Hace 11 años, un terremoto sacudió el sur costeño. Conversamos con Yenny Llorente, especialista del Centro de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima que trabajó con alguno de los afectados, y comentó sobre los efectos psicológicos.
Cuando un desastre natural como un terremoto impacta en una ciudad o centro poblado, no solo las edificaciones son las que se desmoronan, sino el estado mental de las personas. Y esa es la situación de los ciudadanos que fueron afectados por el terremoto que afectó el sur costeño en la región de Ica, el cual cumple 11 años desde que el movimiento sísmico de 8.0 grados en la escala de Richter sucedió.
“Veías a la persona que por dentro se encontraba toda resquebrajada”, es la primera impresión que se llevó Yenny Llorente, Directora de Servicios Especializados y Proyección Social del Centro de Psicoterapia Psicoanalítica de Lima, cuando visitó las ciudades de Pisco y Chincha días después del gran movimiento sísmico.
El desastre que ocasionó más de 500 muertes y más de 2000 heridos originó secuelas psicológicas entre los sobrevivientes como la sensación de desolación o pérdida, un vacío interno no solo por perder a sus familiares, sino su estilo de vida.
Las secuelas en los menores de edad se producen de manera especial, precisa Llorente. “Los niños habían perdido sus cuadernos, sus juguetes que eran las formas en cómo ellos se expresaban, al igual que los adultos, a través de su actividad laboral”, recuerda la experta.
Dichos efectos son los que se conocen como el estrés postraumático que producen una “cultura del miedo”. El psiquiatra Humberto Castillo, en una entrevista pasada para RPP Noticias, explicó en qué consiste este tipo de estado mental.
“Se vive en un ambiente de inseguridad: la persona siente que en cualquier momento puede ocurrir un ataque y entonces hay como un estrés crónico prolongado”, sostuvo.
Yenny Llorente, sin embargo, señala que el estrés postraumático se presenta de manera singular en cada persona de acuerdo a su resiliencia, es decir, su capacidad de afrontar situaciones extremas y encontrar vías de solución.
El Estado debe estar presente a lo largo de todo ese proceso de recuperación “de manera inmediata”, enfatiza Llorente y agrega, “había hombres totalmente abatidos que no querían salir de sus carpas”.
Sin embargo, no solo es necesario el acompañamiento psicológico, sino el cubrimiento de las necesidades físicas. “Se debe llevar el agua y la salud mental de la mano”, advierte.
Ante ello, Llorente del Centro de Psicoterapia Psicoanalítica, señala que es necesario un nuevo recorrido con especialistas para saber el estado actual de la población sureña en Ica. “Esos niños ahora son adolescentes”, dice. Por supuesto, sus traumas no se quedan en la niñez, sino que crecen con el pasar del tiempo.
Comparte esta noticia