El fútbol es la mejor excusa para ser feliz, dice una frase popular y anónima que hoy toma especial relevancia por la muerte del jugador más grande de los últimos tiempos, Diego Armando Maradona. Comentando este suceso con los amigos del colegio y de la vida vía WhatsApp, uno de ellos de nacionalidad argentina comparte lo siguiente: “…no creo que lloremos a Maradona por Maradona. Es acordarte de todas las alegrías que generó en tu casa. Un gol que hace que tu papá sonría, grite o te abrace, ver a tu mamá llorando de felicidad. Mi abuela y yo teníamos un vínculo especial por Maradona, ella y yo éramos fans a muerte.” La partida del D10 va más allá de una cancha de fútbol, dado que remueve recuerdos cotidianos muy íntimos y profundos como los lazos que unen a una abuela con su nieto.
Sin embargo, desde mi punto de vista, la gran obra de Maradona sobrepasa el sentimiento de la felicidad y adquiere un significado superior en nuestra propia condición humana, la reivindicación. El Diego con su fútbol logró reivindicar y hacer justicia a los de abajo, a los históricamente discriminados y a los derrotados de siempre.
Un claro ejemplo fue su paso por el balompié europeo. A diferencia de Messi, el 10 nunca se sintió cómodo en la próspera Barcelona. Su lugar estaba con los humildes, con los descamisados, por ende, su llegada al club italiano Nápoles era un paso natural. Italia es hasta la fecha un país dividido por profundas brechas sociales. La parte rica, industrializada y blanca se concentra en el norte, mientras que la parte pobre, desempleada y oscura está en el sur. En el Nápoles el legado de Maradona trasciende largamente al fútbol, ya que fue una manifestación de dignidad del empobrecido sur contra el acaudalado norte. Con el argentino en el campo, por primera vez el club napolitano ganaba el campeonato, derrotando a equipos como la Juventus de del francés Platini, o al Milán del multimillonario Berlusconi.
Empero, lo que Maradona construye con la camiseta de su Selección adquiere un halo épico. Es importante recordar que entre 1976 y 1983 Argentina fue gobernada por una junta cívico militar caracterizada por su brutalidad y su masiva violación de derechos humanos. Bajo ese régimen de facto, la albiceleste ganó su primera Copa del Mundo en 1978 de una manera poco clara y que todavía causa polémica, recordemos el 6-1 a Perú. El Pelusa no fue convocado para ese mundial. De igual forma es importante mencionar la Guerra de las Malvinas, que Argentina perdió contra Inglaterra. Este conflicto bélico acaecido en 1982 coincidió con la Copa del Mundo de España, donde la albiceleste tuvo un discreto desempeño y fue eliminada en segunda fase. La rendición ante los ingleses se dio el 14 de junio, un día después del partido inaugural que los enfrentó con Bélgica.
Durante el mundial de 1986, el talento inigualable de Maradona toca la gloria futbolística máxima, pero también otorga dos reivindicaciones invalorables a su pueblo. La primera es una Copa del Mundo ganada por pundonor, brillantez y gambeta, no manchada por la sangre y la tortura de la dictadura de Galtieri y Videla.
Y la segunda es que literalmente les mete la mano a los ingleses en el partido del siglo, a ellos, a los formales, a los siempre puntuales, a los inventores del fútbol. Los vencedores de las Malvinas caen derrotados sin atenuantes ante la picardía y la genialidad del niño de Villa Fiorito. Ese partido significó mucho más que fútbol.
Para concluir, no puedo dejar de mencionar la influencia que también tuvo Maradona en mi vida. Gracias a mi padre, tuve la enorme fortuna de verlo en vivo y en directo en el Estadio Azteca durante el Mundial de México. Siendo sinceros no recuerdo mucho los partidos pues era muy niño, pero sí recuerdo la sensación del campo, las graderías y la locura que generaba su fútbol en nosotros los latinoamericanos, los del continente de las adversidades sin fin. Gracias a él yo también tuve una excusa para ser feliz.
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