Ante la necesidad de una comunicación cada vez más abierta a la verdad y que tenga como objetivo su búsqueda más allá de las ideologías, nos preguntamos: ¿cómo se puede utilizar y actualizar la teoría crítica de la comunicación de Erich Fromm para proporcionar una perspectiva humanista crítica en la era del capitalismo comunicativo?
Lo que escribe Fromm implica que la producción social es aquello que define a los humanos. A través de la producción, los humanos crean relaciones, con la naturaleza, con otros humanos y con ellos mismos. La implicación es que el ser humano es un ser natural, social, colaborador y consciente de sí mismo y que estas características solo son posibles a través de las relaciones que los humanos producen en la sociedad. Además, la comunicación es un proceso de producción social, en el que los seres humanos intentan comprender las interpretaciones del mundo por otros y compartir sus entendimientos con los demás. El objetivo de la comunicación es comprender cómo otros humanos entienden el mundo. Es la comprensión de la comprensión. Al igual que la comunicación es productiva, la producción es comunicativa: Para producir socialmente, es decir, de manera cooperativa, los humanos necesitan coordinar su trabajo. Para ello, utilizan el lenguaje para crear, compartir e interpretar símbolos y significados con el fin de coproducir entidades que satisfagan determinadas necesidades humanas.
La externalización del pensamiento a través de la comunicación cambia el entorno social, que a su vez actúa como sistema, en el que otros humanos se comunican para que los individuos internalicen señales que evocan más pensamientos. Fromm (1965b: 214) menciona que el capitalismo del siglo XX avanzó el carácter social del “homo consumens”, que es socializado por la cultura capitalista y la publicidad para consumir mercancías. La cultura del siglo XXI sigue siendo una cultura de consumo capitalista. Lo que ha cambiado es que a los consumidores, como prosumidores (consumidores productores), se les pide y se les exige más activamente que participen en la producción de los productos básicos que consumen. Auto-ensamblan sus muebles o crean contenido, datos y metadatos en Facebook que se comercializan para presentarlos a los usuarios que desean que compren productos básicos. En las redes sociales comerciales, la subjetividad humana crea un producto de datos que permite que los mismos sujetos sean dirigidos con anuncios como consumidores de productos básicos.
Axel Honneth también ha señalado esta peculiaridad en el pensamiento de Fromm, que entendió como un criterio de demarcación de otros representantes de la teoría crítica. Fromm, en opinión de Honneth, representa una forma de teoría crítica que no es, como Horkheimer y, en parte, Adorno, principalmente funcionalista sino, más bien, normativo. Según este punto de vista, los actores sociales no están absolutamente dominados, pero siempre son capaces de realizar 'experiencias integrables', que se dice que Fromm entendió como interactivas.
Más allá de eso, el humanismo de Fromm también está estrechamente relacionado con las demandas de la crítica social y cultural. Creía que la existencia de un deseo por el humanismo debería verse como una señal de alarma. El humanismo, por tanto, siempre ha sido 'una reacción al peligro de la deshumanización', que continuamente irrumpe en la historia: 'En el siglo XVI, el humanismo fue la reacción a la amenaza provocada por el fanatismo y la destrucción de las guerras religiosas. En los siglos XVIII y XIX, fue la respuesta a la amenaza de las guerras nacionales y la transformación de las personas en un medio de producción (Fromm, 1999). Al igual que con Horkheimer y Adorno, esta comprensión del humanismo muestra su potencial como reacción cultural contra los brotes de inhumanidades.
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