La ayuda permitió que familias, niños y la población más vulnerable de Cantagallo accedieran a alimentos básicos y pudieran salir adelante mientras se recuperaban de los impactos económicos de la pandemia.
La pandemia ha impactado en la vida de toda la ciudadanía y, sobre todo, en las familias más vulnerables. Por ello, durante estos meses han sido necesarias las muestras de solidaridad para juntos enfrentar la crisis.
Este es el caso de la Comunidad Shipibo-Konibo de Cantagallo (Lima), que, debido a las medidas de aislamiento social para prevenir la propagación del coronavirus, se enfrentó a la falta de acceso a víveres para poder alimentarse. Ese fue el caso de Juana Reátegui, miembro de la comunidad que, como muchos de ellos, vivió lo más duro de la pandemia sin poder trabajar.
De acuerdo con la organización Servindi, en el año 2000, catorce familias provenientes de la región Ucayali se asentaron en la capital entre el margen del río Rímac y la Vía Evitamiento. Desde entonces, una de sus principales actividades económicas ha sido la producción de artesanías y pinturas con técnicas amazónicas.
Sin embargo, debido a la falta de turistas y compradores, sus ingresos se han visto limitados. Ante ello, el movimiento empresarial Hombro a Hombro, lideró los esfuerzos en coordinación con el Estado peruano, para llevar alimentos a las familias más vulnerables.
“Gracias a Dios que nos ayudaron. Nos traían arroz, azúcar, comida y la ayuda era muchísima”, cuenta Juana Reátegui.
Gracias a la cooperación de más de 100 empresas peruanas, Hombro a Hombro llevó canastas de alimentos para las más de 300 familias de la comunidad y con esta pronta ayuda, las familias, los niños y la población más vulnerable pudieron salir adelante mientras se recuperaban de este duro golpe.
Ahora, el movimiento empresarial de ayuda humanitaria más grande de la historia continúa su esfuerzo por seguir ayudando a las familias más afectadas y lograr que más empresas se sumen por un Perú cada vez más solidario.
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