Aunque la esclerosis múltiple no tiene cura, hay tratamientos que pueden ayudar a controlar los síntomas, retrasar la progresión de la enfermedad y mejorar la calidad de vida. En este aspecto, el ejercicio físico puede ser una estrategia útil para reducir la fatiga, restaurar la movilidad y mantener o aumentar la forma física, lo cual redunda en el bienestar de los pacientes.
¿Es recomendable que las personas con esclerosis múltiple hagan ejercicio? ¿Cómo puede beneficiarles física y mentalmente? ¿Y qué actividades serían entonces las más adecuadas?
Antes de responder a estas preguntas, conozcamos un poco mejor a una enfermedad que afecta de lleno al sistema nervioso y que sufre una de cada 3 000 personas en el mundo.
En condiciones normales, nuestras fibras nerviosas están cubiertas por una capa llamada mielina, que protege y facilita la conducción de los impulsos eléctricos. En las personas con esclerosis múltiple, el sistema inmunológico ataca por error a la mielina, lo que hace que la transmisión de esos impulsos no sea adecuada, dando lugar a una amplia variedad de síntomas.
Estas manifestaciones varían según la zona del sistema nervioso afectada. Las más comunes incluyen fatiga, espasticidad (contracción de los músculos), problemas del control de la vejiga, dificultades de movilidad, problemas de equilibrio y coordinación, debilidad muscular, dolor y alteraciones cognitivas y emocionales.
Además de esta variada sintomatología, es importante destacar que la enfermedad puede progresar de forma diferente en cada paciente. Así, hay personas que siempre padecen algunos de estos síntomas, mientras que otras experimentan periodos donde desaparecen o disminuyen y después surgen de nuevo. A estas recaídas se les conoce como “brotes”.
Los (indudables) beneficios de la actividad física
Aunque la esclerosis múltiple no tiene cura, hay tratamientos que pueden ayudar a controlar los síntomas, retrasar la progresión de la enfermedad y mejorar la calidad de vida. En este aspecto, el ejercicio físico puede ser una estrategia útil para reducir la fatiga, restaurar la movilidad y mantener o aumentar la forma física, lo cual redunda en el bienestar de los pacientes.
Tales beneficios son ampliamente conocidos, pero las personas con esclerosis múltiple tienden a ser menos activas que la población general. Descubrir qué tipo de ejercicio es más beneficioso según sus necesidades individuales podría ayudarles a ser físicamente activos y mejorar su salud.
¿Cuáles son los ejercicios más recomendables?
No hay una única receta para mejorar todos los síntomas y cubrir las necesidades de salud de los pacientes. Sin embargo, la evidencia científica actual nos dice que algunos tipos de actividades son más efectivas que otras dependiendo del objetivo:
Para aliviar la fatiga o mejorar la calidad de vida se recomienda hacer ejercicios que incluyan actividades de resistencia aeróbica (caminar, correr, montar en bicicleta…) junto con otros que desarrollen la fuerza muscular mediante el uso de mancuernas, máquinas de pesas convencionales y bandas elásticas, ejercicios con el propio peso corporal, entrenamiento en plataformas vibratorias, etcétera. También conviene realizar actividades para mejorar el equilibrio con plataformas inestables, adoptando diferentes posiciones y puntos de apoyo. Para conseguir beneficios sería necesario realizar de dos a tres sesiones por semana durante al menos 6-12 semanas, con una duración total de 45 a 100 minutos por sesión.
Si se pretende aumentar el bienestar mental, los expertos aconsejan los ejercicios de pilates, con una frecuencia de dos veces por semana durante ocho semanas, con sesiones de 60 a 90 minutos.
Para mejorar el bienestar físico y la función cardiorrespiratoria es recomendable practicar actividades como caminar, correr (al aire libre o en una cinta rodante) o montar en bicicleta. Se debe realizar de 2 a 5 veces por semana durante un periodo de 8 a 15 semanas, con una duración de 30 a 50 minutos por sesión.
Cuando el objetivo es mejorar la forma física muscular, lo más eficaz es hacer ejercicios de fuerza utilizando máquinas de pesas convencionales, ejercicios con el propio peso corporal o entrenamiento en plataformas vibratorias, con una frecuencia de dos a tres veces por semana durante un periodo de 8 a 24 semanas.
Y antes de empezar…
Como decíamos más arriba, la esclerosis múltiple afecta de forma diferente a cada paciente, por lo que antes de ponerse manos a la obra conviene seguir la siguiente “hoja de ruta”:
Consultar con un médico. Este especialista hará una valoración previa del estado de salud y le derivará al profesional adecuado. En ocasiones se requiere de equipos de trabajo interdisciplinares.
Conocer bien los síntomas de la enfermedad y poder detectar si hay brotes o empeoramiento.
Conocer las barreras y las facilidades que tiene cada persona para realizar el ejercicio físico. Eso permitirá adaptarlo a sus necesidades y posibilidades, consiguiendo una mayor adherencia al tratamiento y que la práctica se convierta en un hábito.
Contar con el asesoramiento y la supervisión de un especialista en ejercicio físico con experiencia. Esto es fundamental, porque el profesional diseñará el ejercicio con la progresión e intensidades adaptadas al estado de salud de cada paciente.
Sara Reina Gutiérrez, Fisioterapeuta. Investigadora postdoctoral, Universidad de Castilla-La Mancha; Ana Isabel Torres Costoso, Profesor, Universidad de Castilla-La Mancha, and Mairena Sánchez López, Profesora de Educación Física, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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