acompañan deben facilitar espacios de comunicación, porque necesitan hablar de sus sentimientos de soledad, vacío e insatisfacción. Paralelo a este abordaje psicoterapéutico, se debe elaborar un plan alimentario y de vida, introduciendo cambios en la dieta y los hábitos, así mismo si existiera asociación o complicación con otros trastornos mentales y abuso y/o dependencia a los anabólicos, se debe instaurar un tratamiento farmacológico.
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