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En la ciudad de las ruinas

Este texto no es un estudio elaborado por un experto en música popular rioplatense. Tampoco, el homenaje de un “fan” nostálgico y otoñal. Más bien, es una reflexión muy general y personal sobre el devenir de la música, en entornos sociales y culturales cambiantes, a partir de un músico notable.

En agosto de este año, de haber estado vivo, Gustavo Cerati (1959-2014), hubiera cumplido respetables 60 años. Es sabido que sus últimos días, los sobrellevó en condiciones físicas lamentables y que fueron tratadas con discreción por su entorno más cercano. Felizmente, no se filtraron imágenes que detallaran el deterioro del compositor bonaerense, que ensombrezcan el retrato de vitalidad y vigorosa creatividad que siempre mostró a lo largo de su vida artística.

Cerati fue muy consciente de su talento desde joven. De ahí que supiera, desde el principio, proyectar la dirección de su famosa banda. Cada álbum, desde el debut “Soda Stereo” de 1984, hasta el “Sueño Stereo” de 1995, muestran a un compositor que sabe reconocer el devenir de su propio público. Es decir, supo entender que un grupo importante de los escuchas de Soda Stereo podía evolucionar con él, logrando, con ese esfuerzo, atraer a nuevas audiencias (y perdiendo a las más conservadoras).

| Fuente: RPP

En esa evolución, cada álbum preparaba a otro. Así, “Doble Vida” (1988) allanaba el camino a “Canción Animal” (1990), donde la ambición modernizante y cosmopolita de “La ciudad de la furia”, devenía en las fracturas del interior en “De música ligera”. Otro proceso similar, ocurrió entre “Dynamo” (1992) y el ya mentado “Sueño Stereo”.

Pero cuando el peso de “Soda Stereo” no le permitía alzar vuelo al “hombre alado, que prefiere la noche”, Cerati dirigió al barco hacia “Confort y música para volar” (1996) y al “Ultimo Concierto” (1997) y deshizo el “Sueño Stereo”, porque ya había probado con sus primeros álbumes solistas (los que hiciera en simultaneo a su emblemática agrupación) que lo suyo estaba a otro nivel.

Cerati quería más. Y se dio cuenta que debía hacer crecer a su público. Porque la única forma de progresar en la música, es hacer madurar a su propio público. Sino, el músico cae en el “eterno retorno” de los nostálgicos. Y eso es triste y fatal. Los adolescentes que bailaron a contraluz “Sobredosis de TV” (1984), ya no eran los mismos que escuchaban en la oscuridad del alma “Bocanada” (1999). Y los que sentían que la vida se les iba al entonar “Trátame suavemente” (1985), podrían entender que el amor es un “adorable puente se ha creado entre los dos” (Puente, 1999)

Pero en la raíz de estos cambios inteligentes que planteaba Cerati, a la luz de la evolución de su audiencia, estaba la certeza que la cosmopolis y sus subjetivos protagonistas seguían surgiendo sobre la faz de las “ciudades de la furia”.  Seguía existiendo aquellos deseosos de digerir, en la radicalidad de lo nuevo, lo que nos trae el “siempre es hoy” (Cosas imposibles, 2002).

Desde “Amor Amarillo” (1993) hasta “Fuerza Natural” (2009), en su ingente esfuerzo solista, Cerati quiso esbozar el plano de la “ciudad sonora”, pero no al modo etnomúsical. Sino, desde una dimensión abstracta, como una “ciudad-en-si”. La “ciudad” de Cerati era la “ciudad secular”, en cuya estética la desaparición era el centro de las experiencias vitales. Por eso todo fluye en su música, como las frases sueltas de los ejercicios “Dada” (que aprendió bien de Spinetta). Nada es permanente, como el “Deja Vu” (2009).

La poética de las “ciudades de la furia” está en su fase crepuscular. En su declinar, la subjetividad urbana, moderna y de aspiraciones cosmopolitas, ha cedido su lugar al sentido de pertenencia local. Y asistimos a la aurora de la “ciudad tribal”, cuyo destino es incierto. Por eso Cerati nos dejó en el momento exacto. Su música ya no tiene lugar en las ciudades ruinosas, vestigios de lo que fue la gran era secular.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Es Dr. (c) en Humanidades por la Universidad de Piura y maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Autor del libro "La trama invisible de lo útil. Reflexiones sobre conocimiento, poder y educación" y de numerosos artículos académicos vinculados a la historia de las ideas, con énfasis en la historia conceptual, y en las relaciones entre conocimiento y sociedad en el Perú y América Latina.

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