La única forma para que los niños y niñas puedan relacionarse con otros, tanto afectiva como social, será del ejemplo que reciban del entorno en el que se desenvuelven.
Desde que nace, el ser humano empieza a establecer lazos afectivos con su entorno que luego le permitirá interactuar dentro de un grupo social. Este primer vínculo se dará con la madre y el padre, posteriormente con las personas que vayan llegando a su vida, como las amistades de la infancia, los compañeros de la adolescencia, camaradas en el ámbito laboral, estudiantil, y la persona con quien decida compartir su vida, entre otros, y que de una u otra forma marcarán su forma de relacionarse con los demás.
Cuando desde pequeños las niñas y niños son víctimas de maltrato o abuso, difícilmente podrán desenvolverse en su entorno social de una manera adecuada; esto podría conllevar a que repitan con sus pares esos hábitos de conducta o que se replieguen a interactuar con otros de su edad.
La única forma para que los niños y niñas puedan relacionarse con otros, tanto afectiva como social, será del ejemplo que reciban del entorno en el que se desenvuelven. Los padres y madres, como la familia, deberán demostrarle con el ejemplo valores afectivos, humanitarios, morales, para que el niño o niña, en su etapa de crecimiento y desarrollo sepa diferenciar lo que es bueno o malo; del afecto o maltrato.
Los niños y niñas necesitan de referentes adultos que les sirvan de modelo, que llegado el momento sepan ponerle límites, tomando como punto de partida el vínculo afectivo seguro. Es, entonces, que a través de estos vínculos que se establezcan en la niñez e infancia, la persona aprenderá modelos de conducta que luego aplicará en sus relaciones amorosas durante su vida adulta.
En el caso de los adolescentes, hoy en día presentan una realidad compleja y llena de dificultades. Al igual que de pequeños, necesitan también el referente adulto que les dé las pautas necesarias o la orientación debida para encaminarlos en su afectiva y sexual.
Este tipo de valores, inculcados en el hogar, deben ser reforzados en el ámbito educativo, ya que es ahí donde interactuarán durante los largos años de su infancia y adolescencia.
Los padres y educadores deberán contribuir y orientar adecuadamente al proceso de desarrollo del menor; inculcar los roles y valores que estos deberán representar en diversos ámbitos sociales, desde la cotidianidad, y que los llevarán a ser mejores personas, mejores hijos, mejores compañeros.
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