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La filosofía del silencio

Mientras escribo, escucho 'Silentium' de Arvo Pärt. Siento que el mundo exterior se desvanece y solo quedo yo con su música. No es un sonido que me envuelva, sino que me invita a un espacio de quietud. Cada nota, entre cuerdas y piano, me deja con lo que realmente importa. Pärt no me da respuestas, me da el silencio necesario para que yo encuentre las mías. Es un viaje hacia mi interior, donde las palabras sobran y solo mi espíritu habla.

La filosofía del silencio
La filosofía del silencio | Fotógrafo: Foto de Pavel Danilyuk en Pexels.com

El silencio no es simplemente la ausencia de ruido; es una inmensidad donde el espíritu puede navegar hacia su propio interior. En un mundo saturado de ruido, vértigo, notificaciones, la ira y la superficialidad, el silencio se presenta como un acto de resistencia, una elección consciente de detenerse y escuchar. Este acto, en apariencia pasivo, es el punto de partida de un viaje de autodescubrimiento. Es en la quietud donde las voces externas se apagan, permitiendo que la voz interior emerja. San Agustín, en sus reflexiones sobre la fe, nos recordaba la importancia de la introspección: "No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad." En el silencio, volvemos a casa de Dios. 

Este viaje al interior es, a menudo, el camino hacia el sosiego, un puerto de paz que tanto anhelamos. La ansiedad, el estrés y la prisa son el resultado de vivir en la superficie de las cosas. Al cultivar el silencio, nos permitimos bucear en las profundidades de nuestro ser, donde reside una calma inalterable. El maestro Eckhart, místico del siglo XIII, hablaba de la necesidad de "hacer un hueco" en nosotros mismos para que Dios pueda entrar. En su pensamiento, este hueco no se crea con acciones o palabras, sino a través de un estado de quietud mental y espiritual. Cuando dejamos de llenar cada segundo con actividad o distracción, abrimos un espacio para la serenidad. Es en ese lugar donde podemos encontrar la verdad de quienes somos, sin los disfraces ni las expectativas que el mundo nos ha impuesto. El sosiego no se busca, se revela en la quietud.

Pero el silencio tiene otra dimensión, una que trasciende la introspección personal: el asombro ante lo inefable. A veces, el universo se nos presenta con una majestuosidad tan abrumadora que las palabras se vuelven inútiles. La inmensidad del cosmos, la perfección de un amanecer, el misterio de la vida y la muerte, son experiencias que nos dejan en un estado de mudo asombro. Es un silencio que no viene de una elección, sino de la imposibilidad de articular lo que sentimos. C.S. Lewis, lo describía en sus obras al hablar de lo divino: "Lo que Dios es no puede ser dicho. No hay palabras para eso." Este es el silencio que nos conecta con algo más grande que nosotros mismos, que nos recuerda nuestra finitud y, al mismo tiempo, nos eleva. En ese silencio, reconocemos que hay verdades que están más allá de la comprensión racional.

El valor del silencio, por tanto, radica en su capacidad para actuar como un espejo y una ventana. Como un espejo, nos muestra la verdad de nuestro propio ser; como una ventana, nos permite vislumbrar la inmensidad que nos rodea. El poeta Rainer Maria Rilke, en sus Cartas a un joven poeta, animaba a la introspección silenciosa para encontrar la inspiración. Nos decía que la creatividad y el sentido de la vida no se encuentran en el ruido externo, sino en "ir hacia adentro". A medida que practicamos el silencio, la distinción entre el "yo" y el "otro" comienza a desvanecerse. Nos damos cuenta de que el mismo espacio de calma que encontramos en nuestro interior es el mismo espacio que nos conecta con el universo. El silencio se convierte en un puente que une lo individual con lo universal.

El silencio nos invita a redescubrir el poder de la quietud. Es un camino hacia el autoconocimiento, un refugio para el sosiego y una puerta hacia el asombro. En un mundo que valora la acción y la expresión constante, elegir el silencio es una declaración de fe en la introspección. Es una herramienta esencial para la sanación espiritual y mental, una disciplina que nos permite escuchar no solo lo que pensamos, sino lo que sentimos y lo que somos en esencia. Abrazar el silencio es, en última instancia, abrazar la totalidad de nuestra experiencia humana, encontrando en la quietud la más profunda de las revelaciones.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Es Dr. (c) en Humanidades por la Universidad de Piura y maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Autor del libro "La trama invisible de lo útil. Reflexiones sobre conocimiento, poder y educación" y de numerosos artículos académicos vinculados a la historia de las ideas, con énfasis en la historia conceptual, y en las relaciones entre conocimiento y sociedad en el Perú y América Latina.

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