Un raro anticuerpo en la sangre del australiano evitó que miles de mujeres perdieran a sus bebés por incompatibilidad sanguínea. Su legado continuará en laboratorio.
El mundo de la medicina y la donación altruista está de luto. James Harrison, conocido mundialmente como "El Hombre del Brazo de Oro", falleció pacíficamente mientras dormía en un asilo de ancianos al norte de Sídney el pasado 17 de febrero de 2025, a los 88 años de edad. La noticia fue confirmada por la Cruz Roja Australiana Lifeblood durante el fin de semana.
Harrison no era un donante común. Su plasma contenía un anticuerpo extremadamente raro conocido como Anti-D, crucial para la fabricación del medicamento que previene la enfermedad hemolítica del feto y del recién nacido. Esta condición, también conocida como enfermedad Rh, se desarrolla cuando una madre con sangre Rh negativa gesta un bebé con sangre Rh positiva, provocando que el sistema inmunológico materno ataque las células sanguíneas del feto.
La historia de generosidad de Harrison comenzó tras una experiencia personal traumática. A los 14 años, fue sometido a una cirugía pulmonar que requirió múltiples transfusiones sanguíneas para salvarle la vida. Esta vivencia lo marcó profundamente y, alentado por su padre (también donante), comenzó a donar sangre en 1954, a los 18 años. Lo que nadie sabía entonces es que su plasma contenía el preciado anticuerpo Anti-D.
Durante más de seis décadas, Harrison mantuvo un compromiso inquebrantable con la donación, acudiendo puntualmente cada dos semanas hasta su retiro obligatorio a los 81 años, límite de edad para donantes en Australia. En total, extendió su brazo para ayudar a otros en 1,173 ocasiones, un récord extraordinario que lo convirtió en el donante más prolífico del mundo.
Stephen Cornelissen, director ejecutivo de Lifeblood, rindió homenaje a Harrison destacando su extraordinaria generosidad: "James era una persona notable, estoicamente amable y generosa que se comprometió a una vida de entrega y capturó el corazón de muchas personas en todo el mundo". Según Cornelissen, Harrison continuó donando incluso en sus momentos más oscuros, tras el fallecimiento de su esposa Barbara, quien también fue donante de sangre.
Donaciones para ayudar contra una terrible enfermedad
El impacto del descubrimiento de los anticuerpos de Harrison fue revolucionario. Como explicó Jemma Falkenmire del Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana: "En Australia, hasta aproximadamente 1967, literalmente miles de bebés morían cada año, los médicos no sabían por qué, y era terrible. Las mujeres sufrían numerosos abortos espontáneos y los bebés nacían con daño cerebral".
Tracey Mellowship, hija de Harrison y receptora ella misma del tratamiento Anti-D, destacó el sentido humanitario y el humor de su padre: "Era un humanitario de corazón, pero también muy divertido. Ha dejado atrás una familia que tal vez no hubiera existido sin sus valiosas donaciones". En sus últimos años, Harrison tuvo la alegría de convertirse en bisabuelo de dos nietos, Trey y Addison.
Su legado continuará más allá de su muerte. Actualmente, Lifeblood y un equipo de investigación de WEHI están trabajando en un proyecto apodado "James en un frasco", con el objetivo de cultivar el anticuerpo Anti-D en laboratorio. Utilizando la sangre de Harrison y otros donantes, los científicos han logrado recrear y cultivar su anticuerpo, con la esperanza de que algún día ayude a prevenir la enfermedad hemolítica del feto y del recién nacido a nivel mundial.
En Australia, solo hay 200 donantes de Anti-D que ayudan anualmente a aproximadamente 45 mil madres y sus bebés. La creación de una nueva terapia ha sido durante mucho tiempo un "santo grial" debido a la escasez de donantes comprometidos con la donación regular.
Harrison recibió numerosos reconocimientos por su altruismo, incluida la prestigiosa Medalla de la Orden de Australia. Sin embargo, según sus cercanos, él siempre insistió en que sus donaciones no eran más importantes que las de cualquier otro donante, y que todos pueden marcar la diferencia.
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