Desde el surgimiento del torito de Pucará hasta su confección, RPP Noticias conversó con artistas y especialistas para ofrecer una mirada panorámica sobre este arte tradicional originario de Puno.
En la provincia de Azángaro del departamento de Puno, a más de 3800 metros sobre el nivel del mar, se ubica la comunidad campesina de Checca Pupuja. Es aquí, en este pueblo altoandino conocido por sus ancestrales técnicas de alfarería que han sido reconocidas como Patrimonio Cultural de la Nación, donde surgió el popular torito de Pucará.
Sin embargo, como matizó el historiador Fernando Villegas a RPP Noticias, la historia de esta pieza de cerámica se remonta al “mundo prehispánico” pues corresponde con un antiguo “culto a rituales andinos a los animales y la tierra”. Lo cual no quita, por supuesto, que sus antecedentes nazcan de “los pueblos de Santiago de Pupuja (distrito puneño) o de Checca Pupuja”.
Entonces, ¿cuál es la razón por la que este arte tradicional lleva en su nombre el distrito de la provincia de Lampa en vez de los lugares arriba mencionados? El malentendido ocurrió en la década de 1920, cuando el pintor indigenista José Sabogal emprendió un viaje a Bolivia y pasó por el distrito de Pucará.
Según contó el mismo Villegas en su artículo “Entre la tradición mestiza y su modernidad contemporánea: El toro de Pucará visto por José Sabogal y Enrique Camino Brent”, en Pucará existía una estación ferroviaria que conectaba Puno con Cusco y donde las campesinas “vendían objetos cerámicos entre ellos una forma de animal”.
“Fue este primer encuentro que motivó el error de Sabogal y su grupo [indigenista] de conocer al Toro como Torito de Pucará”, escribió el historiador. No obstante, gracias a José Sabogal y su movimiento artístico de investigadores del arte tradicional peruano, “todos estos objetos de origen ritual” que estaban en proceso de desaparición cobraron una nueva vida.
“Enrique Camino Brecht, discípulo de Sabogal, se dio cuenta de que [los toritos] ya no eran hechos de la manera en que los pobladores de Checca Pupuja los hacían y les recomendó que lo hicieran bajo la mirada tradicional. Si ellos no hubiesen intervenido, trayendo estos objetos e incentivando a los artistas tradicionales, probablemente habrían desaparecido”, dijo Villegas.
La llegada del toro
Antes de la conquista española, la llama ocupaba el lugar del torito de Pucará, según dan cuenta los historiadores Elizabeth Klarich y Luis Flores Blanco en su artículo “Continuidad e innovación de la cerámica Pucará: 3000 años de producción alfarera en la cuenca norte del Titicaca”. Un hecho refrendado por Fernando Villegas, quien recordó que el toro es traído al Perú por los españoles.
“Es el momento en el cual empieza a ser sustituida la llama como un elemento de devoción para colocar al torito en su lugar”, dijo. Este mamífero con cuernos se integró al trabajo de campo, pues gracias a su fuerza se realizaba el arado. Y no tardó en convertirse en un símbolo de la tierra (pachamama), protectora y propiciadora de la fertilidad en la cultura andina.
Específicamente, el torito de Pucará representa al animal que ha pasado por el rito del señalacuy, que consiste en poner una señal o una marca al ganado. “La idea es que la sangre que se vierte en esta marcación sea fructífera para la tierra, útil para el agro”, señaló Villegas. Una festividad ligada a las creencias animistas del Ande, donde los animales representan “conectores de mundos”.
“El mundo andino está eminentemente vinculado a la idea de ciclos: de la muerte puede nacer la vida”, sostuvo el historiador. Y por la “seguridad y protección” que también reflejan estos objetos totémicos, actualmente también se colocan sobre los techos de las casas. A fin de cuentas, ¿qué vigilante más robusto puede encontrar un hogar que no sea un toro?
Patrimonio ancestral
A los ocho años, Concepción Roque atestiguaba en su casa cómo su papá tomaba la arcilla con sus manos hasta darle forma a un toro. A esa edad, comentó a RPP Noticias, empezó a ayudarlo y también a su abuelo. “A mi abuelito era más práctico, lo he visto trabajar”, dijo. El entrenamiento rindió sus frutos y un año después ya debutaba como hacedor de toritos.
“De los nueve años, ha llegado una feria de tradición en Pucará, una feria Carmen se le llama, y ahí han venido los investigadores de entonces. Y ahí he hecho un torito de como cinco centímetros y me han premiado. Cien soles, en esa fecha era plata. Me he dedicado a trabajar desde niño”, contó el artista puneño, hoy con 67 años.
Fabricar toritos, por lo tanto, se trata de una labor que se aprende al interior de un círculo familiar que ha heredado saberes alfareros desde tiempos remotos. “Yo aprendí de nuestros ancestros, de nuestros abuelos y tatarabuelos”, sostuvo, por su lado, el artista Mariano Choquehuanca. Y acotó que, a la fecha, solo “unas cuantas personas” se dedican a confeccionar estas piezas.
A nivel artístico, los toritos de Pucará han evolucionado con el tiempo, pero conservan “ciertos elementos que se pueden reconocer”, según Villegas, como la técnica del vidriado (herencia española) y “las marcas que tienen en la parte del lomo, o la borla que se supone es la sangre que sale del pecho, o la lengua que sobresale porque le han puesto ají en el hocico”.
“Además, pueden aparecer flores [en el cuerpo del toro], porque es una festividad, un rito que remite a la vida”, añadió el especialista.
Confeccionar toritos de Pucará
De acuerdo con Mariano Choquehuanca, el torito de Checca Pupuja se caracteriza de otros por su elaboración a mano. Un detalle que una investigación de los años 60 dirigida por el antropólogo Demetrio Roca, y titulada “Cerámica tradicional de Ch’eqa Pupuja” (1966), confirma al señalar que en dicho pueblo “usan el molde desde hace unos cuarenta años”.
Sin embargo, antes de que la arcilla —material indispensable para confeccionar los toritos de Pucará— llegue a las manos de un ceramista, se debe extraerla de una cantera. Luego, se mezcla con otras variedades (“medio amarillas, medio rojas”, precisó el artista) y se le deja “macerar” un mes o un año hasta que esté madura.
“Así se hacen los toritos”, explicó Choquehuanca, quien en el 2017 recibió el reconocimiento de Personalidad Meritoria de la Cultura. Y su colega Concepción Roque, que se hizo acreedor del mismo título en el 2013, complementó: “Después de trabajar la arcilla, lo hago secar y después lo pinto. Decoro con escoria y después al horno”.
Del calor de los hornos al flujo del mercado turístico, los toritos de Pucará llegan ahora a los hogares urbanos como objetos decorativos y su autoría, puntualizó el historiador Villegas, parece no pertenecerle a nadie. “No individualizamos a los creadores que hacen toritos de Pucará. Creo que eso, sin duda, da validez a un objeto estético que tiende a lo colectivo”, indicó.
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