El jefe de los comandos que liberaron a 72 personas retenidas por los terroristas del MRTA recordó los detalles de la operación militar.
Este 22 de abril se cumplen dos décadas de la operación militar Chavín de Huántar. Esta permitió la liberación de 72 personas que fueron tomadas como rehenes de la organización terrorista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) en la residencia del embajador japonés.
Tras 126 días retenido el inmueble, los comandos del Ejército irrumpieron en la escena y lograron abatir a los terroristas. El General EP (r) José Williams Zapata, quien dirigió la operación, estuvo en RPP Noticias y contó al detalle lo sucedido aquel día.
¿Cuánto tiempo toma llevar adelante un plan de esta naturaleza y con qué obstáculos tuvieron que lidiar para saber exactamente qué hacer? Imaginamos que buscaron varias alternativas hasta que decidieron la manera de entrar a la embajada
Todo comienza cuando una organización militar tiene dentro de sí, agrupaciones contraterroristas, especializadas en conflictos o combates de baja intensidad, asimétricos. Nosotros teníamos y tenemos todavía unidades contraterroristas, así como la Marina y la Fuerza Aérea. Adicionalmente, los oficiales hacen programas académicos relacionados contra el terrorismo. Con esta base, una vez que sucedieron los hechos comenzamos a tomar provisiones por si el Estado decidía que interviniéramos. Trabajamos primero con los planos de la residencia, los pintamos en un patio, primer y segundo piso, y comenzamos a entrenar. Como eso no era suficiente, pedimos que se tabique (se levante). No bastaba con tenerlos pintados en el suelo. Lo hicieron con triplay y seguimos entrenando.
¿Cuándo es más o menos que se tiene la réplica de la residencia como la estructura que conocemos ahora, de dos pisos?
Fue construyéndose a partir de fines de enero. Pedimos poder coordinar actividades del primer piso con el segundo. Se comienza a trabajar de día y entrenábamos en la noche. Eso demora como dos meses en construirse y en ese tiempo nos turnábamos en el entrenamiento. Llegó el momento de actuar y en el ínterin pasaron muchas cosas.
¿Dónde pensó usted que podía fallar algo?
Hay riesgos, sobre todo en esto. Al principio eran más porque había 600 o 700 personas. Nuestra posición entonces fue no intervenir (antes del momento indicado).
Imagino que estas negociaciones para que cada vez fueran sacando más rehenes también era parte de la convicción de que solo intervenir la Embajada cuando el número de rehenes sea manejable.
Exacto. Todo esto sirvió definitivamente porque nos fue dando tiempo y esto nos permite conocer más lo que hay adentro. Eso también nos permitió entrenar. Hablamos con rehenes liberados, con un oficial de Marina, con todos aquellos que considerábamos que era necesario hablar. Los entrevistábamos y obteníamos información de cómo era el interior, dónde estaban los rehenes, quiénes eran los rehenes, cuál era la actitud de los terroristas, si estaban decididos o no, qué buscaban, si estaban nerviosos. También cómo eran las escaleras, cómo eran las ventanas, por dónde podíamos entrar. Hacíamos las preguntas afines a lo que necesitábamos.
Un aspecto clave para una operación de esta naturaleza fue tener a un rehén adentro comunicado con el exterior, que era Giampietri. ¿Cómo llegan a entablar ese contacto? Imagino que debe haber sido muy sutil y muy difícil.
Sucedió el mismo 17 de diciembre. Un comandante Fernández del Ejército esconde un beeper. Lo tiene oculto. Lo tenía consigo y logró pasar la requisa del MRTA. No es que meten el beeper, sino que alguien lo conserva. Él lo esconde en diferentes lugares hasta que un día le cuenta al almirante Giampietri. Ellos suponen que si tenemos un beeper cabe la posibilidad de que en algún momento nos escriban algo en él.
El almirante nos contaba que casi desde el primer día, cuando empiezan a ingresar comida, termos y cosas así, él por doctrina militar suponía que podían estar introduciendo micrófonos y se ponía a hablarle a cualquier objeto.
Es que el lógico. Los militares saben que se tiene que estar haciendo algo para obtener información. No podemos hacer el trabajo si no tenemos información clara de todo lo que hay adentro. En un momento, Inteligencia llega a introducir unos micrófonos y llegan a tener el contacto. Cuando se da el contacto, comienzan a funcionar mejor las cosas. Nosotros recibíamos cada día entre cinco y seis hojas (transcripciones) de todo lo que habían hablado los terroristas y los rehenes el día anterior. Eso nos servía bastante para acomodar el plan y hacer que las cosas se logren con menor costo.
¿Cómo se decidió por los túneles?
Eso sale como producto de todo el planeamiento. Teníamos que acercarnos. Sin ellos, hubiéramos tenido que ingresar violentamente por las casas próximas. Al principio, tuvimos las casas aledañas bajo control para hacer la incursión, pero luego salió la idea de los túneles. Se pensó en tenerlos debajo de los terroristas centinelas, colocarlos debajo de la pared como para destruirla con carga explosiva. Después, cuando (los terroristas) comenzaron a jugar fulbito, y se pensó colocarlos debajo de la zona donde jugaban. De esta manera, se tendría a la mayor cantidad de hombres fuera de combate. Eso garantizaba que los rehenes no iban a perder la vida.
En el accionar terrorista, una vez que los terroristas se ven bajo ataque de las Fuerzas Armadas, lo usual es que tomen a un rehén y lo maten. ¿Se tomó en cuenta esto?
Claro. Un terrorista nunca entra a medias. La fuerza que lo enfrenta tener eso muy presente. Eso es lo que ellos querían que se supiera en el mundo. Es probable que hasta a ellos les hubiera convenido salir antes. Es un récord que pocos rehenes hayan fallecido. Tuvimos un rehén muerto (Carlos Giusti) y a dos comandos también fallecidos. Doce rehenes y 25 comandos quedaron heridos. Uno perdió la pierna y otro quedó inutilizado del brazo.
¿Porque hubo víctimas en el ala norte si se dio una primera explosión que pudo ponerlos en alerta?
Ahí salieron doce heridos. Además, fallecieron Giusti y Jiménez. La idea era que los terroristas que jugaban fulbito quedaran fuera de combate. O muertos o heridos. Pero algo surgió. Probablemente, pasó un helicóptero y ellos, al percibir algo extraño, se alejan de la sala y el comedor y se pegan a las ventanas para ver qué pasaba. Es ahí donde nos ven ingresar. Es por eso que nos disparan y tenemos como tres heridos antes de llegar a los jardines. Las escaleras con las que subíamos tenían agujeros de bala y, si uno ve detenidamente los videos, notará cómo salta el polvo en la pared de lo que nos están disparando. Ellos se dieron cuenta. Pero esa explosión de 12 kilogramos de C4 sí los dejó totalmente afectados y sin la misma capacidad de reacción. Eso nos facilitó las cosas y nos encontramos con ellos muy cerca. Si un comando se encontraba con tres terroristas alrededor o viceversa, aplicamos el tiro instintivo selectivo, que debió ser muy rápido. Ese es un procedimiento militar estandarizado internacionalmente. No fue algo que decidimos a la ligera.
¿Los terroristas tenían una preparación que los convertía en combatientes difíciles?
Sí. Si solamente vemos el Museo Chavín de Huántar, vamos a encontrar explosivos, granadas, radios, fusiles AKM, pistolas, pistolas ametralladoras y RPG. Por lógica, ningún líder de una organización terrorista realiza una incursión sin estar convencido de que sus hombres son buenos. Había videos que ellos pusieron a disposición de la televisión donde se observa cómo ellos ensayaron para la toma de la embajada.
En resumen, ¿qué significó la Operación Chavín de Huántar?
La Operación disloca y desorganiza casi totalmente el MRTA. Fue un mensaje claro para Sendero Luminoso, para la región y para el mundo sobre la posición peruana frente a una amenaza que nos tuvo tanto tiempo en problemas.
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