Tener una alimentación nutritiva es esencial y según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los hábitos alimentarios sanos comienzan en la primera infancia.
Según la Organización de Estados Americanos (OEA), el que el niño esté o no bien alimentado durante los primeros años de vida puede tener un efecto profundo en su salud, así como en su habilidad para aprender, comunicarse, pensar analíticamente, socializar efectivamente y adaptarse a nuevos ambientes y personas.
El organismo de los más pequeños se encuentra en constante desarrollo y, desde la gestación hasta los 5 años de edad, necesitan ser estimulados en todos los ámbitos para poder alcanzar su máximo potencial en habilidades y capacidades que les servirán para el resto de su vida. Por ello, es imprescindible que reciban una nutrición equilibrada, saludable y adecuada para su edad.
Aunque se suele pensar que la alimentación está solamente relacionada con el crecimiento físico de los niños y niñas, también es la base para un buen crecimiento cognitivo (aprendizaje y razonamiento) y un espacio importante para establecer vínculos afectivos. De hecho, según el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) en este periodo inicial se desarrolla más del 80% del cerebro y se generan 700 conexiones neuronales por segundo.
Por otro lado, los hábitos alimentarios sanos comienzan en los primeros años de vida y tener una alimentación nutritiva desde el principio es esencial. Entre estos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses del bebé y luego de esa edad, complementar con alimentos como papillas, fruta bien triturada, verduras o carne en porciones de dos a tres cucharadas.
De igual forma, durante la infancia se necesita muchísima energía para crecer, por lo que es el momento ideal para enseñar a los más pequeños los hábitos nutricionales que les marcarán el resto de su vida. Este aprendizaje de hábitos alimenticios, de acuerdo con la Fundación de Salud Infantil, empieza desde el primer día de vida hasta los 3 años de edad; cuando el bebé aprende a mamar, probar, masticar, tragar y manipular alimentos.
Asimismo, destaca que la alimentación facilita espacios privilegiados para la comunicación porque permite el contacto físico, visual y auditivo con la madre, el padre o el cuidador principal. De manera que, en Perú, un país donde la acción de comer está muy vinculada a la socialización y a los buenos momentos en familia, las comidas tienen que ser espacios de contacto, de relación y de afecto.
Es relevante recordar que las deficiencias nutricionales son una de las causas de sistemas inmunes débiles y, por lo tanto, aumentan el riesgo de contraer enfermedades que pueden dejar huellas en los niños de por vida. Por ello, nuestra atención debe estar en evitar la desnutrición y la anemia, dos de las principales enemigas para el desarrollo integral de la niñez.
Esta carencia de nutrientes esenciales y alimentos ricos no solo afectan su crecimiento físico, sino que también resultan en una menor capacidad de resolución de problemas, menor desarrollo motor y coeficiente intelectual. Además, presentan problemas de socialización y menores habilidades de lenguaje, lectura y matemáticas, lo que afecta su desempeño escolar y, a futuro, su inserción en el mercado laboral.
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