
En el contexto de la recurrente crisis sociopolítica en el Perú, la llamada Generación Z ha emergido con una presencia notable, canalizando su descontento a través de movilizaciones y activismo digital. Este fenómeno, lejos de ser un simple desahogo juvenil, puede ser analizado a través de los marcos teóricos de José Ortega y Gasset (1883-1955) y Karl Mannheim (1893-1947), así como la hipótesis historiográfica de Strauss-Howe (1991) sobre las generaciones, para comprender su profunda naturaleza histórica y sociológica.
Según Ortega, una generación se define por una "sensibilidad vital" y un "horizonte" compartidos, que distinguen a sus miembros de las generaciones anteriores. Los jóvenes peruanos de hoy no solo heredan un conjunto de creencias, sino que también las reevalúan, buscando "generar mundos nuevos". El choque que se produce es un "anacronismo esencial de la historia", donde los jóvenes coexisten con los viejos en el mismo tiempo cronológico (siendo contemporáneos), pero no comparten la misma experiencia vital (no son coetáneos). Esta fricción es el motor del cambio histórico, especialmente en lo que Ortega llamaría una "época eliminatoria" o "de combate", donde la juventud busca desplazar las estructuras y valores del pasado.
La teoría de Karl Mannheim profundiza este análisis al distinguir entre la "posición generacional," la "conexión generacional" y la "unidad generacional". La posición generacional se refiere simplemente a haber nacido en el mismo periodo, lo que confiere la posibilidad de participar en eventos y vivencias comunes. La juventud peruana, al presenciar los mismos escándalos políticos y crisis sociales, comparte esta posición. Sin embargo, lo que eleva esta posición a una conexión generacional es la participación y pasiva en un destino común, como las recientes protestas. Esta conexión es un fenómeno social que, a su vez, puede dar lugar a una unidad generacional, una cohesión más concreta basada en una "entelequia" o impulso formativo que les confiere un estilo propio. La forma en que la Generación Z peruana se organiza usa las redes sociales y articula sus demandas, refleja una "nueva modalidad de acceso" y un estilo que se activa a partir de la dinámica social acelerada y caótica del presente. Este proceso es una respuesta a la falta de convicciones de las estructuras de poder, que Mannheim interpretaría como una crisis que fuerza la activación de un nuevo impulso generacional.
Para ubicar este fenómeno en un contexto histórico más amplio, la hipótesis de Strauss-Howe postula un ciclo recurrente de cuatro arquetipos generacionales (Profeta, Nómada, Héroe y Artista) y cuatro "Turnings" (High, Awakening, Unraveling y Crisis). La Generación Z, que sigue a los Millennials (Héroes), se encuentra en una fase de "Crisis," un período de intensa agitación política y social que destruye viejas instituciones y valores, para dar lugar a nuevas estructuras y consensos. Las recientes protestas en el Perú, con su desafío a la clase política tradicional y a las normas establecidas, son un ejemplo perfecto de esta fase. Según esta teoría, la Generación Z, criados en medio de la inseguridad y la incertidumbre, tienen el potencial de convertirse en los futuros "Profetas" de un nuevo orden, con una moralidad y un impulso de cambio distintos. La crisis actual no es solo un conjunto de problemas específicos, sino el catalizador que moldea a una generación para que cumpla su papel predeterminado en el ciclo histórico, impulsada por una sensibilidad que rechaza la superficialidad y la falta de integridad.
Por otro lado, las limitaciones en el desarrollo de una generación provienen de una compleja interacción de factores sociales, históricos y espirituales. Una de las principales barreras es la falta de activación de su potencial creativo, que depende de la velocidad del dinamismo social. Un ritmo demasiado acelerado puede hacer que los nuevos impulsos se "sepulten" unos a otros antes de que puedan cristalizar, impidiendo que la generación alcance su pleno desarrollo. Además, las circunstancias sociales desfavorables, la influencia de generaciones anteriores o la presencia de corrientes ajenas pueden obstaculizar la manifestación de una nueva "entelequia" generacional. La posibilidad de que una generación se haga valer y gane prestigio depende del destino histórico y de la fuerza desencadenante del proceso socio cultural. En síntesis, para que una generación florezca, se necesita más que el simple paso del tiempo; requiere un entorno social y cultural – e incluso moral-, propicio que le permita transformar su potencial en una fuerza de cambio efectiva.
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