Un niño que crece bajo patrones y conductas violentas está más propenso a imitar este tipo de comportamientos en el futuro.
La vida social de un niño inicia con su entorno familiar. Los padres y hermanos son fundamentales para la formación de patrones de conductas. Por este motivo, cuando un niño vive en un ambiente violento puede imitar y adoptar un comportamiento similar.
Muchas veces la violencia es confundida por agresión física; sin embargo, este problema también se manifiesta en los aspectos psicológicos y mentales. Las conductas de este tipo están presentes en insultos, palabras hirientes, menosprecio e indiferencia. Estas actitudes suelen afectar a los hijos de manera consciente o inconsciente.
¿Por qué los padres son violentos con sus hijos?
Hay muchas razones que pueden influir en el comportamiento de un adulto y cada una tiene un motivo particular.
Una de las razones más comunes son el estrés o cansancio. El exceso de obligaciones hace que los padres pierdan el control en casa después de la jornada labores. Un comportamiento que se da tanto en hombres como en mujeres.
Otro factor que usualmente es recurrente en casos de violencia familiar es la educación recibida. Muchos patrones de violencia se repiten cuando un padre fue víctima de la misma durante su niñez. Por ello, suelen criar a sus hijos de la misma forma en la fueron criados.
El desahogo por violencia recibida también suele ser una constante en estos casos. Muchas veces uno de los padres ejerce violencia sobre el otro y la víctima se convierte en victimario de los hijos para intentar liberar el enojo contenido. En estas situaciones, todos los miembros de la familia resultan afectados.
¿Cómo se ven afectados los hijos de padres violentos?
Cuando un niño sufre de violencia familiar, este daño, se refleja en sus habilidades sociales. Los menores suelen desarrollar personalidades diferentes.
Uno de estos comportamientos habituales es el retraído. Los niños suelen adoptar una personalidad tímida y pocas habilidades para socializar. Buscan protegerse con el aislamiento y suelen ser muy inseguros en sus decisiones, incluso permiten que otras personas los agrandan.
Por otro lado, un niño puede adoptar un comportamiento victimario. Esta personalidad pretende liberar la ira agrediendo a lo demás de la misma forma e intensidad en la que fue agredido. De adulto puede convertirse en una persona violenta con los demás.
Otra personalidad es la de ser proteccionista. Este comportamiento es muy común en los hijos mayores de una familia, quienes suelen sentir la obligación de proteger a su padre, madre o hermanos víctimas. Al crecer, se pueden convertir en adultos que busquen situaciones conflictivas con la intención de seguir protegiendo.
La violencia familiar es una situación terrible para cualquier miembro de la familia, pero cuando las víctimas son los hijos es mucho más serio porque esto podría marcarlos para toda su vida.
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