Sí, hay algo más. Dejar a un hombre agresor no es fácil para muchas mujeres. Frenar su violencia, tampoco. No deja de sorprender que una mujer violentada por su pareja termine defendiéndolo. Pero vayamos más allá de la superficialidad de lo que nos asombra.
Un reciente artículo*, incluido en un libro editado por mi persona y publicado por GRADE junto con el PNUD y el CIES, se pregunta justamente por qué es que ellas no dejan a los hombres violentos. El artículo, de autoría de dos antropólogos sanmarquinos, César Nureña y Cecilia Caparachín, está basado en una serie de entrevistas a profundidad a mujeres peruanas que viven relaciones violentas.
Curiosamente, lo que ambos autores sostienen es que buena parte de las razones para seguir viviendo con un hombre violento provienen de fuera de la propia mujer, pero influyen en su accionar. Aquellas que prefieren quedarse en su relación violenta están ancladas a idearios tradicionales sobre la vida, los roles de género y la familia. Tres de esos idearios destacan.
Primero, las mujeres que se quedan con sus agresores privilegian el ideario de la unidad familiar: se quedan por los hijos, para que la familia no se rompa, etc. No es una decisión aislada del contexto social y cultural. Eso que piensa “la sociedad” cala. Son mensajes que circulan desde la familia y las amistades, y que son recogidos de la forma como nos hemos socializado. De ahí que una de las mujeres entrevistadas señalara lo siguiente (p. 67-68):
- Entrevistador: ¿Usted sabía que él salía con alguien?
- Entrevistada: Sí...
- Entrevistador: ¿Y qué hacía?
- Entrevistada: Nada. Hacerme la desentendida, porque en mi familia siempre mis padres nos decían que el que tiene su esposa es para toda la vida, ¿no?, es para siempre. Entonces, yo siempre respetaba eso, así lo vea con una mujer o no, igual lo aceptaba; lo tenía que recibir en la casa, es lo que me habían enseñado, ¿no? [...] yo simplemente seguí todo lo que mis padres me enseñaron… Decían que cuando uno tiene su marido es para siempre, porque en la familia nunca había nadie que se ha separado (Victoria, 35 años, Callao).
Segundo, las mujeres que se quedan con sus agresores privilegian los idearios que definen roles tradicionales subordinados para las mujeres en la familia. Y dichos roles los adoptan como tal para sus relaciones. Incluso, señalan los autores, ese rol subordinado es adoptado por mujeres bastante autónomas que no se consideran inferiores a sus parejas pero que valoran el ideario anterior: la unidad familiar. Esta es una de las razones por las que fracasan los programas de empoderamiento de la mujer como medio para reducir la violencia.
Tercero, las mujeres se quedan con sus agresores también por influencia de sus redes familiares o allegados. Parte de ellos interviene como consejeros o ejerciendo presión para hacer valer los mismos idearios anteriores: la unidad familiar para evitar la separación o fomentar la reconciliación, y un rol subordinado cuyo mensaje es la necesidad de contar con un hombre (“macho protector”) para que las mujeres se sientan seguras.
En un plano distinto, lo emocional también entra en juego. Ellas se mantienen con ellos bajo el anhelo que cambiarán. Las mueve el amor y la esperanza, pero siempre sin dejar de conectar esta actitud con un rol subordinado que insiste en que la mujer aguante a un hombre (y sus golpes) que erróneamente se asume que es violento por naturaleza. Ese cese de agresiones, por lo menos entre las entrevistadas para el artículo en cuestión, no sucedió. Hay amores que solo maltratan.
* Nureña, César y Caparachín, Cecilia (2019). ¿Por qué no dejan a los hombres violentos? Aspectos sociales y culturales vinculados con el mantenimiento de las relaciones en mujeres afectadas por maltrato conyugal. En Wilson Hernández, Violencia contra las Mujeres. La necesidad de un doble plural. Lima, GRADE, PNUD, CIES.
Comparte esta noticia