Más del 40% de la población mundial opina que los hombres son mejores ejecutivos empresariales y que tienen más derecho a ocupar un empleo cuando el trabajo escasea, según las últimas conclusiones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Hoy nos encontramos en una situación sin precedentes que ha profundizado tanto las brechas sociales como económicas entre hombres y mujeres. De hecho, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la evidencia del impacto de la COVID-19 sugiere que las vidas económicas y productivas de las mujeres serán afectadas de forma desproporcional en comparación con la de los hombres debido a que, a nivel global, las mujeres ganan menos, tienen menores posibilidades de ahorro, pocos trabajos seguros y pertenecen generalmente al sector informal.
Asimismo, pese a que la presencia de la mujer a en el sector laboral ha tenido un gran avance en las últimas décadas, para lograrlo debe enfrentar obstáculos como la discriminación, la informalidad, desigualdad salarial y la ausencia de medidas que le permitan distribuir mejor su tiempo en el ámbito personal, familiar y laboral. En suma, la pandemia ha agudizado la situación de vulnerabilidad de las mujeres y al respecto, la Defensoría del Pueblo ha advertido que, terminada las restricciones de movilidad, una de las principales consecuencias será el aumento de personas, especialmente mujeres, en situación de pobreza y pobreza extrema.
Por otro lado, la asignación tradicional de roles ha mantenido al hombre como proveedor y a la mujer en el rol reproductivo y de cuidado del hogar, lo que las ha colocado en un contexto de sobrecarga de responsabilidades, considerando que ya antes de la pandemia, el 67% de las trabajadoras madres eran responsables de sus hijos e hijas, mientras que solo el 28% de los trabajadores padres asumía esta carga, según estudio realizado por Ipsos en 2018.
Techo de cristal
Se le conoce como ‘techo de cristal’ a las limitaciones que enfrentan las mujeres altamente calificadas y en actividad laboral para poder ascender en el trabajo, independientemente de sus méritos o logros laborales. En este sentido, las barreras más comunes están relacionadas a estereotipos respecto al liderazgo femenino y la creencia de que una mujer no puede ser una buena jefa.
Al respecto, un estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha revelado que casi la mitad de la población del mundo todavía cree que los hombres son mejores líderes políticos y empresariales que las mujeres. En Perú, solo tres de diez gerentes, administradores y funcionarios en la actividad formal son de género femenino, lo que evidencia la falta de presencia de las mujeres en la esfera del poder político, económico y social.
Según Aequales y la plataforma ‘Mujeres que transforman’ (MQT), otro de los obstáculos para las mujeres al postular a un trabajo es la mala práctica de evitar contratar a mujeres en edad fértil, asociando a las mujeres únicamente a los roles dedicados al cuidado doméstico. Por otro lado, señala que, al momento de postular a un empleo, las mujeres buscan cumplir con todos los requisitos que exige el trabajo, mientras que los hombres solo con el 60%.
Brecha salarial
La brecha salarial hace referencia a la desigualdad entre las ganancias de un hombre y una mujer por realizar el mismo trabajo. De acuerdo con la Defensoría del Pueblo, esta es una forma de discriminación contra las mujeres con mayor impacto en su vida.
Asimismo, señala que esta desigualdad en los ingresos pese a realizar el mismo trabajo se explica en un 60% por razones discriminatorias que incluyen el género, edad, nivel y tipo de educación, experiencia laboral, identidad étnica, entre otros. Por otro lado, el subempleo en mujeres es de 52% y se debe a que su participación se concentra en actividades de “baja productividad”, lo que ocasiona sueldos precarios.
Según el mismo organismo, las consecuencias de la brecha salarial afectan tanto a las mujeres como a la economía en su conjunto, puesto que las precarias condiciones de trabajo, el limitado acceso a opciones de promoción y desarrollo profesional conlleva a menores ingresos familiares, consumo y bienestar.
Informalidad
En nuestro país, el 44% de la población económicamente activa son mujeres; sin embargo, el 75% de este grupo se encuentra en situación de informalidad. De manera que, es importante reconocer que el trabajo doméstico y de cuidado ha sido llevado a cabo por mujeres de sectores socioeconómicos más vulnerables con ausencia de derechos laborales que las ha mantenido en la precariedad.
Asimismo, aunque las medidas de aislamiento social se han ejecutado con el objetivo de proteger a todos los ciudadanos, de acuerdo con la Defensoría del Pueblo, la normativa de trabajo remoto no ha previsto la naturaleza de las labores desempeñadas por las trabajadoras del hogar. De esta manera, muchas de ellas han perdido su empleo, han sido obligadas a tomar sus vacaciones, se ha sobrecargado su jornada laboral y, en algunos casos, se han contagiado de la COVID-19.
En este sentido, según ONU Mujeres, es necesario adoptar medidas de compensación a trabajadoras informales, incluyendo trabajadoras sanitarias, domésticas, migrantes y de los sectores más afectados por la pandemia, a fin de que sea posible mantener la generación de ingresos y los medios de subsistencia de las mujeres más afectadas.
Sobrecarga de labores
La mayor parte de las tareas domésticas y de cuidado sin remuneración han sido asumidas por las mujeres. Además, durante la pandemia se ha incrementado esta carga de trabajo para las mujeres en todo el mundo, ya que, como consecuencia del confinamiento para prevenir los contagios, los hogares se han convertido en el escenario donde se llevan a cabo las tareas domésticas y educativas, así como las laborales en el caso de las mujeres que trabajan formalmente de manera remota.
Según una encuesta realizada por Ipsos durante la emergencia nacional, una mayor cantidad de mujeres afirmó ocupar más tiempo en el cuidado del hogar y la familia, mientras que más hombres afirmaron ocupar la mayor parte de su tiempo en actividades personales. Como consecuencia, esta carga desproporcional afecta la capacidad de las mujeres para competir en el mercado laboral en igualdad de condiciones y de generar ingresos.
Frente a esto, de acuerdo con la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), es indispensable promover la corresponsabilidad, tanto en lo laboral como en lo doméstico. Las empresas que tienen la opción de facilitar el teletrabajo deben reconocer que la mayor carga de trabajo en las familias la están asumiendo principalmente las mujeres. Y con ello, promocionar la flexibilidad que permita a todo su personal conciliar las responsabilidades del hogar y del cuidado con lo laboral de manera igualitaria.
Por otro lado, el estudio ‘Impactos de la epidemia del coronavirus en el trabajo de las mujeres en el Perú’ realizado por GRADE, ha documentado que esta desigualdad se profundiza en el cuidado de los niños y niñas, ya que amplía la brecha de empleo entre hombres y mujeres en 10 puntos porcentuales. En este sentido, sugiere que un programa que apoye en el cuidado de los pequeños podría contribuir a aliviar las cargas que recaen de manera desproporcionada sobre las madres.
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