
Releer a un clásico como Karl Mannheim (1893-1947) siempre resulta estimulante. Influyente sociólogo húngaro-alemán, se doctoró en filosofía en 1918 y se dedicó la enseñanza universitaria en Budapest y en Heidelberg. En 1933, con la llegada de Hitler al poder, Mannheim marchó de Alemania y se refugió en Londres, ingresando como docente en la célebre London School of Economics. Durante varios años ocupó diversos puestos temporales en diferentes instituciones británicas. Desafortunadamente, murió en 1947, tras haber accedido a la cátedra de Sociología de la Educación en la Universidad de Londres.
Su obra más importante, sin duda, fue Ideología y utopía de 1929 (publicada en inglés en 1936), que presenta su teoría más célebre. A saber, el pensamiento humano está condicionado por el contexto social en el que surge. Mannheim argumentó que incluso las formas de pensamiento aparentemente abstractas están influenciadas por las posiciones sociales, experiencias y las acciones colectivas de los individuos y los grupos. En dicho libro, este pensador consideró que la ideología y la utopía son formas de pensamiento socialmente condicionadas. No eran -como consideraban algunas marxistas-, simples distorsiones de la realidad, sino expresiones significativas de las orientaciones y aspiraciones de diferentes grupos sociales, ya sea para mantener el orden existente (ideología) o para transformarlo (utopía).
¿Qué tendría que ver con nuestro país la teoría de Manheim? En su obra, el fundador de la sociología del conocimiento observó que cada sociedad forma diversos tipos de conocimientos adecuados. Los mismos que permiten organizar la convivencia social y que, al mismo tiempo, evidencian los conflictos que se desarrollan en la misma. En ese sentido, las crisis sociales revelarían la insuficiente conexión entre sociedad y pensamiento. De ahí que surja una enorme dificultad para diagnosticar y orientar el destino político y social: si los métodos de pensamiento predominantes son escasos para analizar los problemas de la época, se puede perder la capacidad de diagnosticar y orientar el futuro político y social de manera efectiva.
Siguiendo los razonamientos de Mannheim, si el pensamiento colectivo es inadecuado, la sociedad tendrá problemas para identificar, comprender y, por lo tanto, resolver los desafíos que enfrenta, de ahí la persistencia de los problemas sin encontrar soluciones. Asimismo, si las elites o lo que fungen de elites, sufren de un enorme vaciamiento intelectual, difícilmente podrán comprender la magnitud de los problemas que afectan a una sociedad. Este vaciamiento intelectual no ocurre de improviso. Es el producto de un largo proceso en el que la sociedad no genera el conocimiento necesario para garantizarse estabilidad, orden y bienestar. En la perspectiva de Mannheim, el fracaso colectivo proviene de la insuficiencia de saberes adecuados. Es decir, una sociedad se arruina cuando la población no sabe cómo responder a los problemas que enfrenta. Demás esta recordar que los gobiernos no son más que manifestaciones temporales de cuerpo social. Es decir, todo gobierno, en términos científicos, realmente representa a una sociedad. Seguiremos ampliando el tema.
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