“Aquel 25 de agosto de 1991, acolitamos la última misa que celebró el padre Sandro a las 8 de la mañana en su parroquia Señor Crucificado de Santa. Lo vimos cabizbajo, melancólico y durante la misa se vio que derramó algunas lágrimas, porque ya había sido amenazado. Él dijo: el tercero soy yo”.
Este es el testimonio del padre Giovanni Sabogal, amigo y uno de los tres acólitos del padre Dordi, hoy beato. Aquel domingo 25, el P. Dordi fue una víctima más de Sendero Luminoso (SL). Dos semanas antes, los sacerdotes polacos franciscanos Michal Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, hoy también beatos, fueron asesinados.
El padre Sandro Dordi llegó al pueblo de Santa, ubicado a once kms. de Chimbote, en 1980. Fue ordenado sacerdote en Bérgamo, ciudad natal de Italia, en 1954. Era miembro de la Comunidad Misionera Paradisso y había elegido vivir en el valle de Santa, considerada zona roja por la presencia activa de Sendero Luminoso.
El padre Giovanni Sabogal, natural de Santa, recuerda al beato como un amante de la naturaleza. “Le encantaba el deporte. Creó el club La Talanta, porque decía que a través del arte, el deporte o el trabajo se puede enderezar a las personas, pues todos sabíamos que Santa era foco de Sendero Luminoso”, señala Sabogal.
“Era una persona tímida, de perfil bajo, pero de gran corazón. Visitaba a las familias y sabía las cualidades de las personas. Quién era carpintero, electricista o albañil, y cuando enrumbaban una obra él estaba ahí. Ayudó a los campesinos a construir sus regadíos y diversas obras de construcción”, comenta sobre el beato.
“Otra cosa que me encantaba del padre Sandro es que nunca daba dinero, porque la gente se malacostumbraba. Él daba, como hacían los incas, el trueque, es decir, hacer una obra social y se les daba víveres. Así han hecho cantidad de construcciones”, explica el sacerdote diocesano.
Dordi funda el Centro de Educación Ocupacional creado para mujeres. “Había muchas personas que no tenían la opción de estudiar. El padre Sandro decía que cada uno debía conocer sus derechos”, explica el P. Sabogal, quien es párroco de la Parroquia Santos Mártires en Chimbote, que lleva el nombre de los tres beatos.
A los 15 años, Giovanni Sabogal prometió a Dios convertirse en sacerdote después de haber conocido la vida del padre Sandro Dordi, su ejemplo y toda su labor pastoral y social en Santa. Cuando velaban al Padre Sandro, el joven Giovanni dijo: “Quiero ser como él”. Aunque hoy dice que “no le llega ni a la uña”.
“Para mí ser sacerdote es seguir, predicar, amar a Jesús. Un modelo de sacerdote para mí es el padre Sandro”, explica Sabogal. “Me enseñó ha hacer obras de caridad. Hemos logrado tener cuatro plantas de oxígeno en Chimbote y una farmacia para los más necesitados de la parroquia y repartimos víveres”, dice.
“Cuando SL mata a Dordi, la gente comenzó a levantarse. Corría la información que iban a explotar el cuerpo del sacerdote que estaba siendo velado en Santa. El Padre Carlos, compañero de comunidad y párroco de la parroquia Santa Toribio en Macate, pueblo cercano a Santa, decidió llevar su cuerpo en Bérgamo, en Italia para ser enterrado”, recuerda Sabogal, hoy sacerdote.
“Fue un hombre de Dios. Puedo dar fe de las eucaristías que celebraba. Era como el mismo Cristo para mí. Media hora antes de rodillas ante Dios —porque no somos dignos de estar con él— y media hora después de celebrar la misa. Eso también nos lo inculcaba”, explica Sabogal sobre la profunda fe del beato Dordi.
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