El escritor francés, conocido por sus novelas que combinan la ciencia ficción con las aventuras, murió un 24 de marzo de 1905 en Amiens, una ciudad al norte de Francia.
En el número 3 de la calle l’Hermitage, en el barrio de Sainte Anne, a orillas del río Loira, se alza un señorial museo dedicado a Julio Verne en su natal Nantes, ciudad francesa en la que nació un 8 de febrero de 1828. Manuscritos, libros, maquetas de sus inventos, entre otros documentos pueden verse en este espacio dedicado a la vida y obra de un escritor que hizo del futuro su territorio imaginativo.
A más de 500 kilómetros de Nantes, en Amiens, ciudad del norte de Francia dividida por el río Somme, se ubica otra vivienda que también remite a la vida del novelista. Se trata de la casa en que habitó buena parte de su vida, un torreón con un jardín de invierno que ocupó a lo largo de 18 años y donde falleció un 24 de marzo de 1925, luego de pasar enfermo de diabetes sus últimos años.
No resulta difícil pensar en Julio Verne confinado en ambos lugares, pasando momentos de creativa soledad y escribiendo las novelas que lo harían famoso gracias a su capacidad para combinar la elucubración científica con la literatura especulativa. En medio de una época marcada por la Revolución Industrial, Verne supo crear un futuro posible que actualmente llama la atención por su poder premonitorio.
EL VIAJE INTERIOR
Suele decirse que cada escritor guarda su propia cuarentena para poder desarrollar su obra. Pero la vida de Julio Verne fue más bien la de un trotamundos. Primero, se trasladó a París, en 1847, donde inició sus estudios de Derecho y se comprometió con su prima Caroline.
Sin embargo, una niñez y adolescencia signada por su interés en la ciencia y la poesía le llevarían a dedicar la mayor parte de su tiempo a la dramaturgia. Aunque obtuvo el título de abogado en 1849, decidió poner todos sus esfuerzos al servicio de la literatura, decisión que le trajo más de un problema con su padre.
Su papá no sería la única persona a la que le causaría desazones. Tras abandonar a su prometida, en 1857 se casó con Honorine Deviane, una viuda a la que dejó sola en más de una ocasión por llevar a cabo travesías alrededor de Europa, hacia destinos como Escocia, Noruega e Islandia. Durante uno de estos periplos, con él ausente, nacería su primer hijo Michel Verne.
Dichos viajes nutrieron, sin duda, el espíritu aventurero que Julio Verne poseía. Pero su imaginación le deparó otro tipo de periplo: uno interior, que dio como resultado un compendio de 60 novelas titulado “Viajes extraordinarios”, que contiene creaciones célebres como “La vuelta al mundo en 80 días, “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “La isla misteriosa”, “Miguel Strogoff”, entre otras.
LA INVENCIÓN DEL MAÑANA
El futuro ideado por Julio Verne es eminentemente tecnológico, en diálogo con el periodo que le tocó vivir. Una etapa de la historia en que las personas tomaban conciencia sobre la importancia de la máquina en la vida del hombre.
Pero también fue un lapso en el que surgieron inventos que generaron cambios significativos en la vida cotidiana de las personas, como el daguerrotipo. No fue casual, por ello, que Julio Verne fuese estrecho amigo de Nadar, fotógrafo que hizo posible la publicación de su libro “Cinco semanas en globo”.
Gracias al éxito cosechado por esa novela, publicada en formato de folletín, el autor francés pudo amasar una fortuna capaz de permitirle viajar a Estados Unidos. Como cada periplo, este también alimentaría su producción literaria, aunque su vocación de viajante del mañana le hizo crear, ya desde su primer libro, inventos que en la actualidad son una realidad.
En “París en el siglo XX”, por ejemplo, Verne describió una red internacional de comunicaciones, suerte de telégrafo interconectado por varios países. Creaba, de este modo, las bases de lo que hoy conocemos como el internet. Por su tono pesimista, la novela fue desestimada en su época y publicada recién en 1994.
Otro proyecto del futuro concebido por el escritor fue el submarino eléctrico, que aparece 18 años antes de su creación en “Veinte mil leguas de viaje submarino”. Recién en 1888, Isaac Peral creó la máquina de navegación que Verne ya había bautizado bajo el nombre de Nautilus, comandado por el capitán Nemo.
Para ser un hombre del siglo XIX, el autor de Nantes parecía habitar ya en 1969. Y es que, entre 1865 y 1870, publicó “De la Tierra la Luna” y “Alrededor de la Luna”, dos novelas en las que concibió la posibilidad de que el hombre alcanzara a pisar el satélite que Neil Armstrong lograría alrededor de cien años después.
LEGADO DE VERNE
Los libros de Julio Verne lograron colocarse pronto entre los estantes de la literatura predilecta por los niños. Con más viajes por delante, el novelista tuvo oportunidad de ocupar estancias por España, Portugal, Inglaterra, aunque sus últimos años transcurrieron apaciblemente en Amiens, Francia, donde se encuentra enterrado bajo una tumba de la que sobresale su efigie.
Junto al británico H.G. Wells, Verne comparte el título de "padre de la ciencia ficción". Calificativo de gran precisión, pues gracias a sus novelas, la obra de Ray Bradbury, Isaac Asimov y otros autores que comparten la misma afición por la especulación científica no sería posible.
Así como tampoco la humanidad podría haber aspirado, con tal claridad, a un mundo en el que la tecnología, como la conocemos ahora, fuese un sueño realizado.
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