Un elenco de actores sordos protagoniza un montaje en el que dan rienda suelta a su talento. Conoce la historia del grupo Teatro en Silencio.
Para muchos actores, el teatro es el espacio en el que logran encontrarse con su lado más artístico. Para los miembros del proyecto Teatro en Silencio, la tarima también es un espacio de igualdad y libertad.
Estos actores, todos personas con discapacidad auditiva, han encontrado en esta expresión artística la terapia perfecta para afrontar los obstáculos que la vida puso en su camino. Obstáculos y situaciones que han servido como material para llevar a escena la obra “No soy invisible”.
El director del elenco, José Antonio Montañez, conversó con RPP Noticias sobre el proyecto que reinventó las vidas de un grupo de artistas que jamás imaginaron ver al público aplaudiendo su trabajo.
“El teatro se ha convertido en una terapia de seguridad y autoconfianza para estos muchachos”, comenta Montañez. Él agrega que gracias a este proyecto sus dirigidos han podido darle vuelta a uno de los grandes temores de las personas sordas: la depresión.
“Desde el inicio descubrí que a estos chicos los abordan problemas como la timidez, la depresión y la falta de autoestima, producto de la discriminación y la falta de comprensión de la sociedad”, explica.
Este factor hizo que la tarea del director se convierta en todo un reto, más aún al tener que trabajar con personas que no utilizan el mismo método de comunicación que él. “Un mes antes, aprendí lo básico del lenguaje de señas, eso me ayudó a romper el hielo con los chicos”, recuerda.
Según explica, la idea nació de Patricia Pozo, una reconocida modelo que padece de sordera. “No solo dio pie al inicio del proyecto, sino que fue el puente para poder llegar a crear la empatía necesaria con los artistas sordos”, comenta.
SUS EXPERIENCIAS
La obra “No soy invisible”, fue creada por José Antonio Montañez, a partir de las experiencias de vida de los propios actores. “Hablamos de cómo afrontaron sus padres la noticia de la discapacidad, la discriminación que sufren en el colegio y gran parte de la sociedad, hay episodios muy duros narrados en esta obra”.
“Con esta puesta en escena no solo hacemos un recopilado de los momentos más difíciles de los sordos, sino que invitamos a la sociedad y a las autoridades a reflexionar acerca del trato que les damos a estas personas”, acota Montañez.
Otro de los retos fue hacer los diálogos. “Cabe precisar que las personas sordas no son mudas. Algunos de ellos hablan casi perfectamente y pueden aplicar sus diálogos sin problema”, cuenta el director.
Para aquellos actores a los que se les complicaba la comunicación oral, José Antonio utilizó como recurso la voz en off. “Tampoco era sencillo, había que trabajar en la sincronización de la actuación y la voz que se oía, aunque el compromiso de los muchachos facilitó la tarea”.
EL APOYO DEL ESTADO
Esta no es la primera presentación de este elenco teatral, es por eso que a Montañez y sus alumnos les preocupa la falta de compromiso y apoyo de las empresas privadas y las autoridades de nuestro país.
“Hemos tocado muchas puertas, porque este es un proyecto que no se sostiene del aire. Lastimosamente, del Ministerio de Cultura solo hemos recibido un apoyo nominal y del Ministerio de Educación muchas trabas burocráticas”, confiesa.
“Solo por dar un ejemplo del desinterés, los últimos registros estadísticos de personas con discapacidad auditiva datan del 2010 y de una encuesta, no de un censo”, explica Jose Antonio Montañez, quien espera que pronto puedan recibir apoyo.
Pese a esta situación, ellos siguen afrontando con hidalguía los retos que implica ser artista en nuestro país. Actualmente, se encuentran trabajando en nuevas obras con las que abordarán temas como la igualdad de género y la violencia a la mujer. “No solo queremos que la sociedad nos apoye a nosotros, sino a todos los grupos que son afectados por algún tipo de discriminación o maltrato”, agrega el director.
Estos artistas han demostrado, con talento y entrega, que no existen obstáculos para aquel que se propone a alcanzar sus metas y ser feliz. Y que los aplausos, cuando son merecidos, no necesitan oírse, sino sentirse.
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