El hallazgo de este gas en las nubes del planeta ha dado esperanzas sobre el descubrimiento de vida extraterrestre.
La Royal Astronomical Society ha dado una noticia este lunes que abre un nuevo camino de posibilidades en la búsqueda de la vida extraterrestre: presencia de fosfina en Venus. La investigación, liderada por la británica Jane Greaves, marca un antes y un después en la astronomía y gira la mirada de los estudios hacia la atmósfera venusiana.
La fosfina o fosfano es una molécula compuesta por un átomo de fósforo y tres de hidrógeno (PH3) y está presente en la Tierra ya sea de manera industrial, por la descomposición de material orgánico o en los microbios que viven en ambientes sin oxígeno.
Con ayuda de los telescopios James Clerk Maxwell en Hawái y la confirmación con las sondas de Atacama en Chile, el equipo de investigación internacional ha encontrado este gas en latitudes medias de altura a 50 a 60 kilómetros de altitud. Aunque su concentración es minúscula (de 10 a 20 partes por cada mil millones de moléculas atmosféricas), es una cifra alta para las consideraciones del planeta.
La fosfina es usada en las industrias de semiconductores y de plásticos, en la producción de un retardador de llamas y como plaguicida en granos almacenados, pero claro está que esta no es la situación en Venus. Por lo tanto, el estudio también ha considerado las formas naturales de producción de fosfina por vulcanismo, rayos y meteoritos. Sin embargo, las simulaciones arrojan que la cantidad encontrada es muy inferior a las que resultaron como consecuencia de las pruebas químicas por los científicos.
Pero no es la primera vez que se encuentra fosfina en el espacio: también hay en las atmósferas de Júpiter y Saturno. Sin embargo, las capas de temperaturas de estos planetas y sus altísimas presiones forjan este gas de manera natural.
Pese a lo esperanzador de este descubrimiento, la existencia de fosfina en Venus no es una confirmación inequívoca de la vida microbiana en Venus, aunque es un gran avance de las investigaciones. Y estos estudios, aunque hayan tomado forma en los últimos meses, se lo debemos a un teórico inicial: Carl Sagan.
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