Los profesores Roger Eatwell (Universidad de Bath) y Matthew Goodwin (Universidad de Kent), de universidades del Reino Unido, nos han sorprendido gratamente con la reciente publicación de Nacionalpopulismo: Por qué está triunfando y de qué forma es un reto para la democracia (Ediciones Península, 2019). Los autores hacen referencia a dos eventos sintomáticos: la asunción al poder de Donald Trump en enero de 2017 y la inminente salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), tras el muy reñido referéndum celebrado en junio de 2016, y cuyo desenlace debe culminar el 31 de octubre del presente año. Sin embargo, los autores anotan que el denominado “nacionalpopulismo” ya se veía venir con las posiciones políticas de Marine Le Pen en Francia, Nigel Farage del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), Matteo Salvini en Italia (la Liga) y Viktor Orbán en Hungría (Fidesz-Unión Cívica Húngara), entre otros. Si quisiéramos resumir estas posiciones políticas y económicas en una palabra, esta sería “neoproteccionismo”.
Eatwell y Goodwin argumentan que el nacionalpopulismo se estaría nutriendo de cuatro dinámicas que confluyen simultáneamente:
1.- La desconfianza en la democracia liberal (en sus políticos e instituciones).
2.-La creciente inmigración, que es percibida como una posible destrucción de la identidad histórica de los grupos nacionales y de los modos de vida ya establecidos.
3.-Un sentimiento de temor sobre el futuro, alimentado por la denominada “privación relativa”, como resultado del aumento de las desigualdades en la distribución del ingreso y la globalización de la economía.
4.- Y el incremento del debilitamiento y desalineamiento de los lazos entre los partidos mayoritarios tradicionales y la población.
Independientemente de la confirmación de estas hipótesis, lo cierto es que las dos mayores potencias económicas y comerciales del mundo (Estados Unidos de América y la República Popular China) se han enfrascado en una seria confrontación de escalamiento arancelario que definitivamente afectará con mayor crudeza a los países con economías emergentes y abiertas al libre comercio global, como es el caso del Perú.
Sin embargo, desde inicios de la presente década ya se venía observando el denominado “New Normal” en la economía global, es decir, un debilitamiento en la tasa de crecimiento del comercio global. Como se puede apreciar en el cuadro, la tasa promedio de crecimiento del comercio mundial entre 2011 y 2020 tiende a ser mayor que la tasa del producto global; sin embargo, este diferencial no solamente muestra una disminución evidente, sino que en algunos períodos ha tenido un comportamiento inverso.
En este marco, el trabajo de Eatwell y Goodwin nos permite incorporar al análisis estrictamente económico del “New Normal” (como puede ser la pérdida de competitividad relativa de unos países y regiones respecto de otros), otras variables de naturaleza institucional, como la variable política (nacionalpopulismo) y la cultural.
Es justamente el ámbito institucional global aquel sobre el que no debemos despreocuparnos. Una ruptura sustantiva de las “reglas de juego” tuteladas por la Organización Mundial de Comercio sería un retroceso innegable que perjudicaría las posibilidades reales a mediano y largo plazo por lograr un mayor bienestar y –lo que es más preciado– mantener la paz mundial.
En la segunda mitad del siglo XX, el Movimiento de Países No Alineados reclamaba un nuevo orden económico mundial internacional. En la segunda década del presente siglo evitemos no estar ad portas de observar un cambio institucional global del cual los países emergentes saldríamos absolutamente perjudicados.
Hoy más que nunca, la diplomacia y las relaciones internacionales cobran una importancia muy relevante; y los países emergentes no debemos estar ajenos a estos foros. Paradójicamente, ahora tenemos que alinearnos para que no se cambie el actual orden económico mundial internacional, fundamentado en el libre comercio y las inversiones globales.
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