Las pequeñas bailarinas de ballet se encuentran recaudando fondos para poder viajar a una competencia en Orlando, Estados Unidos y el histórico Ballet de Rusia las apoyará. Esta es su historia.
El día de la entrevista, la casa de Keith (8) y Nicole (11) amaneció llena de agua a causa de la lluvia en la capital, pero eso no les impidió llegar, junto a Maricarmen Silva, su profesora de baile, hasta la radio. Las pequeñas bailarinas de ballet viven en la segunda etapa del cerro San Genaro, bien arriba, junto a su madre y a su hermano menor.
Cada noche, Keith y Nicole se acuestan juntas en una cama y, cuando el cansancio les cierra los ojos, sueñan con subirse a un escenario vistiendo el más hermoso tutú, para poner los pies en punta y hacer lo que más les gusta: bailar ballet. Pero no todo es tan fácil para ellas.
Desde hace 12 años, no hay una semana en la que Maricarmen Silva, bailarina profesional y profesora de ballet, no llegue hasta el colegio Brígida Silva de Ochoa para cambiar, a través de la danza, la vida de estas pequeñas y otras niñas. Al no tener un espacio acondicionado para practicar, utilizan el salón de cuarto de secundaria. Ellas mismas arriman las carpetas, se visten con sus uniformes y empiezan a practicar.
“Empezamos la clase haciendo un poco de suelo, porque siempre hay niñas nuevas. Luego hacemos un poquito de barra, ejercicios de estiramiento y ejercicios para poder saltar, pero no saltamos mucho porque el piso es de loseta, entonces las puedo lastimar”, cuenta Maricarmen Silva ante la mirada atenta de sus alumnas.
El ballet, para ella, es más que una disciplina, pues afirma -con total certeza- que permite que las niñas desarrollen valores como la responsabilidad, el esfuerzo y la perseverancia. Este ímpetu para mejorar llevó a Keith y Nicole a participar, en agosto del 2017, en el concurso “All dance Perú”, del que salieron victoriosas en distintas categorías.
EL SUEÑO DE UN VIAJE A ORLANDO
Su talento, además, les ha merecido una invitación a un concurso de ballet en Orlando, Estados Unidos, sin embargo, la falta de recursos para realizar el viaje, pone en juego su participación. Por eso, tanto las alumnas como sus padres y la profesora vienen realizando una campaña de reciclaje de botellas, cartón, papel, ropa y juguetes usados, que venden para juntar, de a pocos, el “pocito” que necesitan para viajar a concursar. Sucede que el ballet, según Silva, es una disciplina elitista, una barrera difícil de romper.
“Todos somos iguales y no importa de dónde venimos. Porque a la hora que yo me ponga a bailar, por ejemplo, el lago de los cisnes y me ponga mi tutú… cuando todas estamos vestidas con el mismo tutú, no importa de dónde venimos”, asegura.
La empresa TQ, encargada de traer al Perú al Ballet de Rusia, ayudará a las pequeñas con parte de las ganancias de taquilla. Eso, según Maricarmen, ayudará a que puedan adquirir los vestuarios que necesitan para su presentación en Orlando. Hay algo, no obstante, que inquieta a las hermanas. Nicole, la mayor de ellas, ha sido diagnosticada con Púrpura, una enfermedad que ya se encuentra tratando, pero que le impide acudir a sus clases por estos días.
Pero las adversidades no hacen que Nicole se rinda: bailar ballet es su sueño y está convencida de que logrará vencer a la enfermedad. “Yo he aprendido que no me debo rendir. Si tengo un sueño debo seguir luchando hasta lograrlo porque, aunque yo tenga esta enfermedad, igual quiero seguir yendo a mis clases de ballet. No solamente porque me dio esta enfermedad voy a pensar que mis sueños no se van a cumplir… en cambio, yo pienso lo contrario. Para mí lo que yo estoy haciendo es muy grande”, dice la pequeña bailarina.
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