En una escuela de Ottawa, en Canadá, una maestra buscaba un proyecto para sus estudiantes de tercero de primaria, pero no se le ocurría nada. Salió al patio de recreo y escuchó a los estudiantes muy indignados porque en su barrio no había un parque o pista de patinaje. ¡La maestra había encontrado el tema!
La profesora decidió traer al alcalde del distrito para que hablara con los chicos sobre qué necesitarían para construir el parque de patinaje en su vecindad. Ellos escribieron cartas para tener apoyo de otros adultos, hicieron diseños a escala, calcularon costos y presentaron su propuesta a la alcaldía, quien la aprobó.
Para el especialista en liderazgo para el aprendizaje y director de investigación del equipo de Michael Fullan, Santiago Rincón Gallardo, esta es una de las muchas formas de traer a la escuela el Aprendizaje Profundo (AP), una metodología de enseñanza que puede ser impartida dentro y fuera del colegio.
A través del AP, “los chicos aprendieron cómo opera la alcaldía, matemáticas diez veces más que si les hubieran enseñado como una materia separada, aprendieron sobre escala, semejanza, consolidaron aritmética y aprendieron a redactar mejor por las cartas que escribieron para convencer a los padres de familia”, acotó.
Rincón explica que parte del secreto para traer el AP a las escuelas es prestar más atención a lo que les interesa a los estudiantes, qué les intriga y llama la atención. Utilizar esos intereses como punto de entrada para después explorar asuntos más generales o conceptos más específicos del currículo que se utilice en la escuela.
Para el consultor educativo, la escuela tradicional puede “matar la creatividad y gusto por aprender. Tener en un salón de clases convencional niños agrupados en un espacio, sentados, callados, organizados en bloques de 50 minutos, haciendo lo que el maestro dice, es contraproducente para el buen aprendizaje”.
“En gran medida lo que hace la escuela es ponerlos en estado latente. Hago mis tareas, pero dejando el potencial de los chicos en un estado muy latente”, acota. A diferencia del aprendizaje superficial, “el AP ayuda a despertar el gran potencial que tienen nuestros chicos para aprender, para crecer, para cuidar de otros”, dijo.
El autor del libro Liberar el aprendizaje, explicó que “el AP se da cuando los chicos están aprendiendo a jugar un deporte, a hacer carpintería, a cocinar, a aprender un nuevo lenguaje o cuando los niños pequeños están aprendiendo a hablar” y destacó las maneras en que los padres fomenten el AP a sus hijos desde chicos.
Como padres, “hay que estar atentos a lo que despierta curiosidad en los chicos, observar qué les gusta, cuáles son las cosas que los intrigan, qué los mantienen absortos por horas. De preferencia que no sean videojuegos, sino juegos o actividades como rompecabezas, pintar, leer, desarmar relojes, cocinar”, dijo.
“Ayudarlos a cultivar esos talentos desde lo más pequeños posible y en un entorno donde no se sientan juzgados, sino que se sepan con la seguridad y libertad para equivocarse”, acotó. Asimismo, señaló la importancia que los padres tengan un rol más activo en las escuelas e involucrarse sobre todo en lo pedagógico.
“No debemos involucrarnos solo para castigar y juzgar a los maestros. Tenemos que acompañarlos, sabiendo que el rol de custodia que juegan es valiosísimo. Si estamos al servicio de lo que ellos necesitan, se sentirán más seguros para innovar y sentirse más apoyados para hacer las cosas de manera distinta”, añadió.
Por otro lado, Rincón destaca las ventajas que tienen las escuelas de escasos recursos para generar nuevos modelos educativos de AP. “Estas comunidades más apartadas ofrecen un campo más fértil para innovar, para salirse de la caja de la escuela convencional, cuyas limitaciones se ven más claramente”, precisa.
“Llevar currículos y programas de estudio convencional a esos entornos es imposible. No es solo darles más dinero, no solo es construir más edificios, sino darles la mejor educación y mejores experiencias de aprendizaje para los estudiantes de las comunidades más marginadas de nuestros países”, explica.
Y agrega, “hay muchas escuelas multigrado donde hay uno o dos maestros que tienen que atender a chicos de múltiples grados y eso se ha visto como una desventaja. Pero hay gran valor tener a chicos de distintas edades ayudándose unos a otros y un maestro para manejar los tiempos de manera más flexible”.
Por último, Rincón destacó cómo nuestros chicos van a enfrentar problemas mucho más grandes y complejos de lo que nosotros enfrentamos. “El mejor legado que podemos dejarles es que sean capaces y disfruten aprender por su cuenta en el futuro. Eso les ayudará a sobrevivir y encontrar plenitud en su vida”, acotó.
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