Desde tiendas de ropa hasta centros de belleza. La desescalada por la COVID-19 ha provocado filas en los negocios considerados hasta ahora como no esenciales.
De Bruselas a Estambul, miles de exconfinados redescubrieron este lunes sus tiendas o sus centros de belleza preferidos a la búsqueda de un delineador de ojos, un libro de filosofía o un arreglo de barba.
La desescalada avanzó en varios países, entre ellos Bélgica, Grecia o Turquía, donde las filas eran visibles ante la puerta de los comercios considerados hasta ahora como "no esenciales", como las tiendas de ropa.
"Necesito unos 'jeans'. Montó mucho en bicicleta desde hace dos meses y sólo tengo unos usados", explica Brigitte Szekely, de 61 años, esperando en la entrada de un comercio en la comuna bruselense de Ixelles.
En Stockel, en otro barrio de Bruselas, Deborah Aragon se afana en calzar a su hijo de 2 años y medio, quien se quedó sin pares de su talla durante el confinamiento y tuvo que "utilizar los de sus hermanos mayores".
Ante la esperada avalancha de consumidores, la calle Neuve, la gran arteria comercial de la capital belga, amaneció con una línea de vallas en el centro para separar el sentido de circulación de los clientes.
A menos de un kilómetro, en las acristaladas Galerías Reales, un profesor de francés espera la reapertura a las 11:00 de la reputada librería "Tropismes" para adquirir un libro del filósofo Henri Bergson.
"Durante el confinamiento, encontré una conferencia de Bergson, en la que describía la Alemania de principios de la guerra como se habla hoy en día de China", explica a la AFP Julien Fang, de 38 años.
"La vida se reanudó"
En Estambul, la agenda del barbero Sadettin Celikcioglu, que reabrió en el barrio de Nisantasi, está llena hasta la noche. "Lo mismo mañana. Somos cuatro barberos y trabajaremos por turnos", explica.
"Durante esta crisis, algunos pidieron a sus mujeres que les recortaran la barba, otros compraron una afeitadora. Pero nadie puede ejercer nuestra profesión. Es una de las más difíciles", asegura Sadettin con una sonrisa.
En el mismo barrio, Inci no esperó y, ya en la mañana, acudió sin falta a su peluquería para que la "pongan guapa". "Soy una clienta habitual y tengo confianza en las medidas de higiene que han tomado", subraya.
La imagen también está en el centro de las prioridades de Nathalie que, en Bruselas, espera, mascarilla en boca, comprarse un delineador tras "haber dejado el maquillaje durante los dos meses de confinamiento".
Pese a que la "vida se reanudó", en palabras de los aliviados comerciantes de la calle comercial Ermou en el centro de Atenas citados por la televisión pública, la sombra del nuevo coronavirus sigue presente.
Ante todos los comercios en Bélgica, los clientes deben guardar una distancia de seguridad de 1,50 metros entre ellos. Solo un único cliente está permitido por cada 10 m2 y por 30 minutos como máximo.
Y los trabajadores del transporte público belga sorprendieron este lunes con una huelga, al estimar insuficientes las medidas de protección, incluso si los usuarios están obligados a portar una mascarilla.
(Con información de la AFP)
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