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Al rescate del Cajón de San Marcos, pieza única del arte andino peruano

EFE
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Artista uruguaya admiradora del ´Cajón de San Marcos´ emprendió el rescate de esta pieza, única en el arte andino peruano por sus características mágico religiosas.

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Seducida por su calidad artística y su enigmática carga simbólica, la arquitecta y restauradora uruguaya Alicia Delboy ha emprendido el rescate del Cajón de San Marcos, una pieza única en el arte andino peruano por sus características mágico religiosas.

Además de restaurarlos con devoción en su casa de Lima, Delboy investiga desde hace seis años la historia de estos cajones, cuya elaboración aprendió con Jesús Urbano, discípulo de Joaquín López Antay, el más famoso fabricante de cajones de San Marcos.

Estas piezas, cuya origen se remonta a mediados del siglo XIX en la región sureña de Ayacucho, están conformadas por un cajón de madera con dos divisiones que representan "el mundo de arriba y el mundo de abajo", en las que se reúnen figuras de santos y animales como el cóndor, que la preside desde el frontis triangular que corona el cajón.

Delboy señaló a Efe que el cajón simboliza un "apu" o dios tutelar andino y que lleva en su interior "la representación del mundo campesino, cuya fiesta más importante es la marcación del ganado".

En el cajón aparecen santos como San Marcos, el más importante porque era el protector del ganado más valioso; Santa Inés, que en ocasiones podía ser Santa Clara, encargada de proteger a las cabras; y San Juan, protector de las ovejas y el pastor.

Además, "hay un santo muy especial, que es San Lucas", que tenía la función particular de proteger a depredadores como el puma, el tigre, el cóndor y todos los animales carroñeros.

"¿Porqué hay un santo que protege a estos animales?, es una cosa muy bonita", precisó Delboy, y explicó que en la cosmovisión andina el ganado que estaba junto a personas y cosas "está contaminado porque ocupa un lugar que no le corresponde, no es su lugar natural".

El pastor tiene, por ese motivo, "una función muy importante y es llevar a ese ganado a que se junte con las fieras que hay en las alturas para que se purifique (...) por eso hay un santo que protege a estos animales", explicó.

De esa manera, aunque el cajón tiene "un origen absolutamente nebuloso que es anterior a la segunda mitad del siglo XIX" es una pieza única en el Perú Republicano, ya que era empleado en un ritual de clara esencia mágico religiosa en las alturas de Ayacucho, por encima de los 3.000 metros de altitud.

Durante una primera etapa las figuras eran fabricadas en piedra de Huamanga (alabastro), tras lo cual se dio un proceso intermedio que llevó a la utilización final de una masa hecha de papa y yeso.

A lo largo de las décadas los cajones fueron llevados de pueblo en pueblo por los arrieros, pero su demanda comenzó a decaer con la construcción de carreteras en las primeras décadas del siglo XX.

Además, la iglesia Católica mantuvo "una persecución indirecta" a este tipo de arte popular, porque vio que los santos eran invocados para otras tareas y la celebración "terminaba en una fiesta de fecundidad humana y todo giraba alrededor del cajón de San Marcos"

A mediados del siglo XX, el taller de López Antay fue descubierto por las hermanas Alicia y Celia Bustamante, ésta última por entonces esposa del escritor y etnólogo José María Argüedas, quienes difundieron su existencia en Lima.

El asombro que causó entre los intelectuales limeños produjo su rápida difusión, aunque también generó un cambio que terminó por convertirlo en una pieza decorativa que ha llegado hasta nuestros días con el nombre de "retablo ayacuchano".

"Le proponen (a López Antay) hacer cajones de San Marcos con temas cotidianos, anecdóticos, y que haga nacimientos", remarca Delboy, quien añadió que, a pesar de su oposición inicial, el artista le encarga esta tarea a Jesús Urbano, quien acepta tras afirmar que ya no podía seguir llamándose Cajón de San Marcos.

De esa manera, las hermanas Bustamante propusieron llamarle Retablo "como las antiguas cajas españolas que tenían imágenes o como los altares de imágenes".

Delboy, quien no ha encontrado evidencia de que en la actualidad se sigan fabricando los cajones de San Marcos, remarca que así ha podido identificar que existieron unos "cajones de transición" entre el San Marcos y los retablos.

"El cajón de transición, aquel que tienen que hacer López Antay y Jesús Urbano obligados por las circunstancias, conserva en el piso de arriba los santos y abajo en vez de la pasión y la reunión se pone cualquier objeto, esa es la parte que a mí me gusta investigar desde los cajones de transición, hacia atrás", acota.

Delboy, que espera escribir un libro para detallar sus hallazgos, recuerda que todo se inicio hace 25 años, cuando vio por primera vez un cajón de San Marcos, sin saber su origen, pero quedó seducida para siempre por su mezcla de arte, simbolismo y la visión de una cultura ancestral que ha hecho totalmente suya.

EFE

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