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Del espíritu de la naturaleza a las piezas artísticas: ¿En qué consiste el kené, el ancestral arte shipibo-konibo?

Silvia Ricopa y Olinda Silvano son representantes del ancestral arte kené.
Silvia Ricopa y Olinda Silvano son representantes del ancestral arte kené. | Fuente: Andina

Grafismos espirituales, legado familiar, símbolo de identidad shipibo-konibo… todo eso y más es el kené, una expresión artística que RPP Noticias desentraña con especialistas y artistas en este informe especial.

En la lengua shipibo-konibo, kené significa “diseño” y se utiliza para designar a los padrones geométricos hechos a mano por los miembros de esta etnia amazónica, que se imprimen sobre diversas superficies: desde partes del cuerpo humano hasta en cerámicas, telas y piezas de madera. Pero para la artista Elena Valera, “kené” significa también un emblema del legado artístico y vital que recibió de su abuela.

“Tenemos kené en la herencia y esta herencia es un símbolo de la nación shipibo-konibo”, sostuvo la artista, bautizada en su lengua originaria como Bawan Jisbë (mujer mensajera), en conversación con RPP Noticias. De acuerdo con ella, el kené se encuentra patente en todo su “conocimiento”. “Lo llevamos en nuestras inspiraciones, nuestros sueños, nuestras plantas, nuestras medicinas, nuestros cantos [íkaros] (…) Está en los cosmos”, detalló.

Y también está incrustado en su memoria. Desde niña, Elena fue instruida en el arte kené por su abuela Celia Reátegui, quien le daba una tiza para que hiciera sus primeros trazos en una tela teñida con barro negro. También aprendió de ella el bordado y diseño sobre vasijas de cerámica en las que servían chapo, masato o mazamorra. “Yo crecí con mi abuela llena de amor a la cultura, a las costumbres, a mi familia, a mi pueblo, amor en todo mi arte”, señaló.

Que haya aprendido estos saberes ancestrales de su abuela no es fruto del azar. “Hacer kené es un arte femenino”, escribió la antropóloga Luisa Elvira Belaunde en su libro “Kené: Arte, ciencia y tradición en diseño”. Son las mujeres shipibo-konibo las encargadas de adornar los diversos objetos que poseen en sus hogares, aunque, según matizó la especialista a RPP Noticias, en el pasado algunos hombres grababan grafismos en sus remos. “Es [un arte] eminentemente femenino, pero no necesariamente solo de las mujeres”, precisó.

“Yo tengo que visionarme, inspirarme, también soñar, porque eso te revela. Así nomás no son las cosas, porque tienen su energía de amor, curación, paz, tranquilidad, liberación”, dijo por su parte Elena sobre su proceso creativo que dio origen a piezas artísticas que captaron la atención del historiador Pablo Macera, quien apadrinó su arte en muestras museográficas del Perú y el extranjero durante los años noventa. Una obra “material e inmaterial”, como apuntó Belaunde, que es bella, catártica y profundamente singular.

El arte kené está presente también en las ropas que visten a la comunidad shipibo-konibo.
El arte kené está presente también en las ropas que visten a la comunidad shipibo-konibo. | Fuente: EFE

Evidencias arqueológicas

“Más que hablar de un origen del kené, podemos decir que forma parte de toda una manera de pensar lo que es un cuerpo”, reflexionó la especialista Luisa Elvira Belaunde. Procedente de la familia lingüística pano —que agrupa a diez etnias amazónicas como los cashinahua, yaminahua, sharanahua, nahua, entre otras—, la palabra kené aparece en historias orales para dar cuenta sobre la manera en que dichos colectivos aprendieron a trazar grafismos cuyas raíces son atribuidas a “seres primordiales”.

Así, en el caso de los shipibo-konibo, sus diseños pueden haberse asimilado de la anaconda (conocida como ronin) o de algunas plantas cuyas hojas llevan impresos dichos trazos. O también, según refirió la investigadora, de los “inkas”, que en los mitos de este pueblo indígena son “seres celestiales” que descendieron a la tierra trayendo aquellos particulares diseños en sus ropas. Históricamente, no obstante, no existe una fecha exacta sobre el surgimiento del arte kené, aunque los primeros registros datan de “principios del siglo XIX”.

Alexander Von Humboldt supo de ellos, porque ya había mucho interés por estos grafismos. Tanto así que se pensaba que podía ser un tipo de escritura”, sostuvo Belaunde. Agregó que incluso hay “evidencias arqueológicas de 1500 años atrás que nos muestran ya algún tipo de diseño policromado sobre las cerámicas, encontradas en la región Cumancaya”, así como expresiones artísticas semejantes en otros lugares de la Amazonía.

Se trata, en suma, de diseños potencialmente ligados a pueblos ribereños que, para la investigadora, “han cambiado” a lo largo del tiempo. Por eso, más importante que determinar su origen, resulta establecer cómo el arte kené, en diversos momentos históricos, “cobra más elaboración y, en otros, se vuelve más simple”. “Todo parece indicar que, en el caso del pueblo shipibo-konibo, cuando se encuentran en un estado de bienestar es cuando hay una mayor elaboración del kené”, ensayó.

El arte kené de Elena Valera llegó a traspasar fronteras bajo el padrinazgo del historiador Pablo Macera.
El arte kené de Elena Valera llegó a traspasar fronteras bajo el padrinazgo del historiador Pablo Macera. | Fuente: Archivo de Elena Valera

Un arte entre dos dimensiones

Suele establecerse una diferencia entre “ver y hacer kené”, aunque ambas acciones apunten a fines estéticos y terapéuticos. “El kené existe, en primera instancia, en un subconsciente”, apuntó el antropólogo Rodolfo Arrascue. Antes de trazar sus diseños, las artistas atraviesan por los “rao”, que es la “ingestión ritualizada de plantas con poder” a través de la cual acceden a las visiones que luego plasmarán en distintas superficies. Pero este consumo por sí solo no basta.

“Cuando era niña, el piripiri que me echaban a diario mis abuelas, yo veía visiones en el mosquitero, pero me dolía la cabeza”, contó Olinda Silvano, artista de la comunidad amazónica y una de las fundadoras de Cantagallo, el asentamiento urbano ubicado en el distrito del Rímac y habitado por los shipibo-konibo que migraron a Lima desde la región Ucayali. “Yo preguntaba a otras niñas si ellas veían y me decían que no, y yo me sentía mal”, agregó Silvano, cuyo nombre en su lengua originaria es Reshin Jabe.

Y es que, para “hacer kené”, como puntualizó Luisa Elvira Belaunde, es necesario “haber sido criada para verlo”. “Las que no han sido criadas para ver kené en sus pensamientos, lo copian de los demás. El kené te rodea, además de las preparaciones rituales”, explicó la antropóloga. De modo que las “plantas con poder”, como la ayahuasca o el piripiri, activan una condición que las artistas ya poseían e incitan en sus mentes una multiplicidad de diseños que “embellecen” a las personas y las cosas. Les confieren un brillo producido por “el juego de luz entre los trazos de diferentes colores”, comentó Belaunde. “El kené tiene mucha energía de protección, identidad y espiritualidad”, acotó Arrascue.

Contra las nociones del arte occidental, el arte kené busca trasladar y comunicar

Contra las nociones del arte occidental, el arte kené busca trasladar y comunicar "energías" entre dos dimensiones.Fuente: Archivo de Elena Valera

¿Busca el arte kené “representar” una realidad? ¿Son retratos de un bosque o un mapa de la selva? “No hay un significado estricto”, apuntó el investigador. Aunque sus creaciones tengan elementos figurativos —una boa o una araña—, las artistas están enfocadas en generar “caminos” capaces de transportar y comunicar energías entre una dimensión onírica y otra real. Toda una concepción distinta a las nociones occidentales de entender el arte que, cuando se aprecia, “generan asociaciones mentales diversas”, según Belaunde.

Tan únicas como las visiones de las mujeres shipibo-konibo son las piezas artísticas que confeccionan sin necesidad de bosquejos ni de modelos preestablecidos. Gracias a su capacidad imaginativa, desarrollada en su crianza, ellas pueden proyectar una malla de grafismos compleja que amplía sus horizontes, como afirmó la especialista, hasta hallar la “posibilidad de una cura”. Pero el dolor no está ausente en esta terapia.

“Toda planta, todo para curarnos, duele. En el ojo duele, arde, quema. Empieza dolor de cabeza, también tu cuerpo está malestar, pero después desaparece, te sientes libre, como te hicieron limpieza. Te salen más visiones, te imaginas, tú creas. No hay pereza para decir: ‘ay, no, voy a dormir’, sino con ganas de hacerlo, de disfrutarla. Después del malestar, todo se vuelve mejor que antes”, apuntó Silvano.

De este equilibrio mental es fruto la aparente simetría de las piezas que crean las mujeres shipibo-konibo. Allí reside el efecto hipnótico que tienen sus diseños, el objetivo final del arte kené.

Nuevas expresiones

Para Rodolfo Arrascue, el arte kené producido por los shipibo-konibo resulta “más elaborado” que los realizados por otras etnias de la familia lingüística pano. “Hay un diseño antiguo, con líneas más gruesas, y uno moderno que tiene líneas más delgadas y mayor detalle por dentro”, manifestó el antropólogo visual, que resaltó también sus “acabados y trazos más perfectos”.

Con el paso del tiempo, y a medida que la comunidad indígena migró a las ciudades, entre ellas, la zona de Cantagallo, sus manifestaciones artísticas se desplazaron hacia nuevos soportes. “Cuando vienen a Lima, a esta selva de cemento, se apropian del espacio y empiezan a hacer muralización”, manifestó Arrascue.

Así, si a fines de los años noventa, Elena Valera, junto con los pintores Robert Rengifo y Roldán Pinedo, empezaron a romper fronteras con su arte kené, hoy en día aquellos grafismos se mimetizan en las creaciones de nuevos artistas, aparecen en sitios públicos de la capital y resisten a desaparecer en el éter digital de una pantalla.

“Poco a poco hemos incentivado y contagiado [nuestro arte], con buena energía y buena manera. Hemos embellecido las líneas del tren eléctrico, Barranco con el diseño de Carachama, aparte del Lugar de la Memoria, con el mural en memoria de nuestros ancestros. Y también Rusia, Canadá, México, España. Hemos hecho diferentes caminatas con nuestro arte”, dijo Olinda Silvano.

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Marco Zanelli

Marco Zanelli Redactor

Bachiller en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Martín de Porres (USMP). Interesado en literatura, música, teatro, cine, series y arte. Escribo sobre cultura y entretenimiento en RPP Noticias.

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