Islandia no rescató a sus bancos y encarceló a los banqueros responsables de la crisis mundial que también los envolvió el 2008. En 2016 su PBI creció un envidiable 7.2% y ahora jugarán en Rusia 2018.
Luego que estallara la crisis financiera mundial el 2008, desde Wall Street al resto del mundo, los bancos islandeses también se derrumbaron como un castillo de naipes.
Se echaron a las calles
A principios del 2009, el pueblo islandés de apenas 328 mil habitantes, ante el colapso económico, decidió hacerle frente y protestar contra el gobierno y los responsables de la crisis financiera que los envolvía. Su moneda se desplomó, el desempleo se incrementó y la bolsa de valores quedó casi aniquilada.
Su moneda, la corona, cayó en un 50% con respecto a las principales divisas, el desempleo -una palabra antes desconocida para los islandeses- subió hasta el 10% y la fuga de capitales al extranjero alcanzó niveles alarmantes.
Crisis sin precedentes y enjuiciamientos
Entonces los ciudadanos de la pequeña isla nórdica se negaron a rescatar a la banca y votaron en un referendo en contra de pagar sus deudas con dinero público.
Y a diferencia de otras economías occidentales, el gobierno islandés dejó que quebraran sus tres principales bancos –Kaupthing, Glitnir y Landsbankinn–.
Estas entidades operaban con poca regulación y se habían endeudado a niveles históricos, pues llegaron a tener pasivos de US$86,000 millones en una economía cuyo PBI apenas llegaba a US$13,000 millones.
Pero eso no fue todo, pues procesaron judicialmente a los banqueros y políticos imprudentes y responsables del ocaso económico. Islandia fue en contra de lo que los libros de economía dictan, e hizo caso omiso a las amenazas de los mercados internacionales y de las malas notas de las agencias de calificación de riesgo.
Una nueva economía
El colapso de sus principales bancos en 2008 arrastró a la economía islandesa y creó la mayor crisis económica vista en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Pero su recuperación fue relativamente rápida. Los balances contables de los bancos no siguieron generando incertidumbre. Muchos inversionistas aceptaron sus pérdidas y retomaron sus vidas.
Al devaluarse la moneda local, los bienes y servicios islandeses se hicieron más baratos para los extranjeros. Ello contribuyó al despegue de una nueva bonanza, esta vez en el turismo internacional, que se ha convertido en el negocio más dinámico de la nueva Islandia.
El país creció a una tasa del 7.2% en 2016, una cifra envidiable comparada con el estancamiento que aqueja a muchas otras naciones europeas.
Pero Islandia no sólo está bendecida por la abundancia de la mano de obra con talento, también tiene una importante fuente de energía limpia y barata.
El 99% de las necesidades energéticas del país se satisfacen con recursos hidroeléctricos o con manantiales de aguas termales. La disponibilidad de energía barata atrajo a importantes industrias, como la de fundición de aluminio, que requiere grandes cantidades de electricidad. Tanto que se ha convertido en la segunda industria más importante del país.
Con información de BBC Mundo


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